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LA CRUZ MARCA EL LUGAR

Los resultados del último análisis de sangre vinieron poco después de medianoche. Era demasiado tarde para que me dieran el alta del hospital, así que me quedé hasta la mañana siguiente, planificando febrilmente la estructura de mi nueva empresa mientras veía cómo el exhausto Javier Rodríguez dormitaba en la cama de al lado. Pensé en algún nombre que pudiera captar el espíritu de la tarea que tenía frente a mí, y al final se me ocurrió Biografías a todo riesgo, neutro pero descriptivo. Más o menos una hora después decidí dar el primer paso poniéndome en contacto con Bette Dombrowski en Chicago para preguntarle si le interesaría encargarme la biografía de su ex marido. Parecía apropiado que el primer libro de la colección fuera sobre Harry.

Luego me dejaron marchar. Salí a la calle, y al sentir el aire fresco de la mañana me alegré tanto de estar vivo que me dieron ganas de gritar. En lo alto, el cielo era del más puro e intenso azul. Si caminaba deprisa, podría llegar a la calle Carroll antes de que Joyce se fuera a trabajar. Nos sentaríamos en la cocina a tomar una taza de café, viendo a los niños corretear como ardillas a nuestro alrededor mientras sus madres los preparaban para ir al colegio. Luego acompañaría a Joyce al metro, y me despediría de ella con un beso y un abrazo.

Eran las ocho de la mañana cuando puse el pie en la calle, las ocho de la mañana del 11 de septiembre de 2001; justo cuarenta y seis minutos antes de que el primer avión se estrellara contra la torre norte del World Trade Center. Sólo dos horas después, la humareda de tres mil cuerpos carbonizados se desplazaría hacia Brooklyn, precipitándose sobre nosotros en una nube blanca de cenizas y muerte.

Pero de momento todavía eran las ocho de la mañana, y mientras caminaba por la avenida bajo aquel radiante cielo azul era feliz, amigos míos, el hombre más feliz que jamás haya existido sobre la tierra.

(2003-2004)

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