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– Patrón está entrando en un estado anímico especial. No es uno de esos grandes trances que él ha tenido, pero sí algo muy próximo. En otras circunstancias ya pasadas habríamos considerado esto como un mero estadio preliminar al trance. Tal vez sea un presagio de que va a volver a entrar en un gran trance después de diez años. Le ha empezado esta mañana temprano, de modo que ya lleva así unas cuantas horas. Ante esta situación tan lanzando un profundo suspiro, y pasó a darle una explicación a Kizu, en voz baja pero clara.

– En cierta ocasión -le dijo-, un médico especialista analizó el estado de Patrón antes y después de un trance, usando un instrumental adecuado de medición. Esto ocurrió hace doce o trece años, en tiempos de un resurgimiento de la iglesia, y dicho plan fue propuesto por una cadena popular de televisión. Resultó que las ondas cerebrales y el electrocardiograma de Patrón reflejaban toda la calma sostenible para el caso, en tanto que su respiración y su pulso eran tan atenuados que podrían decirse mortecinos. El especialista manifestó que si alguien se encontraba en esos niveles tan bajos no era de esperar que siguiera vivo; y si seguía viviendo, se podía calificar de caso especial.

– ¿Y qué pasaba cuando él estaba en pleno trance? -inquirió Kizu.

– Entonces era imposible aplicarle el equipo de medición -explicó Guiador-. Después de un gran trance él queda terriblemente exhausto por todo lo que ha pasado; no sólo físicamente -por esas sacudidas del cuerpo que obviamente se pueden sentir-, sino también por su repercusión en el nivel anímico, esa violenta agitación de su espíritu. Cuando Patrón regresa de ese estado, se pone a hablar como un poseso, diciendo cosas sumamente enrevesadas. Cuenta que ante sí tiene algo como una estructura reticular en relieve, una pantalla de monitor que muestra signos luminosos en continuo cambio, y así transmite la información que recibe.

"Por expresarlo con nuestro lenguaje cotidiano, diríamos que Patrón se ve confrontado a algo que despide velados destellos blanquecinos. En realidad, cuando tenemos delante a Patrón, reaccionando él corporalmente a cada punto de información que le llega, su actitud nunca es reposada, estática, sino de continuo movimiento y agitación. Incluso el hecho de estar viéndolo resulta insoportable. Luego, al tratar yo de ayudarle traduciendo todo eso a nuestras palabras corrientes, he comprobado la cantidad y calidad de información que él ha captado sensiblemente en pleno trance. Esto ocurre en sus grandes trances, y entonces no puedo menos de conmoverme pensando en esas extrañísimas facultades suyas, insertas en su naturaleza como un destino innato.

"Otra cosa que he pensado, aunque esto quizá suene a exageración, es que Patrón puede otear con libertad todo el panorama de la historia humana, y asimismo es capaz de experimentar cada detalle de la misma. Todo esto se refleja corporalmente en él. Ío que él descubre viendo la historia de la humanidad, incluso su futuro/nos lo refiere; y, encontrándonos en el

"ahora", su visión alcanza de ahí al fin de los tiempos, para venir a contarnos luego cuanto ha visto.

– Y eso que "despide velados destellos", según usted ha dicho, ¿qué tipo de sensación es?

– Siendo yo la persona que ha venido escuchando todos los relatos de Patrón inmediatamente después de volver él de un trance, creo que me corresponde a mí el trabajo que viene luego, de transmitir todo eso mediante palabras -así decía Guiador, escuchando hasta ese momento su propia voz interior; pero, enderezando la cabeza, pasó a prestar oído a los ruidos originados en el mundo exterior.

También Kizu pudo oír indicios de que, en la calzada que discurría más allá del jardín, aparcaba un coche, y acto seguido unas personas entraban sigilosamente en el edificio.

– Ahora Bailarina viene a relevarnos -dijo Guiador-. Hablando de acompañarlo, profesor, a su apartamento, como Ikúo tendrá que volver acá más tarde y podrá también traerme, permítame, por favor, que le acompañe, pues me gustaría seguir conversando con usted.

Dicho esto, Guiador se volvió otra vez hacia aquella "cosa" sentada y con el tronco encorvado en postura tan poco natural. Luego se orientó hacia Kizu. Los ojos del artista, acostumbrados ya a la penumbra, podían hacer una lectura de las variopintas emociones que se le despertaban a Guiador. La mirada de éste, intrépida y penetrante, mostraba a la vez compasión y amor, sin contradicción alguna entre estos sentimientos.

Antes de que Kizu llegara a levantarse, dispuesto a seguir a Guiador, entró en la habitación, acompañado por Bailarina, un doctor bajito, de edad avanzada y piel tostada por el sol, a quien -con una expresión tomada del léxico que Kizu solía usar en su infancia con sus compañeros de juego- podía llamársele "un tanque de bolsillo". Sin responder a los saludos que le dirigían Guiador y Kizu, el médico avanzó resueltamente hacia donde estaba Patrón, y lo miró atentamente.

– Presenta el mismo aspecto que en otras ocasiones -dijo a Bailarina en tono nostálgico-. Si desde el principio hasta ahora no ha cambiado nada, no hay problema alguno. Aunque si entra en uno de sus grandes trances, eso me preocuparía. Por si acaso, voy a quedarme hoy a dormir en su cama. De este modo, si lo tengo en observación, no tendrán ustedes que preocuparse por él.

A Kizu le habían hecho el favor de aparcarle su Ford Mustang en el garaje de la oficina, y ahora volvía a su apartamento en el microbús conducido por Ikúo; en un asiento lateral, separado del suyo por un estrecho pasillo, iba Guiador, a quien dirigió esta pregunta:

– Volviendo al tema de los grandes trances, si Patrón, en sus grandes trances, contempla esa estructura reticular que le muestra toda la historia de la humanidad, en esos velados destellos blanquecinos, por muy grande que ésta sea, allí aparecerán las personas, e incluso los grupos humanos, del tamaño de una célula, ¿no es verdad? O, si no, ¿acaso está hablando en metáforas? ¿O, como si se dijera, que ahí se da un cierto modelo de visión histórica…?

– No se trata de metáforas ni de modelo alguno -respondió Guiador. En ese momento Kizu se quedó sorprendido al oler una vaharada de alcohol. Luego, al preguntarle a Ikúo, éste le aseguró que era un episodio casual, nada frecuente-. Patrón ha podido ver todo lo que realmente existe -continuó Guiador-, por muy pequeño que ello sea. Con los ojos corporales no pueden verse las células; pero ¿acaso hay parámetros físicos para medir la sensibilidad de un ojo visionario? Al parecer, Patrón ve todo el mundo unificado, abarcando desde el principio de los tiempos hasta su final.

"Dentro de eso estás tú, por ejemplo, en el momento de tomar una importante decisión sobre tu vida, como una partícula comprendida en el todo. También yo estoy comprendido ahí, en el acto de estar hablando ahora contigo. Y bien, todo eso está ahí como un instante en la eternidad. -Sí yo pusiera mi esperanza en escapar de mí mismo, aun a costa de mi propia vida…, entonces esa estructura reticular sería un verdadero infierno que me aprisionara.

– Yo no creo que Patrón en esos momentos haya visto el infierno -dijo Guiador con gravedad-. No se trata de que Patrón elija las cosas que quiere ver luego, ni de que actúe como quien pretende interpretar una fotografía espacial; sino de que él capta como totalidad esa enorme estructura reticular que despide velados destellos blanquecinos. Ése es básicamente su proceder cuando entra en trance.

"Patrón me hizo mención directa desello después de uno de sus grandes trances. Eso que despide velados destellos blanquecinos no es que se proyecte al espacio exterior, sino que más bien es como una oquedad sin fondo: toda ella es una enorme red en forma de huso de hilandera. Como dicha red consta de muchas capas superpuestas, constituye una pantalla que muestra de una vez todo el mundo de los humanos, desde su comienzo hasta su final; y cada uno de los puntos mostrados por esa estructura reticular está en realidad avanzando. Siendo esto así, su alcance cubre desde el principio de los tiempos, cuando no había otra cosa que un presagio orientado al Big Bang originario, hasta la época en que todo refluya de nuevo al último y único ser. A esa gigantesca oquedad en forma de huso se la puede llamar -en su conjunto- Dios, según me ha dicho Patrón. Este hombre, tal como está ahora, con la cabeza hundida entre las rodillas, con ese aspecto de feto humano comprimido, se dispone a entrar en un gran trance que lo pondrá cara a cara con Dios.

Kizu notó que Guiador, cuando hablaba, lo hacía dirigiéndose más bien a Ikúo, el cual iba conduciendo. Ikúo a su vez captó con agudeza la.situación, y también él mostró una reacción a Guiador, que era incluso de enfado.

– Si Dios es algo así como eso, lo único que tenemos ahí es otra manera de decir que Dios no existe -objetó Ikúo.

Aun cuando estuviera hablando, Ikúo seguía conduciendo, la mirada orientada al frente. Su atlética espalda, el doble de ancha que la de Patrón -la que tan recientemente había visto Kizu en torno a sus cervicales-, también acusaba la tensión generada por el sentido de las palabras que acaba de pronunciar.

– ¿Qué es eso de que Dios no existe? -exclamó Guiador, devolviendo la pregunta.

– Decir que Dios es esa misma oquedad del mundo, ¿no es acaso igual a decir que no existe?

– Pero al decir tú que es esa oquedad, ¿no estás reconociendo que existe?

– Para la gente dispuesta a acoger a ese Dios como una gran oquedad, y con eso ya se siente llena, así será sin duda -respondió Ikúo-. Sin embargo, para otro tipo de gente eso equivale a decir que no hay Dios.

– O sea, para ti; ¿no es lo que quieres decir?

– Efectivamente. Eso supuesto, para mí no hay Dios.

– Pero la cuestión, para ti, no se resume en un debate general sobre si Dios existe o no. Lo que a ti te interesa es si Dios actúa positivamente en ti, o no.

– Así es. Ésa es la cuestión -reconoció sumisamente Ikúo, sin dejar al mismo tiempo su actitud obstinada.

Guiador se mantuvo callado. Tampoco Kizu podía terciar en el tira y afloja de Ikúo y Guiador. Por un rato el microbús siguió adelante llevando a los tres silenciosos pasajeros a bordo. En ese intervalo, Kizu volvió a oler a alcohol. Advirtió que Guiador se había sacado furtivamente un pequeño frasco de whisky del bolsillo del abrigo. Tras emitir una tosecilla seca, Guiador rompió el silencio:

– Lo que es seguro es que esa cosa que despide velados destellos blanquecinos y representa una confrontación para Patrón, operando de ese modo, ha determinado su propia vida.

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