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– No, las cartas no estaban ahí, porque usted las escribió y las puso en el cajón después de asesinarla. Usted asesinó a Marsha Stibbs porque era un obstáculo para llegar a Boyd, un hombre que usted quería, y que ella no sabía apreciar como lo hacía usted. Usted quería al esposo de Marsha y su vida y su matrimonio, así que los tomó.

– No. -Maureen presionó nas manos en las mejillas, sacudió la cabeza. -No. No.

– Ella no lo merecía a él. -Peabody tenía el martillo ahora y lo usó fríamente para hacer añicos a Maureen con golpes rápidos y duros. -Pero usted si. El la necesitaba a usted, a alguien como usted para ocuparse de él como ella no lo hacía. Ella no lo amaba, no en la forma que usted lo hacía.

– Ella no lo necesitaba. No necesitaba a nadie.

– La confrontó cuando Boyd salió de la ciudad? Le dijo que no era lo bastante buena para él? Se merecía algo mejor, no? La merecía a usted.

– No. No quiero estar más aquí. Necesito ir a casa.

– Ella discutió con usted, o sólo se rió? No la tomó en serio, y tampoco lo haría Boyd hasta que ella no estuviera fuera del cuadro. El no la vería a usted hasta que ella no estuviera fuera del camino. Usted tenía que matarla y entonces podría realmente vivir. No es cierto, Maureen?

– No fue así. -Gruesas y rápidas lágrimas corrieron por sus mejillas. Unió las manos, como en una plegaria. -tiene que creerme.

– Dígame como fue. Dígame que sucedió la noche que fue al apartamento de Marsha.

– No quise hacerlo. No quise hacerlo. -Sollozando, se derrumbó en la silla, poniendo la cabeza sobre la mesa y cubriéndola con los brazos. -Fue un accidente. No quise hacerlo. Hice todo bien desde entonces. Lo hice todo por él. Yo lo amo. Siempre lo amé.

En Observación, McNab sonreía como un loco. -Lo hizo. La quebró. Cerró un caso frío. Tengo… Diablos, tengo que conseguirle flores o algo. -Empezó a salir y se volvió. -Dallas, lo hizo bien.

– Si. Eve continuaba mirando a través del vidrio, viendo la pena que veía moverse en los ojos de Peabody. -Lo hizo bien.

Para el momento en que envió a Maureen Stibbs abajo para el fichaje, Peabody estaba drenada. Sentía como si sus entrañas hubieran pasado a través de una enorme escurridora mecánica que le había exprimido todos los jugos.

Cuando regresó hacia la guarida, sus padres se levantaron desde un banco y fueron hacia ella.

– Que están haciendo aquí ustedes? Se suponía que no nos íbamos a encontrar hasta esa cena de lujo que tuvimos que posponer anoche.

– Estamos tan orgullosos de ti. -Su madre le tomó el rostro, dejando un suave y cálido beso en su frente. -Muy orgullosos de ti.

– De acuerdo… porque?

– Eve nos llamó. -Ella se inclinó, frotando su mejilla sobre la de Peabody. -Arregló para que pudiéramos verte trabajar.

– Mi entrevista? -La boca de Peabody se abrió. -La vieron?

– Era muy difícil, lo que hiciste. -Phoebe la atrajo hacia ella.

– Así es el trabajo.

– Un trabajo muy difícil. Y que eres capaz de hacer. -Ella apartó un poco a su hija para estudiar su cara. -Cuando nos vayamos mañana, va a ser fácil decir adiós sabiendolo.

– Mañana, pero…

– Ya es tiempo. Vamos a hablar más esta noche. Ahora tienes que trabajar.

Sam la atrajo hacia sí, dándole un abrazo a su hija. -Oficial Peabody. -El sonrió de oreja a oreja. -Ve a ser policía.

Con los ojos un poco empañados ella los observó caminar hacia el deslizador descendente. Luego el sentimiento cambió en divertido shock cuando McNab saltó del deslizador ascendente cargando una brazada de margaritas blancas y amarillas.

– De donde las sacaste?

– No preguntes. -Se las puso en las manos, y luego rompió su mutuo acuerdo arrastrándola a un fuerte beso en un área pública. -She-body, la rompiste.

– Casi lo arruino.

– Hey. Le pateaste el culo, hiciste el trabajo, cerraste el caso. Fin de la historia. -El estaba tan orgulloso que podía hacer estallar los botones rosa de su camisa pùrpura. -Y te veías realmente sexy haciéndolo. Estaba pensando que podríamos jugar a Entrevista esta noche. -Le guiño el ojo.

– Estabas observando?

– Creíste que me lo perdería? Era un jodido gran momento para ti, así que era un jodido gran momento para mi también.

Ella suspiró, y hundió la nariz en las flores que sin duda eran robadas. -A veces, McNab, eres realmente dulce.

– Entonces, te voy a dar una buena probada de mi después. Ahora, asume tu papel. Yo voy detrás.

Cargando las flores, entró en la guarida, y sintió nervios, placer y vergüenza cuando varios detectives le dieron sus felicitaciones. Ruborizada, entró en la oficina de Eve. -Teniente?

Eve levantó una mano para detenerla y continuó estudiando los resultados de la búsqueda de probabilidades en los centros de spa. Ella y la computadora estaban de acuerdo en que Europa era el más probable destino dado el perfil de Julianna, con Paris apenas sobresaliendo del resto del campo.

– No lo sé, no lo sé. Mayor es la ciudad, más medios hay y más policías. Porque no este lugar, como se llama, Provence, o éste otro en Italia cerca de la frontera suiza?

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– Si hubiera querido un presupuesto, lo hubiera pedido. Como se hace una reserva?

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– Seis semanas. -reflexionó Eve, tamborileando sus dedos.

– Te vas a ir a un spa en París, Teniente?

– Seguro, si alguien me golpea hasta la inconsciencia, me pone cadenas, y deja mi cuerpo sin vida ahí. Pero estaba pensando que podía ser un callejón que nos lleve hasta Julianna. Una chica necesita hacer una pausa en el asesinato para relajarse, y asegurarse que su piel mantiene el aspecto fresco y juvenil.

Ella levantó la vista, haciendo gestos hacia las flores. -Entonces, llegó McNab. De donde las robó?

– No lo se. -Peabody las olisqueó sentimentalmente. -De todas formas, la intención es lo que vale. Dejaste que mis padres entraran y observaran. A ti no te gusta tener civiles observando una entrevista.

– Hice una excepción.

– Dijeron que estaban orgullosos de mi.

– Tú eres un buen policía. Porque no estarían orgullosos de ti?

– Es que significa mucho escucharlos decir eso. Quiero agradecerte por enviarme esa nota, devolviéndome a la senda. Me estaba perdiendo. Sabía que la estaba perdiendo y no podía darme cuenta donde me había salido.

– Pero volviste y lo hiciste. Como te sientes con eso?

– Bien, supongo. Me siento bien. -Pero bajó los brazos, apuntando las flores hacia el piso. -Jesús, Dallas, siento pena por ella. Su mundo entero se rompió en pedacitos. Fue un accidente. Ella está convencida de eso. Se preparó para enfrentar a Marsha, decirle lo que sentía por Boyd. Discutieron, se fueron a las manos, y Marsha cayó dura hacia atrás, se golpeó la cabeza. Se golpeó mal. Luego Maureen entró en pánico y trató de encubrirlo.

– Y ellos van a suplicar por Homicidio sin premeditación. Cuando debería ser asesinato en segundo grado.

– Teniente…

– Tal vez haya entrado en pánico, por un minuto o dos, entró en pánico y lo lamentó. Pero que hizo luego? Llamó por ayuda? Ante la mínima posibilidad de que Marsha Stibbs pudiera ser revivida o salvada, pidió por ayuda? No, aprovechó la oportunidad. No sólo encubrió el crimen, sino que dio unos pasos más. Plantó evidencia falsa que pintaba a una mujer muerta como adúltera, dejó que el esposo de la muerta, un hombre que ella decía amar, con el dolor y la duda y la miseria de imaginar si su esposa le había mentido, engañado, traicionado. Proyectó una nube sobre la vida que había robado y entonces todos los que habían conocido a Marsha Stibbs mirarían a través de esa nube y verían a una mujer que había engañado, entonces esperó su momento, preparó el camino, y finalmente tomó su lugar.

Eve sacudió la cabeza. -No malgastes tu pena en ella. Si sientes pena, dásela a Marsha Stibbs, quien perdió su vida por la sola razón de tener a alguien que otra quería.

– Si, señor, sé que tienes razón. Supongo que sólo tengo que acostumbrarme.

– Peabody. Defendiste a Marsha Stibbs en esa entrevista. Hiciste un buen trabajo para ella.

El rostro de Peabody se aclaró, como si sus dudas desaparecieran. -Gracias, teniente.

– Vete a casa, arreglate para esa cena de lujo que vas tener esta noche.

– No terminó mi turno.

– Te estoy soltando una hora antes y quieres discutir sobre eso?

– No, señor! -Peabody sacó una margarita amarilla del montón y se la ofreció.

– Me está pasando propiedad robada, Oficial? -Divertida, Eve la hizo girar, y se volvió hacia el enlace interno que sonaba. -Espera. Dallas.

– Teniente. -El rostro de Whitney llenó la pantalla. -Quiero que usted y su equipo vengan a mi oficina. Quince minutos.

– Sí, señor. Lo siento, Peabody. -Eve se puso de pie.-Quieres tu flor de regreso?

Quince minutos no le daban a Eve tiempo suficiente para terminar de compilar y analizar todos los datos para respaldar su corazonada sobre las vacaciones personales de Julianna. Prefirió armar una argumentación oral en su cabeza para seguir esa corazonada en el camino a la oficina de Whitney.

La argumentación se vino abajo cuando entró y vió a Roarke.-

Estaba sentado en una de las sillas que enfrentaban el escritorio del comandante, al parecer, como si estuviera en su casa. Sus miradas se encontraron, se trabaron, y ella supo instantáneamente que lo que fuera que estaba haciendo ahí, era algo que a ella no le iba a gustar.

– Teniente. -Whitney le hizo gestos de que entraran. -Oficial Peabody, me dijeron que cerró un caso de homicidio esta tarde, con una confesión completa en Entrevista.

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