– Shhh. tranquilo, Hollywood. Tranquilízate.
V sujetó con una mano el cuello de Rhage y acarició con su pulgar la yugular de Rhage. La hipnosis de la caricia lo relajó primero por pulgadas, luego por yardas.
– ¿Mejor?- Le preguntó V. -Sí, mejor.
Rhage suspiró y anduvo por los alrededores durante un minuto. Entonces regresó hacia el cuerpo del lesser. Rebuscó entre los bolsillos, encontrando una cartera, algo de dinero en efectivo, un arma.
Oh, está bien.
– Mira lo que conseguí, -Refunfuñó él. -Dime hola Sr. Black-Berry.
Él le lanzó el dispositivo a V, quien silbó, -Agradable.
Rhage envainó una de sus dagas y enterró la negra lámina en el pecho del asesino. Con una pequeña explosión y un destello, la cosa se desintegró, pero le pareció que no había hecho bastante. Todavía quería rugir y llorar al mismo tiempo.
V y él hicieron una rápida patrulla por el vecindario. Todo estaba tranquilo. Con un poco de suerte, los otros tres civiles habían llevado sus culos a sus casas y todavía debían estar temblando por la sobrecarga de adrenalina dentro de la seguridad.
– Quiero los tarros de este lesser. -Dijo Rhage – ¿Has conseguido algo de lo que le hemos sacado?
V agitó la cartera. -El permiso de conducir dice Uno -Noventa y cinco LaCrosse Street. ¿Y tú?
Rhage lo examinó. -Nada. Ninguna licencia. Por qué demonios soporta…hummm. Esto es interesante.
La tarjeta dice “tres por cinco” muy bien doblada por la mitad. En el interior una dirección no muy lejos de donde estaban.
– Vamos a comprobar esto antes de dirigirnos a LaCrosse.
Capítulo 33
Mary recogió su bolso de noche bajo el vigilante ojo de Fritz. El mayordomo se moría por ayudar, arrastrando los pies de un lado para el otro, doliéndole hacer lo que claramente sentía era su trabajo.
– Estoy preparada. -Dijo ella finalmente, aun cuando no lo estaba.
Fritz sonreía ahora que tenía un objetivo y la conducía hacia un cuarto con balcón desde donde se veían los jardines en la parte posterior de la mansión. Ella tenía que darle crédito: era increíblemente discreto. Si él pensaba que era extraño que se mudara del cuarto de Rhage, no lo demostró y la trató con la misma cortesía que siempre le había tenido.
Cuando estuvo sola, pensó en sus opciones. Quería ir a casa, pero no era estúpida. Las cosas que habían pasado en el parque habían sido mortales y aunque necesitaba su espacio, no quería que la mataran por una oferta de independencia. Además ¿Cuánto tiempo costaría la instalación del sistema de seguridad? Tal vez, el tipo, Vishous estaba trabajando ello ahora mismo.
Pensó en su cita con el doctor al día siguiente por la tarde. Rhage le había dicho que le dejaría ir, y si bien estaba muy enfadado cuando se había ido, sabía que no le impediría ir al hospital. Fritz probablemente la llevaría, pensó. Cuando la había llevado de vuelta a casa, le había explicado que podía salir a la luz del día.
Mary miró su equipaje. Mientras consideraba su marcha para siempre, sabía que no podía alejarse mientras las dificultades fueran tan crudas con Rhage. Tal vez la noche fuera lo calmaría. Ella ciertamente se sentía más racional ahora.
Abrió la puerta del dormitorio lo suficiente para poder enterarse de cuando volviera de casa. Y luego se sentó en la cama y esperó.
No la tomó mucho tiempo sentirse tambaleantemente ansiosa, entonces cogió el teléfono. Cuando Bella contestó, era un alivio escuchar la voz de un amigo. Ellas no hablaron de nada especial durante un rato. Entonces, sintiéndolo, le dijo que volvería a casa cuando el sistema de seguridad estuviera instalado. Le agradeció a Bella que no le exigiese detalles.
Al cabo de un rato, hubo una larga pausa entre ellas. -Ah, Mary ¿puedo preguntarte algo?
– Claro.
– ¿Has visto a los otros guerreros?
– Algunos, sí. Pero no se si los he conocido a todos.
– ¿Te has encontrado con uno que…tiene la cara llena de cicatrices?
– ES Zsadist. Su nombre es Zsadist.
– Oh. Ah, es él…
– ¿Qué?
– Bien, he oído cosas sobre él. Tiene una reputación peligrosa.
– Sí, puedo imaginarlo. Pero sabes, no estoy segura de que sea tan malo. ¿Por qué lo preguntas?
– Oh, por ninguna razón. De verdad.
*****
A la una de la madrugada, John Mattew abandonó el Moe y se dirigió a casa. Tohrment no había venido. Tal vez el hombre no iba a venir. Tal vez la posibilidad de escaparse con él la había perdido.
Caminando por la fría noche, John estaba frenético, su necesidad de abandonar el edificio había llegado a niveles de evacuación máximos.
El miedo era tan malo, estaba acuñado en sus sueños. Había echado una siesta antes de ir a trabajar y sus pesadillas habían sido aterradoras, se habían llenado de hombres canosos que lo perseguían, lo cogían y se lo llevaban a algún sitio oscuro y bajo el suelo.
Cuando se acercó a la puerta de su estudio, tenía la llave en la mano y no fue despacio. Entró rápidamente y se encerró a sí mismo, cerrándolo todo: los dos cerrojos, la cadena. Desearía tener uno de esos postes para las puertas que se sellaban en el suelo.
Sabía que debería comer, pero no tenía energía de tratar con el Ensure entonces se sentó sobre su cama, esperando que su fuerza mágicamente rebotara. Iba a necesitarla. Al día siguiente tenía que salir y comenzar a buscar un nuevo lugar para vivir. Era hora de salvarse.
Pero Dios, desearía haberse ido con Tohrment cuando había tenido la…
Un golpe sonó sobre la puerta. John alzó la vista, esperanzado y con el miedo como una cuerda retorciéndose sobre su pecho.
– ¿Hijo? Soy yo. Tohrment. Abre.
John se precipitó a través de la habitación, abriendo las cerraduras y casi lanzándose sobre el hombre.
Las cejas de Tohrment bajaron sus ojos azul marino. -¿Qué pasa John? ¿Has tenido algún problema?
No estaba muy seguro de cuanto decir sobre el hombre pálido que había encontrado en el hueco de la escalera y al final decidió callarse. No iba a arriesgarse a cambiar el pensamiento de Tohrment sobre el chico por que él pensaba que era un esquizofrénico paranoide.
– ¿Hijo?
Estoy contento por que has venido. Gracias.
Tohrment leyó las palabras. -Sí, tendría que haber venido más pronto, pero anoche tuve un asunto…al que tenía que asistir. Entonces has pensado…
John asintió y garabateó rápidamente. Quiero ir contigo.
Tohrment sonrió un poco. -Está bien, hijo. Es una buena opción.
John suspiró, aliviado.
– Aquí está lo que vamos a hacer. Volveré mañana por la noche y te recogeré. No puedo llevarte ahora a casa porque estaré en el campo hasta el alba.
John tragó con renovado pánico. Pero regresaría, se dijo así mismo. ¿Qué era un día más?
*****
Dos horas antes del alba, Rhage y Vishous fueron a la entrada de la Tomb. Rhage esperó en el bosque mientras V llevaba dentro el tarro que habían encontrado en el lugar del lesser en LaCrosse.
La otra dirección había resultado ser un centro de tortura abandonado. En el sótano mal ventilado de dos pisos alquilados, habían encontrado instrumental cubierto de polvo así como una mesa y cadenas. El lugar era un testimonio de los horrores de cambio de estrategia que la Sociedad utilizaba para luchar contra los hermanos, arrebatando y lastimando a los civiles. Tanto él como Vishous se atragantaron con las venganzas cuando se marcharon.
De regreso al recinto, pararon en la casa de Mary para que V pudiera estudiar las habitaciones y calcular lo que tendría que alambrar el lugar para que estuviera bien y cerrado. Estar allí había sido un infierno. Ver sus cosas. Recordar la primera noche que fue a buscarla. No había sido capaz de mirar en absoluto el diván por que le recordaba lo que le había hecho a su cuerpo en el suelo detrás de ello.