Литмир - Электронная Библиотека

– Las seis. -Dudé y después agregué: -Quiero hablarte.-Yo quiero dormir -dijo en un gruñido, y cerró los ojos-. Hablemos después. -Rodó de costado y se aferró a la almohada.

Yo le toqué el hombro.

– Mol, amor, tenemos que hablar.

Con los ojos cerrados, murmuró:

– De acuerdo.

Le toqué otra vez el hombro y volvió a abrir los ojos.

– ¿Qué pasa? -Se sentó otra vez, despacio.

Yo me metí en la cama. Me dejó lugar.

– Molly -empecé a decir y después me detuve. ¿Cómo se dice algo así? ¿Cómo se explica algo que no tiene sentido ni siquiera para uno mismo?

– ¿Mmmm?

– Mol, esto va a ser muy difícil de explicar. Creo que vas a tener que escucharme. No vas a creerme, supongo. Yo no lo creería, te aseguro, pero por ahora escucha, por favor.

Ella me miró un momento, con sospechas.

– ¿Tiene algo que ver con el tipo del hospital?

– Por favor, escucha. Sabes que vino ese hombre de la CIA y me pidió que me sometiera a un examen poligráfico en un generador de imágenes por resonancia magnética.

– ¿Y?

– Creo que la máquina le hizo algo… a mi cerebro…

Se le agrandaron los ojos, después levantó las cejas, preocupada.

– ¿Qué fue lo que pasó, Ben?

– No, escucha. Esto es difícil, te dije. ¿Crees al menos en la posibilidad de que algunos seres humanos posean percepción extrasensorial?

– Ese cliente del que me hablaste anoche. No hay cliente, ¿eh? -Gruñó. -Ay, Ben.

– Escucha, Molly…

– Tengo amigos, Ben, amigos que podrías consultar. En el hospital…

– Molly…

– Muy buena gente, gente muy pero muy inteligente. El jefe de siquiatría de adultos…

– Por Dios, Molly, no perdí un tornillo…

– Entonces…

– Mira, sabes que hubo una serie de estudios en los últimos años que demuestran, no con seguridad, pero por lo menos en forma convincente para los que tienen la mente abierta, que hay una posibilidad de que algunos seamos capaces de percibir los pensamientos de los demás.

"En febrero de 1993, un sicólogo de Cornell leyó un trabajo en la reunión anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia Está en los anales, es publico. Presentó una buena prueba estadística de la existencia de la fes, de que se pueden leer los pensamientos de los demás. Aceptaron el trabajo y lo publicaron en una de las revistas más prestigiosas en el campo de la sicología. Y la jefa del departamento de sicología de Harvard dijo que estaba "bastante persuadida".

Ella parecía casi distraída ni me miraba, yo seguí de todos modos.

– Hasta hace poco nunca presté atención a todo eso. El mundo está lleno de charlatanes y bromistas, y siempre me pareció que los que hablan de eso son de una de esas categorías, o tontos o inocentes o algo peor.

Estaba desesperándome. Trataba de sonar racional y duro y convencido, como un buen abogado.

– Bueno, creo que podemos ir al punto. La CIA y la vieja kgb y vanas agencias de inteligencia en el mundo, creo que el Mosad de Israel también, tienen un historial de interés en las posibilidades que tiene eso para el espionaje. Les interesa la gente que posee aunque fuera una módica cantidad de llamémoslas habilidades "síquicas" Hay programas muy bien pagos, con muchos fondos que buscan a tales personas y tratan de emplearlas en inteligencia. Cuando yo estaba en la Agencia, me acuerdo de haber oído rumores sobre un programa especial Y leí un poco sobre todo eso ahora.

Molly sacudía la cabeza lentamente, aunque yo no sabia si era un gesto de pena o un gesto de incredulidad Me tocó la rodilla con una mano y dijo.

– Ben, ¿crees que Alex Truslow está involucrado en esto''?

– Escúchame -dije-, cuando -Se me fue la voz mientras pensaba en algo

– ¿ Mmmm?

Levanté una mano para que guardara silencio Traté de limpiar mi mente, después me concentré. Seguramente, si estaba tan perturbada como parecía…

Rosemberg, oí claramente Me mordí el labio y me concentré más.

dejé que hiciera ese trabajo de Truslow, mierda, tiene que ser tan duro para él volver a ver a esos tipos después de dejarlo, después de lo que le paso, tiene que ser difícil, y esta pagando el precio. Stan Rosemberg hará tiempo para él hoy mismo, hoy si le pido un favor…

– Molly, ¿vas a llamar a Stan Rosemberg, eh? Ese es el nombre, ¿verdad?

Ella me miró con tristeza

– Es el nuevo jefe de siquiatría Ya te lo mencioné, ¿verdad?

– No, Molly, nunca me lo dijiste Estabas pensando en eso.

Ella asintió y desvio la vista.

– Molly. Hazme caso un segundo, no te pido más. Piensa en algo. Algo que yo no pueda saber

– Ben -dijo ella con una sonrisa muy dolida en la boca.

– Piensa piensa en el nombre de tu maestra de primer grado. Hazlo, Molly, por favor, por favor.

– De acuerdo -dijo ella con paciencia Cerró los ojos, como si estuviera pensando fuerte y yo me aclaré la mente y lo oí:

Señorita Nocito

– Señorita Nocito, ¿verdad?

Ella asintió Luego levanto la vista y me miró, exasperada.

– ¿Que sentido tiene todo esto, Ben? ¿Te divierte ponerme asi?

– Escúchame, por Dios. Algo me pasó en el generador de imágenes de Rossi Esa cosa me altero el cerebro, o algo asi. Salí con una habilidad para… ¿ cómo te lo explico? para oír, o leer, o escuchar los pensamientos de otras personas. No todo el tiempo, no todo lo que piensan. Solo cosas que piensan con rabia o miedo o ansiedad Pero puedo hacerlo. Obviamente alguien descubrió que un aparato muy poderoso de resonancia magnética puede alterar el cerebro, o algunos cerebros.

Cinco cinco cinco cero siete dos cero. Cuando vaya al baño o abajo. Voy a llamar a Maureen. Ella tiene que tener alguna idea sobre que hacer…

– Molly, escucha. Vas a llamar a alguien llamada Maureen. El numero de teléfono es 555 0720.

Ella me miro, dura.

– No puedo haberlo sabido de otra forma, Molly, en serio. Créeme.

Siguió mirándome, los ojos brillantes de lágrimas, la boca un poco abierta.

– ¿Como hiciste eso? -susurró.

Ah, gracias a Dios. Gracias a Dios.

– Molly, quiero que pienses algo, algo que no puedo ni imaginar que estes pensando en este momento Por favor.

Ella levanto las rodillas hasta el pecho, las apretó contra su cuerpo y frunció los labios

Trollope. Nunca leí Barchester Towers. Quiero leerlo en las próximas vacaciones.

– Estas pensando que nunca leíste Barchester Towers de Trollope -dije con toda deliberación.

Molly jadeo una vez, despacio, un ruido audible

– No, no no…

Yo asentí

– No -dijo ella y me asustó ver esa cara querida dominada por una expresión no de excitación, sino de miedo-. Oh, Ben, por favor, no.

Levantó la cabeza en un gesto de profunda reflexión. Salió de la cama y empezó a caminar por la habitación.

– ¿Aceptarías ver a alguien del hospital? -preguntó-. ¿Un neurólogo, alguien con quién podamos hablar de esto?

Lo pensé un segundo.

– No, no creo.

– ¿Por qué no?

– No van a creerme.

– Si haces lo que me hiciste a mí… si lo demuestras… ¿cómo no van a creerte?

– Cierto. Pero, ¿qué sentido tiene? ¿Qué me dirían?

Ella levantó las manos, después las colocó a sus costados.

– Cómo pasó esto -dijo, la voz casi aguda de tensión-. Cómo pudo haber pasado.

– Molly -dije, volviéndome a mirarla. Ella jugaba con una concha marina que había sacado de la cómoda. -Pasó. Nadie va a decirme nada que yo no sepa.

Ella me miró.

– ¿Cuánto sabe Truslow?

– ¿Sobre mí? Probablemente nada. Y no dejé que Rossi lo supiera… por lo menos no creo…

– ¿Le hablaste de esto a Alex?

– Todavía no.

– ¿Por qué?

– No sé…

– Llámalo.

– Está en Camp David.

Ella me miró, intrigada.

– Con el Presidente -expliqué.

– Ah, por el puesto en la CIA. ¿Se lo dijiste a Bill Stearns?

– No, claro que no.

Ella hizo una pausa.

– ¿Por qué no?

– ¿Qué quieres decir con por qué no…?

– ¿De qué tienes miedo?

– Molly, vamos…

– No, Ben, piénsalo un segundo. -Volvió al lado de la cama y se sentó a mi lado, sin dejar de jugar con la concha. -Truslow y Asociados tiene que recuperar una fortuna. Es trabajo secreto así que un tipo de la CIA, con el pretexto de limpiarte, te hace pasar por este protocolo. Un detector dementiras. Eso te dijeron. Tal vez trabaja también en eso. De acuerdo. ¿Y por qué crees que saben que ese poderoso generador de imágenes tiene otro… digamos un efecto colateral, algo como reacomodar el cerebro humano o una parte de ese cerebro…? ¿Como para que la gente expuesta desarrolle una capacidad para oír las ondas cerebrales de otros? Quiero decir, ¿cómo sabes que saben lo que te hizo, lo que puede hacerle a una persona?

– Después de lo del tipo del hospital ayer… ¿cómo puedes dudarlo?

– Ben -dijo ella, después de un momento de silencio… la voz muy débil.

– ¿Mmmm?

Se volvió hacia mí, como para besarme, la cara llena de ansiedad.

– Cuando… cuando hicimos el amor anoche, en la cocina.

Me puse derecho sin querer, con culpa.

– ¿Sí?

– Estabas haciéndolo, ¿verdad?

– ¿Haciendo…?

– Me leías la mente, ¿verdad? -Ahora la voz era la suya, severa otra vez.

Sonreí, tenso.

– ¿Qué te hace pensar…?

– Ben.

– Tú y yo no necesitamos percepción extrasensorial -empecé a decir con jovialidad falsa.

Ella se arrancó de mis brazos.

– Lo hiciste, ¿verdad? -Ahora estaba furiosa. -Me escuchabas, lo que pensaba, mis fantasías, ¿verdad?

Antes de que pudiera contestarle, espetó:

– ¡Hijo de puta!

Se puso de pie, las manos en la caderas, mirándome.

– Hijo de puta -dijo, la voz tranquila y peligrosa-. No vuelvas a hacerme eso nunca más.

18

La reacción de Molly era comprensible, supongo. Hay algo horrendo y subversivo al saber que los pensamientos más privados de uno -esos que uno supone que son propios e inaccesibles a cualquier otra persona- pueden terminar en los "oídos" de otro.

Habíamos disfrutado del mejor sexo de nuestras vidas, Molly y yo, y ahora a ella le parecía barato, fraudulento, falso. Pero, ¿por qué? Lógicamente, el poder me permitía saber cosas que en general no sabemos, lo que otro quiere en secreto, y dárselo.

29
{"b":"98850","o":1}