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– No entiendo que eso sea motivo de preocupación y no lo sea, pongamos por caso, cómo se otorga a Arcturus un papel aparte en el razonamiento -dijo Ígur, y Silamo intervino.

– Es la Ley del Laberinto. El Uno pertenece al centro, por definición.

– Obtuvimos estas posiciones -prosiguió Debrel-, y a partir de ellas construimos por proyección los discos con las perforaciones pertinentes -se los mostró-; la cuestión de la medida y las distancias se resolvió en seguida por reducción: sabiendo la medida del Rotor y, por lo tanto, el diámetro de admisión, y la distancia del disco receptor de base, las únicas medidas razonables eran éstas, y la ranura correspondiente al disco de interposición queda también determinada. -Ígur pensó que en realidad todo era lo bastante relativo como para plantarse en la plataforma de Entrada habiendo hecho testamento-. A partir de ahí buscamos una razón definitiva para escoger una solución en vez de otras. -Miró a Silamo y se rió.

Ígur Neblí - pic_5.jpg

– Y no encontramos ninguna -dijo el discípulo, dejando que el geómetra prosiguiera.

– Hasta que no recurrimos a los poemas de la Cabeza Profética -pusieron las copias encima de la mesa-. En el primer verso del segundo, que dice: «Yo y el Piloto en la Estrella», es la Cabeza Profética la que habla y, por extensión, Algol, y el Piloto es Canopus. Fijaos que en la solución correspondiente al giro, las posiciones de Algol y Canopus corresponden a la proyección vertical del Pentágono estrellado de base, por lo tanto se trata de la acertada. Y no es incoherente, porque la centralidad de Canopus dentro de los Tres queda destacada ocupando el ojo superior, con los demás en los vértices inferiores, el Uno en medio de la figura y los Dos en los vértices más separados, confirmado a su vez por el poema, en este caso por el segundo verso «Y los contrarios se han de alejar», aunque yo más bien creo que se trata de la figura de interposición, en la que efectivamente Thuban y Aldebarán corresponden a los dos orificios más separados; el tercer verso remarca la presencia de Arcturus en el centro del Pentágono, desde donde, sin duda, todos se le enfrentan. Respecto al cuarto verso, mucho me temo que carece de proyección en esta parte del Laberinto, y tendrá que obtenerse el significado en el interior.

– Sin perjuicio, me imagino -dijo Guipria-, de que también los tres versos anteriores se proyecten en el interior del Laberinto.

– Efectivamente -dijo Debrel, y se dirigió a Ígur-: dentro del Laberinto no debes obsesionarte por si te han quedado versos o cualquier otro dato por localizar; normalmente se incluyen elementos de camuflaje, que en el momento adecuado hay que saber diferenciar.

– ¿Y el primer poema? -preguntó Ígur, pensando en cómo se podría distinguir la belleza entre las estrellas, y si el último verso no se referiría a su vida.

– Es más complicado -dijo Debrel-. Parece estar claro que el Leopardo es cabalgado por Dioniso, y la referencia es Vindemiatrix. Las mayúsculas del primer verso indican Noel, pero también León, y tanto una cosa como otra tienen proyecciones astrales, o por lo menos en el calendario, tanto en un caso como en otro, en el mismo sentido: son signos solares; pero sin otros datos no veo cómo afectan a la solución. -Y aunque se refiera a mi vida, pensó Ígur, ¿quién es la más bella? ¿Fei o Sadó? ¿Y quién es el que huye a quien yo he de coger?-. El segundo verso es especialmente curioso: «Que UNo de los Dos, de los Tres con la PROcura»; parece que, por lo tanto, hay que desestimar la utilidad de Vindemiatrix en beneficio de uno de los Dos, es decir, Thuban o Aldebarán, porque parece claro que los Dos son los Dos, y los Tres son los Tres; pero la procura de los Tres se mantiene -Ígur miró a Sadó, y ella le sonrió-; las mayúsculas de UNo se me escapan, quizá haya que invertir la palabra y obtener NÚ, con lo que, atendiendo al último verso, el poema entra en la autorreferencia. Más enigmáticas son las tres mayúsculas iniciales de la PROcura, palabra con tantas referencias, y en concreto, yo creo, sobre el poder. Al principio pensamos en Procyon, pero eso cuestionaba la selección final de estrellas, hasta que caímos en la cuenta del nombre griego de Vindemiatrix, el precursor de la vendimia que más tarde será Almuredín; si hubiera sido Procyon, la C que ocupa el cuarto lugar de 'procura' se habría asimilado a la kappa de , y además el hecho de ser tres las mayúsculas confirmaba que el poder de Vindemiatrix, una vez resuelta su discriminación inicial en favor de uno de los Dos, no debe ser olvidado. El tercer verso es el más oscuro de todos, y lo cierto es que Silamo y yo no vemos otra posibilidad que el interior del Laberinto. Tu divisa, Ígur, es el hacha doble, y encontrarás alguna referencia a ella en la parada final dentro de la Falera; pero no hay que olvidar la posibilidad de que ahora la divisa para TU presente sea el propio poema, que procede de la Cabeza Profética, y por lo tanto desentraña el dilema sobre quién es uno de los Dos en favor de Algol. El último verso, en cambio, es tan rico en posibilidades que lo que resulta difícil es escoger.EL OSo es claramente Arctos, aquel a quien vigila Arcturus, pero también es el SOL, el astro rey.

– ¿Y cuál es la solución acertada? -preguntó Guipria aburrida.

– ¿Quién lo sabe? Una de ellas, más de una… ¡Todas, ninguna! -dijo Debrel-. El final es la parte más curiosa de todas, porque «Al BlanCO cuerpo deSNUdo» es una clara referencia a los versos '', recogidos por Virgilio: 'nudus ara, sere nudus', donde, por cierto, la alusión es al Bootes, es decir, a la constelación de Arcturus, con una metarreferencia, dentro del mismo verso, al Oso. Pero el pasaje es aún más curioso, y la solución -miró a Silamo y rieron- se nos presentó casi por casualidad. Fijaos que 'Al BlAnCo cuerpo deSNUdo" contiene siete letras mayúsculas; pues bien, si las situamos en un heptágono regular y construimos el estrellado cada cinco vértices -lo ilustró sobre el papel-, obtenemos CANOBUS, que constituye una aproximación aún más fiel a la grafía original .

– ¿Seguro que Canopus es al que tiene que vencer? -preguntó Guipria-. Porque gramaticalmente la transposición resulta más bien equívoca: "Que allí do arribéis, divisa para TU presente/AL OSo vencerás, CANOBUS.'

Con la observación de Guipria en mente, Ígur miró a Sadó; es como el caso de la diagonal del cubo que le discutía a Debrel: falsear el conjunto de la figura para obtener un detalle coincidente con la realidad.

– No, no -dijo Debrel-, creo que Canopus es de alguna forma el propio emblema de Ígur, es él mismo -sonrió con tristeza-. Lo que no sé es hasta qué punto tendrá que vencerse a sí mismo.

Porque en esas operaciones siempre se pierde, supuso Ígur después de un silencio; la conversación derivó hacia interpretaciones más literarias, y pareciéndole a Ígur que tenían poca relación práctica con la Entrada al Laberinto, desconectó para perderse en pensamientos y observaciones caprichosas. La velada se alargó, Guipria dijo que estaba cansada y se retiró; los demás continuaron hasta más tarde, y ya pasadas las primeras horas, Sadó llevó algo más de cena que apeteció mucho a Ígur, y Debrel y Silamo se excusaron y se levantaron. Como era una noche inhóspita, Debrel ofreció a Silamo y a Ígur quedarse a dormir, y ambos aceptaron, el primero de inmediato, y dejó solos a Ígur y Sadó en el salón del último piso, uno con buen apetito, ella sólo picando de vez en cuando acompañándolo, eso sí, en la bebida. Al principio, a él le pareció que lo más conveniente era irse a dormir cuanto antes, ya que la compañía de ella obedecía más al compromiso de la cortesía que, orgulloso como era Ígur y poco propenso a alimentar ilusiones inútiles, al verdadero deseo de que se quedaran a solas, pero poco a poco se despejaron las distancias, y no hubo más reticencias y ambigüedades que las destinadas a complacer la expectativa.

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