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– La semana pasada -murmuro el jefe-, Kyra y Brandy vinieron a comer con nosotros, me costaba mucho apartar los ojos de la niña. Cuando la miraba, la veía desnuda, como en los sueños. Tan esbelta. Tan frágil. Vulnerable. Me empezó a excitar su vulnerabilidad, su ternura, su debilidad, y tuve que reprimirme ante Kyra y Brandy. Ante Louisa. Quería… quería… necesitaba…

De repente me sobresaltó un sollozo: olas de pena y desespero volvieron a inundarle, como las que le habían inundado cuando había empezado a hablar. Su pavorosa necesidad, su obsceno deseo, se ahogaban en aquella marea de sufrimiento y autodestrucción.

– Una parte de mi quiere matarse -dijo Stevenson- pero solo la parte mas pequeña, la parte mas pequeña y débil, el fragmento que todavía queda del hombre que fui. El predador en el que me he convertido nunca se matará. Nunca. Está demasiado vivo.

Cerró la mano izquierda en un puño, se lo llevó a la boca abierta y se lo puso entre los dientes; mordió con tanta fiereza los dedos cerrados que no me hubiera sorprendido que hubiera brotado sangre, y mordía y sofocaba los sollozos mas dolorosos que había oído en mi vida.

En la nueva persona en que se había convertido Lewis Stevenson, no había nada de la calma y rectitud que le convirtieron en la imagen de la autoridad y la justicia. Al menos no aquella noche, no en ese humor sombrío que le atormentaba. Una emoción destemplada parecía recorrerle, corrientes dispares, sin intervalos de aguas tranquilas, con las mareas siempre en movimiento, batiendo.

La piedad ocupó el espacio del temor y estuve a punto de alargar la mano hasta su hombro para consolarlo, pero me reprimí porque sentí que el monstruo que había estado escuchando hacía un instante no se había desvanecido ni estaba encadenado.

Apartó el puño de la boca y giró el rostro hacia mí. Un rostro desencajado por un tormento de tal calibre, por una agonía del corazón y de la mente tal, que tuve que apartar la vista.

Él también la apartó y la fijó de nuevo en el parabrisas y cuando el laurel derramó otro puñado de niebla liquida, los sollozos se fueron dilatando hasta que pudo volver a hablar.

– Desde la semana pasada he estado dando excusas para no visitar a Kyra, para no acercarme a Brandy -al principio un temblor distorsionó sus palabras, pero desapareció rápidamente y fue reemplazado por la hambrienta voz del troll desalmado- Algunas veces, por la noche, cuando me domina este endemoniado humor, cuando en mi interior aparece una sensación fría y hueca y quiero gritar y no parar nunca de gritar, pienso en como voy a llenar ese vacío. La única manera de detener esta horrible sensación que me roe las entrañas… es hacer lo que me hace feliz en los sueños. Y voy a hacerlo. Más pronto o más tarde. Lo haré. Más pronto o más tarde -la marea de emociones se había transformado de un sentimiento de culpa y de angustia a un regocijo tranquilo y demoníaco- Voy a hacerlo y lo haré. He estado buscando niñas de la edad de Brandy, de nueve o diez años, tan esbeltas como ella, tan bonitas como ella. Estaré a salvo si empiezo con alguna que no tenga ninguna relación conmigo. A salvo, pero no menos satisfecho. Me sentiré bien. Me sentiré muy bien, el poder, la destrucción, abriré los grilletes que me sujetan a la vida superare los muros, seré totalmente libre, totalmente libre por fin. Morderé a esa niña cuando esté a solas conmigo, la morderé y la morderé. En sueños les lamo la piel, que tiene un gusto salado y luego las muerdo y siento sus gritos vibrando en mis dientes.

Aun bajo la mortecina luz, observé las maniacas pulsaciones latiendo en sus sienes. Tenía los músculos de las mandíbulas abultados y el extremo de la boca se retorcía con excitación. Parecía más animal que humano o algo menos que ambas cosas.

Cerré la mano en la Glock con tanta fuerza que me dolió el brazo hasta el hombro. De pronto me di cuenta de que había deslizado el dedo hasta el gatillo y que corría el peligro de disparar un tiro involuntariamente, porque todavía no había ajustado perfectamente mi posición para dirigir el orificio del arma hacia Stevenson. Haciendo un considerable esfuerzo, retiré el dedo del gatillo.

– ¿Y que ha pasado para que le guste todo esto? -pregunte.

Al girar la cabeza la efímera luz brilló de nuevo en sus ojos. Su mirada, cuando el brillo de los ojos se apagó, era oscura y sanguinaria.

– Un chico trabajador -dijo misteriosamente- Un chico trabajador que no tendría que morir.

– ¿Por que me ha contado esos sueños y lo que le va a hacer a una niña?

– Porque, maldito hippie, te acabo de dar un ultimátum y quiero que comprendas lo serio que es esto, lo peligroso que soy, lo poco que tengo que perder y lo mucho que disfrutaré destripándote si se da el caso. Hay otros que no quieren que te toque.

– Por mi madre.

– ¿Así que ya lo sabes?

– No se lo que significa ¿Que tuvo que ver mi madre en todo esto?

– Hay otros que no quieren tocarte y que tampoco quieren que te toque yo. Pero si tengo que hacerlo, lo haré. Si sigues metiendo la nariz te abriré el cráneo, te arrancare el cerebro y lo echare a la bahía para alimentó de los peces ¿Crees que no lo haría?

– Le creo -conteste con sinceridad.

– Como el libro que escribiste fue un éxito quizá puedas hacer que ciertos periodistas te escuchen. Si haces alguna llamada e intentas propagar este problema, me meteré primero con esa puta y le retorceré las entrañas.

La referencia a Sasha me enfureció, pero a la vez me sobresalto tanto que me quedé en silencio.

Estaba claro que la advertencia de Roosevelt Frost había sido solo un aviso. Esta era la amenaza de la que Roosevelt, a exigencias del gato me había prevenido. La palidez había desaparecido del rostro de Stevenson y había sido sustituida por una afluencia de color como si en el momento en que había decidido someterse a sus sicóticos deseos, el frío y los espacios vacíos de su interior se hubieran llenado con fuego.

Alargó la mano al salpicadero y desconectó la calefacción del coche.

Ese hombre se iba a llevar a una niña antes de la próxima puesta de sol.

Hallé la suficiente seguridad en mi mismo para continuar preguntando mientras le apuntaba con la pistola que llevaba en el bolsillo.

– ¿Donde esta el cuerpo de mi padre?

– En Fort Wyvern. Tienen que hacerle la autopsia.

– ¿Por qué?

– No necesitas saberlo. Para poner punto y final a esta estúpida cruzadita que has empezado, te diré que lo mato un cáncer. Un tipo de cancer. No hay nadie de quien tengas que vengarte, como le dijiste a Angela Ferryman.

– ¿Por que debería creerle?

– Porque puedo matarte con tanta facilidad como darte una respuesta así es que ¿por que iba a mentir?

– ¿Que esta pasando en Moonlight Bay?

El jefe Stevenson emitió una risita parecida a esas que se oyen detrás de las paredes de un manicomio. Como si la perspectiva de una catástrofe le divirtiera, se enderezó en el asiento y pareció engordar cuando contestó.

– Toda la ciudad se va a ir derecha al infierno y el viaje será increíble.

– No es una respuesta.

– Es todo lo que me sacarás.

– ¿Quien mato a mi madre?

– Fue un accidente.

– Lo creía hasta esta noche.

Su sonrisita torcida, tan fina como una hoja de afeitar, se ensanchó.

– Está bien. Una cosa más si insistes. Tu madre fue asesinada, tal como sospechas.

El corazón me empezó a rodar, me pesaba tanto como una rueda de piedra.

– ¿Quien la asesino?

– Ella misma. Ella misma se mató. Se suicidó. Puso el Saturno a más de cien y se metió de cabeza en el estribo del puente. No fue un fallo mecánico. El acelerador no se clavó. Eso solo fue una historia que nosotros fabricamos para encubrirlo.

– Estas mintiendo hijo de puta.

Despacio, muy despacio, Stevenson se humedeció los labios, como si encontrara dulce su sonrisa.

– No miento Snow ¿Y sabes algo? Si hace dos años hubiera sabido lo que me iba a pasar, hasta que punto iban a cambiar las cosas, yo mismo habría matado a tu vieja. La hubiera matado porque formaba parte de todo eso. Me la hubiera llevado a algún sitio le hubiera arrancado el corazón, le hubiera rellenado el pecho de sal y la hubiera quemado en una estaca que es lo que se hace para estar seguro de que una bruja esta muerta. Porque ¿que diferencia existe entre lo que ella hizo y la maldición de una bruja? ¿Ciencia o magia? ¿Que importa cuando el resultado es el mismo? Entonces no sabía lo que iba a suceder, lo que ella había hecho, así que me evitó el problema apretó el acelerador y se incrustó en medio metro de cemento.

Me subió una nausea aceitosa porque había oído la verdad en su voz. Solo comprendí una fracción de lo que estaba diciendo y, sin embargo, fue demasiado.

– No tienes nada de que vengarte, hippie. Nadie asesino a tus padres. De hecho según como lo mires, lo hizo tú vieja se mató ella y mató a tu viejo.

Cerré los ojos. No podía soportar mirarlo, sobre todo porque había confesado que la muerte de mi madre le había dado una satisfacción y porque creía – ¿con razón?- que se había hecho justicia.

– Y ahora quiero que vuelvas a tu roca y vivas allí el resto de tus días. No podemos permitir que esto se propague. Si el mundo descubre lo que ha sucedido aquí, si lo de Wyvern y nosotros trasciende, los de afuera pondrán en cuarentena a todo el condado. Lo sellarán, matarán hasta el último de nosotros, quemarán todos los edificios, envenenaran a los pájaros, a los coyotes y a los gatos caseros, y luego es probable que lancen algunas bombas nucleares como medida de seguridad. Y todo sería para nada porque la plaga ya se ha extendido mas allá de este lugar hasta el otro extremo del continente y mas lejos aun. Nosotros somos la fuente original, los efectos son más llamativos aquí y se multiplican rápidamente aunque ahora se irá extendiendo sin nosotros. Y claro ninguno está dispuesto a morir porque lo exija uno de esos políticos chupópteros.

Cuando abrí los ojos observe que había levantado la pistola y me estaba apuntando con ella. El orificio estaba a poco más de medio metro de mi cara. Mi única ventaja era que el no sabía que iba armado; una ventaja significativa solo si yo era el primero en apretar el gatillo.

Sabía que no daría demasiados resultados pero de todos modos intenté discutir con él, quizá también porque era la única manera de olvidar lo que acababa de revelarme de mi madre.

– Oiga, por Dios hace tan solo unos minutos decía que no tenía ninguna razón para vivir. Cualquier cosa que suceda aquí, quizá si le ayudamos.


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