Литмир - Электронная Библиотека

– ¿Y el número de teléfono que te dio? ¿Crees que era el suyo?

– Rory tendrá sus defectos, pero no es embustera.

– Entonces, si se han mudado de casa, podrás ponerte en contacto con ella a través de la madre.

– Lo he intentado, pero no he conseguido nada.

– Qué raro.

– No creas. ¿Y si la madre se llama de otra manera? Al fin y al cabo, los maridos se mueren. La gente se divorcia. A lo mejor se ha vuelto a casar y utiliza el apellido del segundo marido.

– Lo siento por ti, Tom.

– No lo sientas. No vale la pena. Si Rory quisiera verme, me llamaría. A estas alturas ya estoy más o menos resignado. La echo de menos, claro, pero ¿qué coño puedo hacer?

– ¿Y tu padre? ¿Cuándo lo has visto por última vez?

– Hace unos dos años. Vino a Nueva York, por algo de un artículo en que estaba trabajando, y me invitó a cenar.

– ¿Y qué pasó?

– Pues, bueno, ya sabes cómo es. No resulta muy fácil hablar con él.

– ¿Y qué me dices de los Zorn? ¿Los sigues viendo?

– De vez en cuando. Philip me invita todos los años a Nueva Jersey para pasar el día de Acción de Gracias. No me caía muy simpático cuando estaba casado con mi madre, pero poco a poco he ido cambiando de opinión sobre él. A su muerte se quedó destrozado, y cuando comprendí cuánto la quería, ya no pude tenerle rencor. Así que ahora mantenemos una especie de amistad afable y respetuosa. Y con Pamela, lo mismo. Siempre la he tenido por una esnob sin cerebro alguno, una de esas personas que sólo se interesan por la universidad a la que has ido y por la cantidad de dinero que ganas, pero parece que ha mejorado con los años. Ya tiene treinta y cinco o treinta y seis años, y vive en Vermont con su marido, que es abogado, y sus dos hijos. Si quieres venir a Nueva Jersey conmigo este día de Acción de Gracias, seguro que estarán encantados de verte.

– Tengo que pensarlo, Tom. En este momento, Rachel y tú sois los únicos miembros de la familia que puedo tragar. Otro ex pariente más, y seguro que me asfixio.

– ¿Cómo está la prima Rachel? Ni siquiera te he preguntado por ella.

– Ah, ésa es la cuestión, muchacho. En cuanto a ella, parece que está estupendamente. Tiene un buen trabajo, un marido como es debido, un apartamento cómodo. Pero tuvimos un pequeño rifirrafe hace un par de meses, y aún estamos lejos de hacer las paces. Resumiendo, que a lo mejor no vuelve a dirigirme la palabra.

– Lo siento por ti, Nathan.

– No lo sientas. No vale la pena. Preferiría que me dejaras sentido por ti.

18
{"b":"94013","o":1}