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– Lo pensaré -dijo y volvió al informe. Ryan soltó con suavidad el aire que había estado conteniendo.

– Atkins traerá su propio director musical -prosiguió ella, pensando en Link-. Y a su equipo y los aparatos para los trucos. De haber algún problema, será que colabore con nuestra gente de pre-producción y sobre el escenario. Le gusta hacer las cosas a su manera.

– Eso siempre tiene arreglo -murmuró Swan-. Ross será el coordinador de producción -añadió y de nuevo miró a Ryan a los ojos.

– Eso tengo entendido -contestó con firmeza ella-. No estoy en posición de cuestionar tu elección, pero creo que si soy la productora de este proyecto, debería ser yo quien elija con qué equipo trabajo.

– ¿No quieres trabajar con Ross? -preguntó Swan como si Ned no estuviese sentado al lado de ella.

– Creo que Ned y yo trabajaremos bien juntos. Y estoy segura de que Coogar sabe qué cámaras quiere que trabajen con él. Sería absurdo no atender a sus preferencias. Sin embargo -añadió imprimiendo cierta dureza en el tono de voz-, yo también sé con quién quiero trabajar en este proyecto.

Swan se recostó en el sofá y soltó una bocanada del humo del puro. El color de sus mejillas presagiaba un estallido de ira.

– ¿Se puede saber qué sabes tú de producción? -le preguntó.

– Lo suficiente para llevar este especial y hacer de él un éxito -contestó Ryan-. Justo lo que me dijiste que hiciera hace unas semanas.

Swan había tenido tiempo para arrepentirse del impulso que le había hecho aceptar las condiciones que Pierce había impuesto.

– Aparecerás como productora en los créditos -dijo Swan secamente-. Pero harás lo que se te mande.

Ryan sintió un temblor en el estómago, pero no perdió la compostura.

– Si no me necesitas en el proyecto, sácame de él ahora -Ryan se levantó despacio-. Pero si me quedo, no me voy a conformar con ver cómo sale mi nombre en la pantalla. Sé cómo trabaja este hombre y sé cómo funciona este mundo. Si esto no es suficiente para ti, búscate a otra persona.

– ¡Siéntate! -le gritó Swan. Ned se hundió un poco más en su asiento, pero Ryan permaneció de pie-. No te atrevas a ponerme ultimátums. Llevo cuarenta años en este negocio. ¡Cuarenta años! ¿Y tú dices que sabes cómo funciona este mundo? Sacar adelante un espectáculo en directo no es como cambiar un maldito contrato. No puedo permitir que una niña histérica me venga corriendo cinco minutos antes de estar en el aire para decirme que hay un fallo técnico.

Ryan contuvo la rabia que sintió al oír las palabras de su padre, tragó saliva y respondió con frialdad.

– No soy una niña histérica y nunca he ido corriendo a ti para pedirte nada.

Swan la miró totalmente estupefacto. La punzada de culpabilidad no hizo sino echar fuego a la mecha.

– Te estás sobrepasando -le advirtió al tiempo que cerraba la carpeta del dossier-. Te estás sobrepasando y no te va a servir de nada. Vas a seguir mis consejos y punto.

– ¿Consejos? -replicó Ryan. Los ojos le brillaban con una mezcla conflictiva de emociones, pero su voz permaneció firme-. Siempre he respetado tu opinión, pero hoy todavía no he oído ningún consejo. Sólo órdenes. No quiero ningún favor de ti -concluyó al tiempo que se daba la vuelta y se encaminaba hacia la puerta.

– ¡Ryan! -la llamó iracundo su padre. Nadie, absolutamente nadie, dejaba a Bennett Swan con la palabra en la boca-. ¡Vuelve aquí y siéntate ahora mismo, jovencita! -gritó en vista de que ella no obedecía.

– No soy ninguna jovencita -respondió Ryan, girando el cuello-. Soy tu empleada.

Bennett la miró desconcertado. ¿Qué podía responder a eso? Movió una mano con impaciencia apuntando hacia una silla.

– Siéntate -repitió. Pero Ryan siguió plantada en la puerta-. Que te sientes -insistió con más exasperación que genio.

Ryan regresó y volvió a su asiento.

– Toma las notas de Ryan y empieza a elaborar un presupuesto -le dijo a Ned.

– Sí, señor -contestó éste, agradecido por la oportunidad de salir del despacho.

Swan esperó a que cerrase la puerta antes de mirar de nuevo a su hija.

– ¿Qué es lo que quieres? -le preguntó por primera vez en su vida. Ambos se dieron cuenta de semejante verdad al mismo tiempo.

Ryan se dio unos segundos para separar los sentimientos personales de lo profesional.

– El mismo respeto que le muestras a cualquier otro productor.

– No tienes experiencia -señaló él.

– No -concedió Ryan-. Ni la tendré nunca si me atas las manos.

Swan exhaló un suspiro, vio que el puro no tiraba más y lo soltó en el cenicero.

– Hay una fecha provisional para la emisión: el tercer domingo de mayo, de nueve a diez.

– Eso sólo nos deja dos meses de plazo.

– Quieren que sea antes de la temporada de verano -contestó Swan tras asentir con la cabeza-. ¿Para cuándo puedes tenerlo listo?

– A tiempo -respondió Ryan sonriente-. Quiero a Elaine Fisher de artista invitada.

– ¿Eso es todo? -preguntó él con reservas, escudriñándola con la mirada.

– No, pero es un comienzo. Tiene talento, es guapa y tiene tan buena acogida entre las mujeres como entre los hombres. Además, tiene experiencia en teatro y actuaciones en directo -contestó Ryan mientras su padre fruncía el ceño sin decir nada-. Esa mirada cándida es el contraste perfecto para Pierce.

– Está rodando en Chicago.

– La película termina la semana que viene -contestó con seguridad Ryan-. Y tiene contrato con Swan. Si el rodaje se retrasa una semana o dos, tampoco pasa nada. Además, sólo la necesitaremos unos días en California. El reclamo principal sigue siendo el propio Pierce -añadió en vista de que su padre permanecía callado.

– Tiene otros compromisos -comentó Swan al cabo de unos segundos.

– Hará un hueco.

– Llama a su representante.

– Enseguida. Organizaré una reunión con Coogar y volveré a informarte después -Ryan se levantó de nuevo. Dudó un instante, pero se dejó llevar por un impulso, rodeó la mesa y se puso junto a la silla de su padre-. Llevo años viéndote trabajar: no espero que tengas en mí la misma confianza que en ti mismo o en alguien con experiencia. Y si me equivoco en algo, no quiero que me pasen nada por alto. Pero si hago un buen trabajo, y te aseguro que voy a hacer un buen trabajo, quiero tener la certeza de que he sido yo quien lo ha hecho, no aparecer en los créditos simplemente.

– Quieres que sea tu espectáculo -dijo él sin más.

– Exacto Ryan asintió con la cabeza-. Hay muchas razones por las que este proyecto es especialmente importante para mí. No puedo prometerte que no vaya a cometer errores, pero sí te prometo que nadie va a trabajar más que yo.

– No dejes que Coogar te maree -murmuró Bennett después de un momento-. Le gusta volver locos a los productores.

– Ya me lo han contado, tranquilo -Ryan sonrió. Luego, una vez más, hizo intención de marcharse. Pero se acordó: tras un instante de vacilación, se agachó para darle un beso a su padre en la mejilla-. Gracias por los pendientes. Son preciosos.

Swan los miró. El joyero le había asegurado a su secretaria que eran un regalo adecuado y una buena inversión. ¿Qué le había puesto en la nota que le había enviado?, se preguntó. Abochornado por no recordarlo, decidió que le pediría una copia a la secretaria.

– Ryan…

Swan le agarró una mano. Ella parpadeó, sorprendida ante aquel gesto de afecto, y él bajó la mirada hacia sus propios dedos. Había oído toda la conversación entre Ned y su hija antes de entrar en el despacho. Lo había irritado, perturbado y, en ese momento, al ver a su hija tan asombrada por estar agarrándole la mano, le resultaba frustrante.

– ¿Lo has pasado bien en Las Vegas? -preguntó finalmente, no ocurriéndosele otra cosa que decir.

– Sí -contestó Ryan. No sabiendo qué decir a continuación, decidió volver a los negocios-. Creo que ha sido un acierto ir. Ver trabajar a Pierce me ha dado la oportunidad de tener una buena perspectiva. Me he dado una imagen mucho más global de lo que puede abarcarse viendo sólo cintas de vídeo. Y he tenido ocasión de conocer a la gente que trabaja con él, lo que no nos vendrá mal cuando tengan que colaborar conmigo… Mañana te presentaré un informe mucho más conciso finalizó tras bajar un instante la mirada hacia las manos de ambos, aún entrelazadas.

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