— ¿Cuál? ¿Qué criatura de la Tierra se encuentra sometida a condiciones semejantes a las de aquí?
— Por lo que sabemos, ninguna; no fue ese tipo de pista. Uno de los hombres, Ellerbee, creo recordar, estaba trabajando con un grupo de animales «calientes» que habíamos obtenido, de la forma usual, en una de nuestras cámaras mejor acondicionadas. Trataba de determinar si los carnívoros solían dejar lo suficiente de sus víctimas para permitirles reproducirse y ver de paso el proceso de regeneración del cual nos había hablado Dar, pues no sabíamos si se aplicaba o no a las formas «calientes». Naturalmente, Ellerbee estaba haciendo lo que podía para seguir el rastro de todos los tipos y cantidad de animales presentes, y se sorprendió de encontrar al poco rato algunas criaturas que no había visto antes. Afortunadamente, no anotó el asunto como una distracción en sus anteriores observaciones; lo comprobó cuidadosamente y descubrió que cuando la atmósfera y la temperatura cambian es posible obtener animales de muestras de tierra en las cuales no había ningún «padre».
— ¿Qué significa eso?
— Que algunas de las formas calientes se reproducen por medio de una espora microscópica que sobrevive en el suelo durante la estación desfavorable. No podemos decir si alguna de las «frías» pueden hacer lo mismo; no hemos encontrado ninguna.
— ¿Y qué implica esto?
— Hizo que Ellerbee sospechara de la falsedad de la teoría de que Dar Lang Ahn y esas estrellas de mar con sangre de fuego sean realmente generaciones alternas de la misma especie. Lo comentamos en una de nuestras charlas habituales y descubrimos que había nuevas evidencias. Dan Leclos ha descubierto en un animal cantidad de pequeñas esferoides óseas que la experimentación ha demostrado son la fuente de la generación «caliente» para esa especie en concreto. Si se quitaran antes de exponer la criatura al calor y al dióxido de nitrógeno no aparecería ningún descendiente, aunque la carne se comportaba de la misma manera, mientras que si las esferas se exponían a las condiciones cambiantes producían especimenes embriónicos de vida «caliente».
— No veo qué significa todo esto.
— Parece significar que las formas «caliente» y «fría» son tipos de vida completamente distintos, que originariamente evolucionaron independientemente. Cada cual producía esporas, o algo semejante, capaces de sobrevivir a condiciones inadecuadas.
— Con el desarrollo natural de la evolución aprendieron el truco de adherir o implantar sus esporas en los cuerpos de animales activos del otro tipo, tal vez haciendo que fueran comidos por ellos, como hacen algunos parásitos aún en la Tierra.
— Pero en tal caso se podrían encontrar las semillas, o como quiera llamarlo, en cualquiera de las criaturas examinadas. Dice que sólo estaban presentes en una. ¿Y eso?
— Ahí es donde nos da la Tierra la pista. Puede que sepa que hay cierto tipo de virus cuyas víctimas naturales son las bacterias. El virus entra en contacto con el germen, penetra por la pared de su célula y al poco tiempo unos cien nuevos virus emergen de los deshinchados restos de la bacteria.
— No lo sabía, pero no le encuentro nada raro. — Hasta aquí no lo hay. Sin embargo, a veces acontece que una vez que el virus ha penetrado en el cuerpo de su víctima, ésta sigue viviendo como si nada hubiera pasado.
— Aún lo veo razonable. Siempre hay gente inmune en cualquier población.
— Déjeme acabar. La bacteria vive su vida y se divide de la manera normal; sus descendientes hacen lo mismo durante veinte o quizá cien generaciones. Entonces, debido al estímulo de la radiación o agentes químicos, o por ninguna razón aparente, la mayoría o todos los descendientes de la bacteria original se mueren, ¡y nubes de partículas de virus emergen de los restos!
— ¿Eh?
— Precisamente. El virus original infectó a su primera víctima, de acuerdo, de forma tal que el material reproductivo del virus se dividió al hacer lo propio el de la bacteria y seguido por todos los descendientes de la primera. Finalmente, algún cambio de condiciones les hizo volver a su método usual de reproducción.
— Ya veo — dijo despacio Burke —. Piensa que aquí se ha desarrollado una habilidad semejante, que todas las células de un ser como Dar Lang Ahn tienen en sus núcleos los factores que producirán, bajo las condiciones necesarias, una de esas estrellas de mar.
— Exactamente, y aun así la relación no es más paterno filial que la existente entre Jack Cardigan y su canarito. Se sospecha que los cloroplasmas de las plantas de la Tierra guardan la misma relación.
— En verdad, no sé la diferencia existente.
— En cierto modo justificaría la actitud de las criaturas «calientes» hacia la gente de Dar.
— Tal vez. Sin embargo, nada de lo que ha dicho alivia mi primitiva preocupación, exceptuando lo de que las dos formas tienen que morir para reproducirse. Ha añadido algo que me preocupa más.
— ¿Qué es?
— Lo relacionado con la época en la cual se realizó la adaptación a este clima. Si está en lo cierto, por lo menos una de estas razas ha evolucionado hasta un grado de inteligencia comparable con el nuestro en algo menos de diez millones de años. La Tierra tardó cientos, o tal vez más, de veces en lograr eso. Estas cosas deben encontrarse entre las formas de vida más adaptables del universo, y es eso lo que atañe de momento al hombre.
— Tiene miedo. ¿Cree que si tienen acceso a la tecnología humana empezarán a extenderse por la galaxia y suplantarán al hombre?
— Francamente, sí.
— ¿Dónde esperaría que se asentaran exactamente?
— ¡Por el amor de Dios, hombre, pues en cualquier sitio! En la Tierra, o en Marte, o en Mercurio, o en cualquiera de los cincuenta mundos donde podemos vivir, o en alguno de los muchos más donde no podemos! Si no pueden soportarlos ahora, pronto podrán: es esa adaptabilidad lo que me preocupa. Si discutimos con ellos, ¿cómo vamos a pelear?; ¿cómo matas a una criatura que genera nuevos brazos y piernas para suplantar a los perdidos, que produce una cosecha completa de descendientes si lo vuelas con una bomba?
— No lo sé, y no creo que importe.
— ¿Por qué no? — la voz de Burke parecía casi ahogada por la emoción.
— Porque aunque Dar Lang Ahn pudiera vivir en la Tierra y otros muchos mundos, y sus contrarios de sangre de fuego pudieran hacerlo también a una escala de temperaturas mucho mayor, como acabas de señalar, ninguno de los planetas que has mencionado proporciona ambas escalas de temperatura. Si un grupo de gente de Dar decidiera irse a la Tierra, ¿le gustaría esto a los «calientes» cuyos parientes se fueran con ellos? Dar quiere sin duda tener una descendencia con tantas ganas como uno de nosotros. ¿Qué pensaría si la estrella de mar que sale de su cuerpo se mudara a Vega Dos o a Mercurio?
¿Qué les pasaría entonces a sus niños? No, comandante, me doy cuenta de que la mayoría de nosotros decidimos, casi sin discusión, que el Profesor de allí abajo en las fuentes termales es un vejete dogmático, cerrado y dictatorial cuya opinión no merece ni la energía que emplea para expresarla; pero si lo piensa un poco más detenidamente, se dará cuenta de que es más abierto de lo que podamos serlo cualquiera de nosotros.
Burke movió despacio su cabeza, con la mirada fija en el biólogo.
— Había pensado en ello hace mucho, doctor Richter, y supongo que acierta al creer que el Profesor ha hecho lo mismo. Estoy, sin embargo, un poco desilusionado de que no haya llegado más lejos.
— ¿Cómo es eso?
— Su posición está bien clara, ¡si esas razas no tuvieran conocimientos técnicos! A Dar no le importaría que las estructuras genéticas que van a producir su descendencia se pasen un poco más de tiempo en cualquier lugar que la estrella de mar que los lleve quiera, si supiera que con el tiempo la criatura viajaría a un planeta donde se puedan desarrollar o se metiera en una nevera mecánica con el mismo motivo. Recuerde que estas criaturas tendrán los mismos deseos en lo que atañe a la descendencia, y tienen que cooperar con la raza de Dar para satisfacerlos. Si los nativos de este planeta se van de él, basándose en los conocimientos recibidos de nosotros o adquiridos por ellos mismos, va a ser uno de los equipos más cooperativos que jamás en la historia se propagara por las nubes estelares, y el hombre va a estar en muy mala posición al respecto, si es que sobrevive.