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CAPÍTULO 6 . GUIADOR

Kizu había oído hablar a Bailarina sobre el edificio "anexo" que habían levantado en el complejo residencial donde estaba la oficina, pero nunca lo había visto. Sin que pasara mucho tiempo tras ser dado de alta Guiador en el hospital, éste recibió de Patrón información sobre Kizu. Guiador entonces manifestó deseos de conocerlo, y así se lo hizo saber a Kizu. Este ultimo, entonces, concertó con aquél una cita en el anexo.

El día previsto, según Kizu pudo escuchar de Ikúo en el trayecto de ida que hizo con él en el microbús, la situación actual era que mientras Ogi se aplicaba enteramente a preparar la infraestructura para la reanudación de actividades de Patrón, Bailarina dedicaba su tiempo a atender a Guiador en o los mil detalles de la vida diaria que se iban presentando.

– Guiador ha dicho que quiere participar enseguida en las nuevas actividades; pero Bailarina ha tratado de hacerle ver que teniendo tan reciente el episodio del aneurisma y la hemorragia cerebral, al que finalmente ha sobrevivido, ahora su principal trabajo debe ser recuperarse del todo.

"A esto le ha respondido Guiador que "Si tengo que morirme un día con el cráneo repleto de sangre, ¡voy a dedicar las fuerzas que me quedan a colaborar con el tunante que tengo al lado!".

Rodeando a pie el edificio principal de la oficina, de estilo mitad japonés y mitad occidental, y siguiendo más allá de su parte trasera, llegaron, bajo el sombrío follaje de un alcanforero, a divisar un edificio techado con tejas españolas y luciendo paredes blancas. Estas paredes eran tan gruesas como las que Kizu había visto en granjas mejicanas, y la construcción en general semejaba la de una cárcel, pertrechada con dobles ventanas muy sólidas. Tras abrir la puerta, pesada de maniobrar, Kizu, en compañía de Ikúo esperó a Bailarina. En la primera planta habría también una pesada puerta pues emitió ruido al abrirse, y simultáneamente una franja de luz amarillenta recorrió la blanca pared extendida hasta arriba. Bajando la escalera apareció Bailarina, vistiendo un pantalón ajustado negro y una camiseta de las de hockey sobre hielo.

Cuando Kizu, acompañado de Ikúo, fue hacia dentro siguiendo a Bailarina, advirtió que la inclinación de la escalera, en contraste con la sensación de amplitud que daba la casa, era excesivamente pronunciada. Desde lo alto de la escalera, el lugar de descalzarse y dejar los zapatos, junto a la entrada, curiosamente se veía ahora a una notable profundidad. La habitación adonde fueron invitados a pasar Kizu e Ikúo, que albergaba en su amplio espacio varias librerías, parecía el estudio de un investigador. Guiador estaba en el otro extremo de la habitación, reposando sobre una tumbona que tenía el respaldo levantado; y mirando hacia la entrada. Bailarina hizo sentarse a los dos sobre el asiento formado por una plataforma blanca y lustrosa, sobre la cual había puesto cojines. La tumbona de Guiador, así como su mesa de trabajo y la silla arrimada a ella, eran de la misma madera que la plataforma. Se trataba de un mobiliario sencillo, pero que por su solidez transmitía una impresión de reposo.

Tras los saludos introductorios, Ki/u se puso a mirar a su alrededor. Guiador, con buen aspecto físico, y con color de tez normal, le dijo:

– Profesor, usted ha tenido a su cargo la responsabilidad de un departamento universitario de docencia artística, ¿verdad? -dijo-. ¿Qué calificación le daría usted a este edificio? ¿Un suspenso?, ¿un aprobado?, ¿o de ahí para arriba?

– Dejemos eso. Está claro el criterio que ha presidido su construcción, y estoy francamente admirado.

– El proyecto es de Guiador -terció Bailarina-, y él mismo supervisó la construcción. La planta baja es mi estudio de baile.

– Sus arquitectos empezaron siendo miembros del Club de Arte cuando estaban en el segundo ciclo de Grado Medio. Tenían buena mano, ¿en? Yo fui ayudando en lo que pude, con los presupuestos y la administración de la obra.

– ¿Doy un poco de luz a la habitación para que pueda fijarse mejor en los detalles? -dijo Bailarina, mientras se dirigía a las cortinas, corridas hasta la mitad.

– Déjalo -la cortó Guiador a medio camino-. Está bien así, creo yo.

– ¿Puede dañarle la luz muy intensa? -preguntó Kizu.

– No, nada de eso. Es que creo que puede resultarle a usted deprimente ver las cicatrices de mi operación.

De todos modos, Guiador tenía la parte superior de la cabeza cubierta mediante una gruesa caperuza de tejido de un color ceniciento. Aunque bien podía ser una bufanda que le envolviera la cabeza, y cuyos flecos le tocaran por la costura de atrás el cuello de la chaqueta de punto. En desacuerdo con lo que Kizu había oído previamente de él, Guiador era una persona con clase en su modo de presentarse a los demás.

Entre sus rasgos faciales destacaba una nariz enérgica, aunque no excesivamente ancha; y sobre su labio superior, lleno de resolución, lucía un bigote rectilíneo. Un par de cejas también netamente cortadas se alzaban hacia aquella frente envuelta en tejido.

– Usted, profesor, leyó en América los reportajes periodísticos relativos a nuestra apostasía, ¿verdad? Se lo oí decir a Ikúo, y me pareció interesante. Sobre todo porque no he tenido ocasión de conocer las impresiones ni las críticas de la clase intelectual en torno al Salto Mortal.

Guiador orientaba hacia Kizu sus grandes ojos negros, cuyo blanco era visible a ambos lados del iris, y debajo del mismo.

– El reportero del New York Times que escribió sobre usted y sobre Patrón, a juzgar por su nombre, es judío. No se puede reducir a simples términos los conocimientos que ha reunido este hombre; pero en todo caso él sacó a relucir el nombre de Sabbatai Zevi. Es un personaje del siglo XVII que, a pesar de ser reconocido por su.pueblo como el Mesías, dio un giro al Islam en su trayectoria. Según le oí a un compañero mío, especialista en Historia de las Religiones, aquel líder había apostatado, pero sus seguidores, que aún creían en sus enseñanzas, mantuvieron durante muchos años su fe en él, dentro de un área que, a partir Turquía, se extendía desde Europa Oriental a Asia Menor y llegaba a Rusia. Y a propósito de eso, yo incluso he venido a pensar si, después de que Patrón y usted protagonizaran el Salto Mortal, no quedarían abandonados ciertos creyentes que aún mantuvieran viva su fe; y en el caso de haberlos, si ustedes serían capaces de ignorarlos indefinidamente.

– Precisamente ése es el punto sobre el que pensaba consultarle, profesor -dijo Guiador en tono enérgico pero sosegado-. Hace diez años Patrón y yo, no sólo abandonamos a los creyentes de la secta, sino que incluso renunciamos a la propia fe que teníamos. Por medio de la televisión, Patrón se dirigió a los creyentes de todo el país, para comunicarles que cuanto habíamos venido diciendo hasta el momento era disparatado, y que queríamos acabar con aquella farsa.

"Patrón es una persona que aun cuando dé la impresión de tratar las cosas en plan de broma, jamás se pronunciará a favor de algo que él no considere verdadero. Es cierto que se ha visto acorralado por las circunstancias, pero en ningún caso lo han podido forzar a decir lo que para él no fuera verdad.

"En tanto que Patrón se debatía angustiosamente pensando qué camino seguir, yo estuve a su lado todo el tiempo. También yo me devané los sesos hasta lo imposible. Y sacamos como conclusión que no teníamos más remedio que actuar como lo hicimos. Llegamos al punto en que esa conclusión se nos impuso como inevitable, y tuvimos que persuadirnos de ello. Se puede decir que en ese momento estábamos muertos. Habiendo dado el Salto Mortal, no éramos más que muertos vivientes. Tal vez sería más exacto decir que habíamos sobrevivido, pero como cadáveres puestos de pie.

"Desde entonces, para nosotros se había borrado todo lo anterior al Salto Mortal. Nos tocaba, pues, vivir como si nos hubiéramos quedado amnésicos tras pasar por aquello, y sin conservar traza alguna de lo anterior en nosotros. Ciertamente habíamos apostatado. Como habíamos librado aquel combate mortal, no nos cabía otra expectativa que continuar en esta vida como autómatas; pero como unos autómatas sensibles al sufrimiento. Esto le sucedía a Patrón, y me sucedía a mí. Él llegó a decir que esa situación era como caer en el infierno. Yo me siento solidario con él, pero a lo largo de estos años nunca hemos hablado sobre qué tipo de infierno era ése. Aunque hemos vivido todo el tiempo juntos, la verdad es que hemos llegado hasta hoy sin haber hablado entre nosotros de los temas más importantes.

"A partir del Salto Mortal hemos vivido hasta ahora como si estuviéramos muertos. Como cadáveres vivimos, según ya he dicho, pero, por expresarlo de otra manera, diré que estamos en un letargo invernal. Como un oso delicado de salud que dentro de su guarida puede morir en cualquier momento de su letargo. Patrón es una personalidad compleja, y su experiencia interna quizás haya sido otra. Sin embargo, por lo que a mí respecta, jamás en mi vida he pasado por una década tan ociosa como esta última. Tan ociosa ha sido, que tal vez hayamos quedado en muy mal lugar. Si la actividad mental ayuda a eliminar el colesterol, en nuestro caso es como para que esa sustancia se nos pegue a las venas del cerebro hasta hacerlas reventar.

Bailarina entretanto se mantenía cerca de Guiador para atenderle con toda la solicitud de un camarero experimentado; sobre una bandeja con diseño de flores, que se apoyaba sobre el pecho, llevaba ella una copa de agua y varias medicinas. Mientras Guiador hablaba de la década ociosa, ella movía la cara -con su boca entreabierta-, levemente, de un lado a otro. Cuando en alguna pausa de la conversación Guiador se volvía hacia Bailarina para coger el vaso de agua, ella giraba hábilmente la bandeja, y le ponía por delante una medicina, como inculcándole la idea de que no debía beber agua hasta que no se metiera en la boca los granulos del medicamento correspondiente.

– Con todo, como ha dicho usted, profesor, no sólo están los que se han quedado en la iglesia, sino también los que, habiendo salido, han organizado sus vidas en común, y de este modo han continuado el movimiento como creyentes. Un poco antes de los sucesos recientes que me llevaron a ingresar en el hospital, hubo personas que dieron el primer paso para contactar conmigo, y yo por mi parte ya tenía planeado verme con un grupo que dentro de nuestra iglesia había constituido a su vez una secta. De esto no le había hablado a Patrón, pero cuando me han dado de alta en el hospital y he vuelto aquí, he visto que él particularmente estaba también orientándose a los pequeños grupos, tratando de tomar contacto con quienes nos habían escrito directamente.

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