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— Parece, entonces — fue el comentario de los Profesores a su información — que la mayoría de tus criaturas mantienen a lo largo del año más o menos una actividad normal, o si no se ponen a dormir durante la estación inconveniente. En este mundo lo primero no es posible, al menos para nosotros, y encuentro difícil imaginar una criatura capaz de soportar todos los extremos del clima de Abyormen. La segunda me parece en extremo derrochadora; si un tipo de vida no puede aguantar la situación durante una parte del año, ¿por qué no toma otra su lugar durante este período?

— Parece sensato — admitió Kruger.

— Entonces, ¿qué objeción presentas a que compartamos mi raza y la de Dar Lang Ahn Abyormen?

— Pues ninguna. Lo que me preocupa es cómo les tratan ustedes, prohibiéndome decirles lo suficiente acerca de las ciencias físicas para que se salgan de su control.

Ciertamente, no parece importarle que le dé a usted toda la información que pueda.

— A mí, personalmente, no. Para mi gente, pondría las mismas objeciones que para las de Dar Lang Ahn.

— ¿Quiere decir que no desea que su propia gente sea capaz de construir naves espaciales, en el supuesto de que pudiera enseñarles cómo?

— Justamente.

— Pero eso no tiene sentido. ¿Qué objeción pondría usted al deseo de su gente de irse y dejar solo al pueblo de Dar?

— Dije hace mucho que necesitamos a la raza de Dar, aunque preferiste interpretar mis palabras de diferente manera. Aún más, su gente necesita a la nuestra con la misma fuerza, e incluso aunque Dar Lang Ahn no lo sepa, sus Profesores por lo menos sí.

— Entonces, ¿por qué no les tratan como amigos en vez de como inferiores?

— Son amigos. Siento un sentimiento particularmente fuerte hacia Dar Lang Ahn; ésta es una de las razones por la que fuisteis tan bien tratados cuando estuvisteis aquí antes y por la que mandé a mis pobladores lejos antes de arriesgarme a que hubiera violencia cuando vinisteis esta vez.

— Si le tienes tanto cariño a Dar, a quien no has visto nunca, por lo que sé, ¿por qué le quitaste los libros? Eso le ha preocupado más que cualquier otra cosa que haya sucedido desde que le conocí.

— Fue por motivos experimentales, me temo. Quería saber más sobre ti. Siento que Dar Lang Ahn sufra, pero me alegro de haber aprendido algo sobre tu capacidad para la simpatía y la amistad. Sus libros estarán sobre la trampilla en el lugar donde solíamos hablar tan pronto como los consiga después de terminar esta conversación.

— ¿Qué pasa con mi encendedor?

— ¿Realmente lo quieres? Me lo llevé a otro sitio, me temo, y no estoy seguro de poder recuperarlo de nuevo. El condensador — tuvo que parar para explicar esta palabra — era, por supuesto, bastante familiar para nosotros, pero no así la parte que convertía el calor del sol en electricidad. Si puedes desprenderte de él, mis científicos estarían interesados, cuando tengamos alguno.

— Creía que no quería que su gente aprendiera demasiado.

— No quiero, pero dudo seriamente que este invento en concreto saque a alguno de ellos del planeta. Opino que es menos práctico para nuestros propósitos que los generadores que ya usamos, que toman el calor volcánico de Abyormen.

— Entonces, ¿viven bajo tierra, cerca de los volcanes, donde hace el suficiente calor para ustedes? Pensé, por lo que vi de este continente, que buena parte de ustedes viven ahí durante el tiempo frío.

— Yo estoy bajo tierra, como dices, pero no hay muchos de nosotros aquí. Sólo cuatro viven en este área y un número similar en cada una de nuestras otras ciudades.

— Pero deben tener mucho más espacio para vivir durante su mala estación que los demás. Ellos están apiñados bajo aquel casquete polar…

— El cual tiene muchas millas de largo en su punto menor. Sería posible excavar cavernas y probablemente almacenar comida suficiente para la mayoría de la raza, si no toda.

— Y hay volcanes por no sé cuántos cientos de millas por esa península que seguí desde el lugar en que fui abandonado. En resumen, no parece haber razón alguna por la cual las dos razas no puedan vivir a tope todo el tiempo. ¿Qué falla en esta idea?

— Te he estado haciendo insinuaciones de ese fallo a lo largo de nuestra conversación.

Te dije que cada raza era necesaria para la otra; pareces creer que esto es debido a nuestra pereza. Mencioné que otros planetas serían inhabitables porque no nos matarían a todos en el momento adecuado; parece ser imputado eso a la superstición. Te digo que tengo un gran interés personal en el bienestar de Dar Lang Ahn, y al parecer te limitas a no creerlo. Gratuitamente, dices que no hay una imposibilidad técnica, ni incluso una gran dificultad, en que sigamos vivos todo el año si queremos. En vez de reunir todas estas afirmaciones, las tratas como a un grupo de imposibilidades separadas. Confieso haber estado tratando desde que empezó esta conversación de sacar alguna idea sobre la inteligencia humana, y en verdad que no me estás demostrando una muy elevada.

Honestamente, ¿no puedes pensar en una explicación que reúna todos estos hechos?

Kruger frunció el entrecejo y ninguno habló durante un minuto; entonces Dar Lang Ahn hizo una observación.

— Si está probando la inteligencia, Profesor, será mejor que compare la suya con la mía.

He vivido en Abyormen toda mi vida y no veo adónde quiere usted llegar.

— Tu entrenamiento lo impediría.

— Entonces prefiero suponer que el mío también — saltó Kruger, algo molesto —. ¿Por qué debo ganar su juego de supuestos si él no puede?

— Muy bien, no deseo enfadaros. La explicación será, según creo, más fácil si me dices algunas palabras de tu idioma. Tengo entendido que los individuos de tu raza están directamente implicados en la producción de otros individuos. ¿Cómo se llama al ser que se produce?

— Un niño, hijo o hija, de acuerdo con tres puntos.

— El término genérico será suficiente. ¿Hay alguna palabra que describa la relación entre dos niños producidos por el mismo individuo?

— Hermano o hermana; de acuerdo…

— Muy bien, veo que cada palabra es utilizable. No tengo ningún niño, dado que estoy aún vivo, pero Dar Lang Ahn es un niño de mi hermano.

El silencio fue mucho más largo esta vez, a la par que Nils Kruger ensamblaba las piezas de este rompecabezas, y su actitud se convirtió de un ligero descreimiento, mediante el reconocimiento gradual de las posibilidades, a una de aceptación.

— Usted gana, ¡tío! — dijo por fin débilmente —. Pero aún sigo sin ver tres puntos.

La frase de Kruger fue interrumpida, y no por el Profesor.

— Creo que yo también diré «tío» — la voz, que hablaba lentamente, no había sido nunca oída, que él supiera, por el chico, pero estaba hablando inglés —. Reconozco — siguió — una palabra ocasional que suene como viejo inglés en cualquier colección de ruidos casuales, y lo achaco a la coincidencia. Sin embargo, cuando «niño», «hijo», «hija», «hermano», «hermana» y «tío» se oyen todas dentro del mismo período de treinta segundos la coincidencia queda ya fuera de lugar. Señor Nils Kruger, si ha estado usted contribuyendo en gran medida a las conversaciones que hemos grabado, durante las últimas dos semanas, espero que tenga un buen acento, ¡si no una pareja de filólogos que conozco van a estar muy enfadados!

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