Dios, realmente se había ido y lo había hecho. Yéndose con Rhage y desistiendo de su antigua vida.
– Debería desempaquetar.
Rhage le cogió las manos y la llevó en dirección de la cama. -Quiero que descanses. Pareces demasiado cansada para estar de pie.
Mientras ella se estiraba, él se quitó la trinchera y se quitó su arnés de dagas y el arma de su cinturón. Él se echó a su lado, creando una pendiente en el colchón que hizo que se cayera contra él. Todas las lámparas se apagaron, la habitación se hundió en la oscuridad.
– ¿Estás seguro de que estás preparado para todo esto? -Dijo ella cuando sus ojos se acostumbraron al brillo ambiental de las ventanas. – ¿Por todas mis…cosas?
No hagas que utilice la palabra j-otra vez.
Ella se rió. -No voy a hacerlo. Es solo que…
– Mary, te amo. Estoy más que listo para todas tus cosas.
Ella puso su mano sobre su cara y se quedaron tranquilos un rato, solo respirando juntos.
Ella estaba a punto de dormirse cuando él dijo-Mary, sobre las disposiciones de mi alimentación. Mientras nosotros estábamos en tu casa, llamé a la Elegida. Ahora que has regresado, tendré que utilizarlas.
Ella se puso tensa. Pero infiernos, si ella iba a estar con un vampiro y él no podía vivir de su sangre, iban a tener que tratar con el problema de algún modo.
– ¿Cuándo vas a hacerlo?
– Una mujer se supone que vendrá esta noche y como te dije antes, me gustaría que estuvieras conmigo. Si estuvieras cómoda con ello.
¿Cómo sería verlo? Se preguntó ella. ¿Sostendría él a la mujer en sus brazos y bebería de su cuello? Dios, aunque no tuviera sexo con ella, Mary no estaba muy segura de poder mirarlo.
Él besó su mano. -Confía en mí. Este será el mejor camino.
– Sí lo haré, ah, si no puedo manejarlo…
– No te obligaré a mirar. Es solo…que hay una intimidad inevitable en ello y creo que ambos estaremos más cómodos si estuvieras allí. De esa manera sabrás exactamente lo que implica. No hay nada oculto o sombrío en ello.
Ella asintió. -Bien.
Él suspiró. -Esta es una verdad de la vida que no puedo cambiar.
Mary colocó su mano sobre su pecho. -Sabes, aun que sea un poco espantoso, desearía ser yo.
– Oh, Mary, yo también.
****
John comprobó su reloj. Tohrment vendría a por él en cinco minutos, por lo que era hora de dirigirse abajo. Cogió su chaqueta con ambas manos y fue hacia la puerta. Rezó por no encontrarse con el hombre pálido en el camino o mientras esperaba, por que quería encontrarse con Tohrment fuera. Se sentía más como un igual, de algún modo.
Cuando se acercó al bordillo, miró hacia las dos ventanas que había estado mirando fijamente durante tantas horas. Abandonaba el colchón y el juego de mancuernas atrás, así como su depósito de seguridad y el alquiler del pasado mes para romper su contrato de arrendamiento. Tendría que regresar a por su bici después de que Tohrment llegara, aunque por otra parte, era libre de ese lugar.
Miró calle abajo, preguntándose por qué dirección llegaría. Y que tipo de coche conduciría. Y dónde viviría. Y con quien estaba casado.
Temblando de frío, John comprobó de nuevo su reloj. Las nueve en punto.
Una sola luz llameó a su derecha. Él estaba bastante seguro de que Tohrment no utilizaría una moto para recogerlo. Pero la fantasía del rugido en la noche era bueno.
Cuando la Harley rugió alejándose, miró a través de la calle hacia las oficinas del Teléfono Directo de Prevención del Suicidio. Mary había desaparecido el viernes y el sábado por la noche también, y esperaba que ella solo se hubiera tomado unas vacaciones. En cuanto estuviera colocado, volvería otra vez y se aseguraría de que estuviera bien.
Excepto que…wow, no tenía ninguna pista de ha dónde iba. Estaba asumiendo que se quedaría en el área, ¿pero quien sabía? Tal vez se iba lejos. Solo imagínate, marchándose.
Caldwell. Dios, le gustaría tener un principio fresco. Y siempre encontraría un modo de encontrar a Mary, incluso si tenía que coger un autobús.
Dos coches más y un camión pasaron.
Había sido tan fácil salir de su patética existencia. Nadie en Moe se preocupó por que los dejara sin avisar ya que los ayudantes de camareros había a montones. Y esto era sin decir que nadie en el edificio lo echaría de menos. De la misma manera, su libro de direcciones estaba tan limpio como un silbido, ningún amigo, ningún familiar al que llamar.
En realidad, no tenía un libro de direcciones. ¿Y cuán pobre era eso?
John se echó un vistazo, pensando en como de lamentable se debía ver. Sus zapatillas de lona estaban sucias, las partes blancas eran tirando a grises. Su ropa estaba limpia, pero los vaqueros tenían dos años y la camisa, que era la mejor que tenía, parecía un deshecho de La Buena Voluntad. Incluso no tenía una chaqueta ya que le habían robado su parka la semana anterior en Moe e iba a tener que ahorrar antes de poderse comprar otra.
Desearía verse mejor.
Las luces se balanceaban rápidamente alrededor de Trade Street y luego fue hacia arriba, como si el conductor apretara con fuerza el acelerador. Lo cual no era bueno. En este vecindario, quien fuera a pasar por lo general corría delante de los polis o algo peor.
John dio un paso colocándose detrás de un buzón abollado, intentando aparecer desapercibido, pero el Range Rover negro patinó frenando delante de él. Las ventanas oscurecidas. Los acabados de cromo. Y G-Unit sonaba en el interior, la música golpeaba lo suficiente para que se oyera en todo el bloque.
John agarró su maleta y se dirigió hacia su edificio. Incluso si corría por el hombre pálido, estaría más a salvo dentro del vestíbulo que en cualquier parte cerca del traficante de droga que llevaba ese Rover. Iba hacia la puerta cuando la música cesó.
– ¿Estás listo, hijo?
John se dio la vuelta hacia el sonido de la voz de Tohrment. El hombre daba la vuelta por el capó del coche, y en las sombras parecía toda una amenaza, una gran y fuerte figura de la que la gente sana se alejaría.
– ¿Hijo? ¿Estás listo para marcharnos?
Cuando Tohrment dio un paso hacia la débil luz de las farolas de la calle, los ojos de John examinaron la cara del hombre. Dios, había olvidado como asustaba ver al tipo con ese corte de pelo militar y aquella dura mandíbula.
Tal vez era una mala idea, pensó John. Una opción hecha del miedo de una cosa que solo lo echaría más profundamente en otra clase de problemas. No sabía a dónde iba. Y los niños como él podían acabar en el río después de que hubieran entrado en un coche así. Con hombre así.
Como si sintiera la indecisión de John, Tohrment se apoyó contra el Rover y cruzó sus pies sobre sus tobillos.
– No quiero que te sientas forzado, hijo. Pero te diré que mi shellan ha estado cocinando buena comida y tengo hambre. Por lo que si vienes, comerás con nosotros, ves la casa. Puedes probarnos. E incluso dejar tus cosas aquí. ¿Qué tal suena?
Incluso la voz era tranquila. Ninguna amenaza. ¿Pero el tipo realmente sacaría al malo si quería meter a John en el coche?
Un teléfono móvil sonó. Tohrment se lo sacó de la chaqueta de cuero y lo abrió.
– Sí. Hey, no, ahora mismo estoy con él. -Una pequeña sonrisa rompió la línea de los labios del hombre. -Lo meditamos. Sí, se lo diré. Uh-huh. Bien. Ya voy. Sí, haré esto también. Wellsie, yo…lo se. Mira, no significa dejarlo fuera-no lo haré otra vez. Te lo prometo. No…Sí, yo realmente…Uh-huh. Lo siento, leelan.
Era la esposa, pensó John. Y ella parecía estar riñendo a este tipo duro. Y el hombre lo aceptaba.
– Bien. Te amo.! Adiós! -Tohrment cerró el móvil y se lo metió en el bolsillo. Cuando se concentró en John otra vez, claramente respetó lo suficiente a su esposa como para no hacer rodar los ojos y hacerse el macho, haciendo sucios comentarios sobre las mujeres. -Wellsie dice que tiene realmente ganas de conocerte. Ella espera que te quedes con nosotros.