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Aunque si alguien veía algo, tomaría solo un momento eliminar el descubrimiento. No sería una gran sorpresa para la comunidad, en cualquier caso. La basura blanca tenía un camino para descubrir sus tumbas. Junto con esposas golpeadas y chupar cerveza, morir debía ser probablemente solo otra competencia principal.

O recogió un cuchillo y pasó un paño sobre la negra sangre de E eliminándola de la hoja.

El sótano no era muy grande y el techo era bajo, pero había espacio suficiente para la vieja mesa que usaban como estación de trabajo y para el estropeado aparador dónde conservaban sus instrumentos. De todos modos, O pensaba que no era la instalación correcta. Era imposible guardar seguramente a un vampiro aquí, y eso quería decir que perdían una importante herramienta de persuasión. El tiempo desgastaba las facultades físicas y psíquicas. Si la influencia era la correcta, el paso de los días tenía tanto poder como cualquier otra cosa con la que pudieras romper un hueso.

O quería algo fuera en el bosque, lo suficientemente grande de manera que pudiese conservar a sus cautivos durante un período de tiempo. Como los vampiros se hacían humo con el amanecer, tenían que ser mantenidos protegidos del sol. Pero si los encerrabas en un cuarto, entonces corrías el riesgo de su desmaterialización fuera de tus manos. Él necesitaba una jaula de acero para ellos.

Arriba, se cerró la puerta trasera y unos pasos bajaban por las escaleras.

El Sr. X caminó bajo una bombilla desnuda.

El Fore-lesser medía aproximadamente 1,95 y su constitución era como la de un defensa de fútbol americano. Como al igual que todos los asesinos que habían estado en la Sociedad durante mucho tiempo, era muy pálido. Su pelo y su piel eran del color de la harina, y sus iris eran tan claros e incoloros como el cristal de una ventana. Como O, él se vestía con el equipo estándar de los lessers. Pantalones cargo negros y un jersey negro de cuello alto con las armas escondidas bajo una chaqueta de cuero.

– Entonces, dime, Sr. O, ¿Cómo fue el trabajo?

Como si el caos en el sótano no fuese suficiente explicación.

– ¿Yo estoy al cargo de ésta casa? -Preguntó O.

El Sr. X caminó casualmente hacia el aparador y cogió un cincel. -Por así decirlo, sí.

– ¿Entonces me permites asegurarla para – él movió su mano alrededor del desorden – qué no ocurra otra vez?

– ¿Qué ocurrió?

– Los detalles son aburridos. Un civil escapó.

– ¿Sobrevivirá?

– No lo sé.

– ¿Estabas aquí cuando ocurrió?

– No.

– Cuéntamelo todo. -El Sr. X sonrió cuando el silencio se extendió. -Sabes, Sr. O, tu lealtad podría llevarte a tener problemas. ¿No quieres que castigue a la persona correcta?

– Quiero encargarme por mí mismo.

– Estoy seguro de que lo harás. Excepto que si no me lo dices, podría tener que sacar el costo del fracaso de tu pellejo de todas formas. ¿Lo vale?

– Si tengo permiso para hacer lo que quiera con el responsable de la fiesta, entonces sí.

El Sr. X sonrió. -Sólo puedo imaginar que podría ser.

O esperaba, mientras miraba la cabeza del afilado cincel cogido suavemente mientras el Sr. X paseaba alrededor del cuarto.

– Te emparejé con el hombre incorrecto ¿verdad? -El Sr. X murmuró mientras recogía un par de esposas del suelo. Él las dejó caer sobre el aparador. -Pensé que el Sr. E podría elevarse a tu nivel. No lo hizo. Y me alegra que vinieras a mí primero antes de que lo disciplinaras. Ambos sabemos cuánto te gusta trabajar independientemente. Y cuánto me disgusta a mí.

El Sr. X lo miraba sobre su hombro, sus ojos fijos en O. -En vista de todo esto, particularmente porque te acercaste a mí primero, puedes tener al Sr. E.

– Quiero hacerlo con audiencia.

– ¿Tú escuadrón?

– Y otros.

– ¿Tratando de probarte a ti mismo otra vez?

– Elevando el nivel.

El Sr. X sonrió fríamente. -Eres un pequeño bastardo arrogante, ¿verdad?

– Soy tan alto como vosotros.

Repentinamente, O se encontró incapaz de mover sus brazos o sus piernas. El Sr. X había utilizado esa mierda paralizadora antes, por lo que no era totalmente inesperado. Pero el tipo todavía tenía el cincel en su mano y se acercaba.

O se opuso al agarre, sudando mientras luchaba y no lograba nada.

El Sr. X se inclinó de manera que sus pechos se tocaban. O sintió que algo rozaba su culo.

– Diviértete, hijo. -Murmuró el hombre en el oído de O. -Pero hazte un favor a ti mismo. Recuerda que por muy largos que sean tus pantalones, tú no eres yo. Te veré más tarde.

El hombre caminó a grandes pasos por el sótano. La puerta arriba se abrió y se cerró.

Tan pronto como O pudo moverse, metió la mano en su bolsillo de atrás.

El Sr. X le había dado el cincel.

Rhage salió del Escalade y escudriñó la oscuridad alrededor del One Eye, esperando que un par de lessers los asaltasen. No esperaba tener suerte. Él y Vishous habían patrullado durante las horas nocturnas, y no habían conseguido nada. Ni siquiera un vistazo. Era condenadamente extraño.

Y para alguien como Rhage, quien dependía de luchar por razones personales, también era infernalmente frustrante.

Como todas las cosas, sin embargo, la guerra entre La Lessening Society y los vampiros eran cíclicas, y actualmente estaban de baja. Tenía sentido. Allá por julio, La Hermandad de la Daga Negra había atacado el centro local de reclutamiento de la Sociedad, junto con diez de sus mejores hombres. Claramente, los lessers hacían un reconocimiento del terreno.

Gracias a Dios, había otras formas de quemar su frustración.

Él miró hacia el creciente nido de depravación que era actualmente la guarida Descanso y Relajación de La Hermandad. El One Eye estaba al borde del pueblo, por lo que la gente de su interior eran motoristas y tipos que trabajaban en la construcción, tipos duros que tendían a la brutalidad en vez de hacia la suave persuasión. El bar era tu estándar de cuchitril húmedo. Un solo piso construido con alrededor un collar de asfalto. Camiones, sedanes americanos, y Harleys aparcaban en el espacio. Con diminutas ventanas, los signos de la cerveza brillaban rojo, azul y amarillo, el logotipo de Coors y Bud Light y Michelob.

No Coronas o Heinekens para estos chicos.

Cuando cerró la puerta del coche, su cuerpo temblaba, su piel picaba, sus gruesos músculos crispados. Extendió sus brazos, tratando de ganar un poco de alivio. No se sorprendió cuando no hubo diferencia. Su maldición arrojaba su paso alrededor, llevándolo a un territorio peligroso. Si no encontraba algún tipo de liberación pronto, entonces iba a tener serios problemas. Caramba, él iba a ser un serio problema.

Muchas gracias, Scribe Virgin.

Era suficientemente malo haber nacido con demasiado poder físico, un jodido regalo fuerte que nunca había apreciado o explotado. Pero entonces él había disgustado mucho a la mística mujer que tuvo el dominio sobre su estirpe. Hombre, ella solo había estado demasiado feliz de poner otro estrato de mierda en el abono con el que él había nacido. Ahora, si él no se quitaba de encima la cólera de forma regular, entonces se volvía mortífero.

Las peleas y el sexo eran las únicas dos liberaciones que se lo sacaban, y él las usaba como un diabético a la insulina. Una corriente estable de ambas ayudaba a mantenerle a nivel, pero no siempre resolvía el problema. Y cuando lo perdía, las cosas se ponían mal para todo el mundo, incluido él mismo.

Dios mío, él estaba cansado de ser golpeado en el interior de su cuerpo, manejando sus demandas, haciendo un intento para no caer en una inconsciencia brutal. Ciertamente, su despampanante cara y la fuerza eran excelentes y buenas. Pero habría intercambiado ambas por un cuerpo flaco, huesudo y feo, si hubiese tenido alguna paz. Caramba, no podía recordar que era la serenidad. Incluso no podía recordar quién era.

La desintegración de sí mismo se había puesto en marcha bastante rápido. Después de solo un par de años de maldición, había dejado de esperar cualquier alivio verdadero y simplemente había intentado sobrevivir sin herir a nadie. Entonces fue cuando había empezado a morir por dentro, y ahora, unos cien años más tarde, estaba en su mayor parte entumecido, nada más que un escaparate brillante y encanto vacío.

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