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– ¿Hola? -Dijo ella.

– Llamarás a Mary y le dirás que se encuentre conmigo para ir a cenar.

Bella se irguió de golpe. El guerrero rubio.

– ¿Has oído lo que te he dicho?

– Sí… pero ¿qué quieres de ella?- Como si no lo supiera ya.

– Llámala ahora. Dile que soy un amigo tuyo y que pasará un buen rato. Será mejor de esa manera.

– ¿Mejor que qué?

– Irrumpiré en su casa y la recogeré. Es lo que haré, si tengo que hacerlo.

Bella cerró sus ojos y vio a Mary contra la pared, el varón dominándola mientras la mantenía en el lugar. Él en primer lugar iba tras ella y solo había una razón: liberar todo el sexo en su cuerpo. Liberarlo en su interior.

– Oh, Dios mío… por favor no la lastimes. Ella no es uno de nosotros. Y ella está enferma.

– Lo sé. No voy a herirla.

Bella puso su cabeza sobre su mano, preguntándose cómo sabría un varón tan duro que hacía daño y que no lo hacía.

– Guerrero… ella no sabe sobre nuestra raza. Ella es…te suplico, que no lo hagas…

– No me recordará después de hacerlo.

¿Cómo suponía que esto la haría sentir menos horrible? Como fuese, sentía que servía a Mary en una bandeja.

– No puedes detenerme, mujer. Pero puedes hacérselo más fácil a tu amiga. Piensa en ello. Se sentirá más segura si nos encontramos en un lugar público. No sabrá lo que soy. Será tan normal como lo puede ser para ella.

Bella odiaba que la empujaran, odiaba sentir que traicionaba la amistad de Mary.

– Siento haberla llevado. -Masculló ella.

– No lo hagas.- Hubo una pausa. -Ella ha hecho un… inusual camino.

– ¿Qué pasa si ella se niega?

– No lo hará.

– ¿Pero si lo hace?

– Lo elegirá. No será forzada. Te lo juro.

Bella puso su mano sobre su garganta, enredando un dedo en la cadena con diamantes de Tiffany que siempre llevaba puesta.

– ¿Dónde?- Dijo ella abatida. -¿Dónde debe encontrase contigo?

– ¿Dónde se citan normalmente los humanos?

¿Cómo diantres lo sabría ella? Entonces recordó a Mary diciéndole algo acerca de una colega suya reuniéndose con un hombre… ¿Cual era el nombre del lugar?

– TGI Friday's, -Dijo ella.- Hay uno en Lucas Square.

– Bien. Dile que a las ocho en punto.

– ¿Qué nombre le doy?

– Dile que… Hal. Hal E. Wood.

– ¿Guerrero?

– ¿Si?

– Por favor.

Su voz realmente atenuada. -No te preocupes, Bella. La trataré muy bien.

El teléfono se quedó muerto.

En la profunda cabaña del bosque del Sr. X, O lentamente se sentó en la cama, aliviándose al ponerse en vertical. Se acarició sus húmedas mejillas.

Omega lo había dejado hacía tan sólo una hora, y el cuerpo de O se filtraba todavía por varios lugares, heridas y otras maneras. No se sentía muy seguro mientras se movía, pero tenía que salir de aquel infernal dormitorio.

Cuando trató de estar de pie su visión dio vueltas salvajemente, así es que se sentó. A través de la pequeña ventana del cuarto, vio romper el alba, el astillado brillo caliente por entre las ramas de pinos. No había esperado que el castigo durara un día entero. Y había estado seguro de que muchas cuestiones no las haría.

Omega lo había tomado por sitios de sí mismo que lo habían conmocionado al saber que los tenía. Sitios de miedo y auto-aborrecimiento. De absoluta humillación y degradación. Y ahora, como secuela, se sentía como si no tuviera piel, como si él estuviera totalmente abierto y expuesto, una cruda laceración tan simplemente que solo respiraba.

La puerta se abrió. Los hombros del Sr. X llenaron el marco. -¿Como lo estamos haciendo?

O se cubrió a sí mismo con una manta y luego abrió su boca. Nada salió de ella. Tosió algunas veces. -Yo…lo hice.

– Esperaba que lo hiciera.

Para O, era difícil ver al hombre vestido d forma normal, llevando un portapapeles, viéndose como si estuviera listo para un día laboral productivo. Comparado como O había pasado las últimas veinticuatro horas, la normalidad parecía falsa y vagamente amenazadora.

El Sr. X sonrió un poco. -Entonces, usted y yo vamos a lograr un acuerdo. Llegue hasta la línea y quédese allí, y esto no ocurrirá de nuevo.

O estaba demasiado exhausto para discutir. La pelea con él llegaría después, supo que lo haría pero ahora mismo todo lo que quería era jabón y agua caliente. Y algún tiempo para estar solo.

– ¿Qué me dice? – Preguntó el Sr. X.

– Sí, sensei. -A O no le importaba lo que tuviera que hacer, lo que tuviera que decir. Sólo quería escapar de la cama… del cuarto… de la cabaña.

– Hay algunas ropas en el armario. ¿Está bien para conducir?

– Sí. Sí… estoy bien.

O imaginó la ducha de su casa, el cremoso azulejo y las juntas blancas. Limpio. Muy limpio. Y lo estaría, también, cuándo saliera de ella.

– Quiero que me haga un favor, Sr. O. Cuando vuelva a su trabajo, recuerde todo lo que ha pasado. Manténgalo, consérvelo fresco en su mente, y sáquelo de sus temas. Puedo estar irritado por su iniciativa, pero le despreciaría si se volviera suave conmigo. ¿Nos entendemos?

– Sí, sensei.

El Sr. X se dio la vuelta, pero después miró por encima de su hombro. -Creo saber por qué Omega le dejó sobrevivir. Cuando salió, él estaba absolutamente elogioso. Sé que le gustaría verlo otra vez. ¿Le diré que se alegrará se sus visitas?

O hizo un sonido estrangulado. No podría aliviarlo.

El Sr. X rió suavemente. -Quizá no.

Capítulo 11

Mary aparcó en el aparcamiento del TGI Friday. Mirando alrededor hacia los coches y camionetas, se preguntó cómo diantres había estado de acuerdo en encontrarse con algún hombre para cenar. Sobre lo que podía recordar, Bella la había llamado por teléfono y le había hablado de ello esa mañana, pero maldita sea si podía recordar algún detalle.

No obstante, no se quedaba con mucho. Mañana por la mañana iría al doctor para el reconocimiento, y con eso colgando sobre ella, se sentía aturdida. Como anoche, por ejemplo. Podría haber jurado que había ido a algún sitio con John y Bella, pero la tarde era un total agujero negro. En el trabajo pasó lo mismo. Hoy lo había experimentado en la oficina legal, cometiendo errores simples y teniendo la mirada perdida.

Cuando salió del Civic, se reforzó mentalmente lo mejor que pudo. Tenía una deuda con el pobre hombre, encontrando que necesitaba esforzarse para estar alerta, pero aparte de eso, no sentía ninguna presión. Lo había aclarado con Bella, solo eran amigos. Comprobándolo. Encantada de conocerte; nos vemos.

Cuál habría sido su actitud si no se hubiese distraído con la lotería médica – ruleta rusa que colgaba sobre su cabeza. Aparte del hecho que podría estar enferma otra vez, estaba muy lejos de tener práctica con todo eso de las citas y no buscaba volver a estarlo. ¿Quién necesitaba el drama? Muchos tipos solteros a principios de los treinta todavía andaban buscando diversión o habrían estado casados ya, y ella era la anti-diversión, del tipo murmullo-muerto. Seria por naturaleza, con alguna dura experiencia.

Y ella no parecía una fiesta, tampoco. Su poca notoria cabellera retirada hacia atrás en su cabeza estaba estirada y recogida con una goma. El suéter tejido irlandés de color crema que llevaba era holgado y caliente. Sus pantalones color caqui eran muy cómodos, sus zapatos planos, marrones y rallados en los dedos de los pies. Probablemente parecía la madre que nunca sería.

Cuando entró andando en el restaurante, se dirigió a la encargada y fue dirigida hacia un reservado en la esquina de atrás. Cuando dejó su bolso, olió a pimientos verdes y cebollas y miró hacia arriba. Una camarera con una bandeja de acero se movía rápidamente.

El restaurante estaba ocupado, una gran cacofonía levantándose por todo el lugar. Mientras los camareros bailaban por todos lados con bandejas de comida humeante o de platos usados, las familias y las parejas y los grupos de amigos se reían, hablaban, discutían. El alocado caos la impresionó más que de ordinario, y sentada allí sola se sintió completamente aparte, un problema difícil entre las personas.

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