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Hal abrió la puerta del pasajero y la ayudó entrar al interior. Cuando él se deslizó en el asiento del conductor, ella miró alrededor en el prístino interior para evitar ser atrapada por su perfil.

El GTO gruñó cuando él puso la primera y condujo por el pequeño camino parando en la señal de la Ruta 22. Él miró ambos lados del camino y luego aceleró hacia la derecha, el creciente sonido del motor y la caída eran como una respiración cuando puso los cambios una y otra vez mientras viajaban.

– Es un coche espectacular. -Dijo ella.

– Gracias. Mi hermano lo volvió a hacer para mí. A Tohr le gustan los coches.

– ¿Cuántos años tiene tu hermano?

Hal rió fuerte. -Bastante viejo.

– ¿Más viejo que tú?

– Yup.

– ¿Eres el más joven?

– No, no es así. No somos hermanos porque no nacimos de la misma mujer.

Dios, él tenía un extraño modo a veces de reunir las palabras.- ¿Fuisteis adoptados por la misma familia?

Él asintió con la cabeza. -¿Tienes frío?

– Ah, no. – Ella se miró las manos. Estaban profundamente clavadas en su regazo, sus hombros encorvados hacia adelante. Lo cual explicaba por que él pensaba que tenía frío. Intentó aflojarse. -Estoy bien.

Ella miró el parabrisas. La doble línea amarilla en el camino brillaba por los focos. Y el bosque llegaba hasta el borde del asfalto. En la oscuridad, la ilusión de túnel era hipnótica, sintiendo como si la Ruta 22 continuara para siempre.

– ¿Es muy rápido este coche? -Murmuró ella.

– Muy rápido.

– Enséñamelo.

Ella sintió su mirada como un dardo atravesándola en el asiento. Entonces el cambió, aceleró y los puso en órbita.

El motor rugió como un ser vivo, el coche vibraba mientras los árboles parecieron una negra pared. Iban más y más rápido, pero Hal permaneció con absoluto control cuando abrazaron las curvas apretadamente, serpenteándolas por la carretera.

Cuando él comenzó a reducir la velocidad, ella puso su mano sobre su duro muslo. -No pares.

Él vaciló durante un momento. Entonces continuó y conecto el estéreo. “Dream Weaver”, aquel himno de los años setenta, inundó el interior del coche hasta niveles estridentes. Pisó fuerte el acelerador y el coche explotó, llevándolos a gran velocidad por la vacía e interminable carretera.

Mary bajó su ventana, dejando que entrara el aire. La ráfaga enredó su cabello y refrescó sus mejillas y la despertó del entumecimiento en el que la había dejado la doctora. Comenzó a reír y aun cuando podía oír que había un punto de histerismo en su voz, ella no se preocupó. Sacó su cabeza al frío, gritando al viento.

Y permitió al hombre y al coche que se la llevaran.

********

El Sr. X observó a sus dos nuevos principales escuadrillas cuando entraron en la cabaña para otra reunión. Los cuerpos de los lessers absorbieron el espacio libre encogiendo el tamaño del cuarto y satisfaciéndolo ya que tenían bastantes músculos para cubrir la línea de combate. Les había pedido que volvieran por los motivos de puesta al día habituales, pero también quería ver en persona como ellos habían reaccionado ante las noticias de que el Sr. O era ahora su responsable.

El Sr. O entró el último en el interior, y fue directamente a la entrada del dormitorio, apoyándose contra el marco casualmente, sus brazos cruzados sobre su pecho. Sus ojos eran agudos, pero ahora eran reservados, una reticencia que era mucho más útil de lo que hubiese sido su cólera. Parecía como si un cachorro peligroso hubiera entrado en el salón, y si la tendencia continuaba, ellos tenían suerte. El Sr. X necesitaba un segundo al mando.

Con las últimas pérdidas que habían tenido, tenía que concentrarse en reclutar y ese era un trabajo a jornada completa. Escogiendo a los candidatos correctos, trayéndolos a bordo, rompiéndolos en cada paso del proceso requería concentración y recursos dedicados. Pero mientras él rellenaba las filas de la sociedad, no podía permitir el rapto y la estrategia de persuasión que había presentado para perder ímpetu. Y la anarquía entre los asesinos no era algo que él tolerara.

Sobre muchos niveles, O tenía buenas calificaciones para ser un hombre correcto. Era comedido, despiadado, eficiente, de mente despejada: un agente de poder que motivaba a los otros con el miedo. Si Omega hubiera logrado aspirar su rebelión, estaría cerca de la perfección.

Era tiempo de que comenzara la reunión. -Sr. O, hable a los otros sobre las propiedades.

El lesser comenzó su informe sobre las dos extensiones de terreno que había visitado durante el día. El Sr. X ya había decidido comprar ambos con dinero en efectivo. Y mientras aquellas transacciones se cerraban, él iba a ordenar a las cuadrillas que erigieran un centro de persuasión sobre treinta hectáreas rurales que ya poseía la Sociedad. El Sr. O en última instancia sería el responsable del lugar, pero como el Sr. U había supervisado los proyectos del edificio en Connecticut, él haría un resumen informativo sobre las fases de construcción del centro.

Los objetivos de la asignación incluirían la velocidad y la conveniencia. La Sociedad necesitaba otros lugares para trabajar, sitios aislados, seguros y calibrados para su trabajo. Y ellos los necesitaban ahora.

Cuando el Sr. O se calló, el Sr. X delegó la construcción del nuevo centro en él y les ordenó a los hombres que salieran a las calles durante las tardes.

El Sr. O se retrasó.

– ¿Tenemos algún negocio? -Preguntó el Sr. X -¿Algo más ha fracasado?

Aquellos ojos marrones llamearon, pero el Sr. O no se quebró. Más pruebas de mejoras.

– Quiero construir algunas unidades de almacenaje en la nueva instalación.

– ¿Para qué? Nuestro objetivo no es mantener a los vampiros como animales domésticos.

– Espero tener más de un sujeto a la vez y quiero mantenerlos todo lo que pueda. Pero necesito algo dónde ellos no puedan desmaterializarse y tiene que estar protegido de la luz solar.

– ¿Qué tiene usted en mente?

La solución que el Sr. O detalló no solo era factible, pero era eficiente.

– Hágalo. -Dijo el Sr. X, sonriendo.

Capítulo 18

Cuando Rhage entró en el aparcamiento del Excel, condujo directo hacia los aparcacoches. Aunque el GTO no tenía un embrague delicado, él no le iba a dejar las llaves a nadie más. No con la clase de armas y municiones que llevaba en el maletero.

Él escogió un lugar en la zona trasera, uno que estaba en el lado correcto de la puerta lateral. Cuando giró la llave de contacto, se quitó el cinturón de seguridad y…

Y no hizo nada con ello. Sólo se quedó allí sentado, su mano en el clip.

– ¿Hal?

Él cerró los ojos. Dios, daría cualquier cosa solo por oírle decir su verdadero nombre. Y él quería…maldición, la quería desnuda en su cama, su cabeza sobre su almohada, su cuerpo entre sus sábanas. Quería tomarla en privado, solos ellos dos. Ningún testigo, ningún escudo en su abrigo. Nada de público, ninguna acción rápida en el pasillo o en el cuarto de baño.

Quería sus uñas en su trasero y su lengua en su boca y sus caderas meciéndose debajo suyo hasta que lo hiciera con tal fuerza que viera las estrellas. Entonces quería dormir con ella entre sus brazos. Y despertarse, comer y hacer el amor otra vez. Conversar en la oscuridad sobre cosas estúpidas y serias…

Oh, Dios. Estaba vinculándola a él. La vinculación pasaba.

Había oído a los hombres que podía ser así. Rápido. Intenso. Sin lógica. Solo poderosos instintos primordiales consumiéndolos, uno de los más fuertes impulsos físicos de poseerla y marcarla en el proceso para que otros hombres supieran que ya tenía un compañero. Y quería que se quedaran jodidamente lejos de ella.

Miró el cuerpo de ella. Y comprendió que mataría a cualquier miembro de su sexo que intentara tocarla, estar con ella o amarla.

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