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No hay muchas cosas seguras en la vida, pero lo que sí sé es que tienes que apechugar con las consecuencias de tus actos. Que en ocasiones hay que seguir adelante cueste lo que cueste.

Yo siempre me rindo, Alex. ¿He hecho algo en mi vida que realmente fuese necesario hacer? Siempre he tenido alternativas y siempre he optado por la salida más fácil… Tanto tú como yo hemos optado siempre por la salida más fácil. Hace unos meses, soportar el latazo de doble clase de mates el lunes por la mañana o descubrir una espinilla del tamaño de Plutón en mi nariz era lo más duro que me podía ocurrir.

Esta vez voy a tener un bebé. Un bebé. Y ese bebé estará conmigo el lunes, el martes, el miércoles, el jueves, el viernes, el sábado y el domingo. No tendré fines de semana libres. No tendré tres meses de vacaciones. No podré tomarme el día libre, ni llamar diciendo que estoy enferma o hacer que mamá escriba una nota. Ahora seré yo la mamá. Ojalá pudiera escribirme una nota yo misma.

Estoy aterrada, Alex.

Rosie

De: Alex

Para: Rosie

Asunto: Bebé

No, no será como clase doble de mates el lunes por la mañana. Será mucho más emocionante que eso. Clase doble de mates el lunes por la mañana es aburrido: te entra sueño y te duele la cabeza. Con esta experiencia aprenderás muchísimas más cosas de las que puede enseñarte una clase de mates.

Cuenta conmigo para lo que sea. La universidad te esperará, Rosie, por qué ahora tienes una tarea mucho más importante que hacer.

Sé que todo irá bien.

De: Rosie

Para: Alex

Asunto: Re: Bebé

PORQUE tengo una tarea más importante. ¡Ojo con esa ortografía, señor Stewart!

De: Alex

Para: Rosie

Asunto: Re: Re: Bebé

Rosie, ya te estás portando como una madre: ¡lo harás de perlas! Cuídate. Alex

Ha recibido un mensaje de: ALEX

Alex: Creía que habías dicho que cuidarías de ella por mí, Phil.

Phil: Y yo te dije que si no aprendía a controlar la vejiga, tendría que marcharse. Está la mar de bien en el jardín.

Alex: No hablo de la perra, Phil, hablo de Rosie.

Phil: ¿Qué le pasa a Rosie?

Alex: Deja de fingir que no lo sabes. Estaba al teléfono y oí cómo papá y mamá te lo contaban.

Phil: ¿Qué impresión te ha causado?

Alex: Todo el mundo me pregunta lo mismo y no tengo ni idea. Es extraño. Rosie está embarazada. Sólo tiene dieciocho años. Apenas sabe cuidar de sí misma, y mucho menos de un bebé. Fuma como una chimenea y se niega a comer verduras. Se queda despierta hasta las cuatro de la madrugada y duerme hasta la una. Decidió trabajar fregando cazuelas y sartenes en un restaurante chino por menos dinero del que le daban sus vecinos para hacer de canguro porque le fastidiaba que estuvieran encima de ella. Juraría que no ha cambiado un pañal en su vida. Aparte de Kevin cuando era pequeño, dudo de que haya tenido un bebé en brazos más de cinco minutos. ¿Y qué pasa con la universidad? ¿Y con el trabajo? ¿Cómo demonios va a ser directora? ¿Cómo va a conocer a alguien? ¿Cómo hará amigos? Se ha quedado atrapada en una vida que será su peor pesadilla.

Phil: Aprenderá, Alex, créeme. Sus padres la apoyan, ¿no? No estará sola.

Alex: Sus padres son estupendos, pero trabajan todo el día, Phil. Rosie es inteligente, me consta. Pero, aunque me lo he asegurado por activa y por pasiva, no estoy muy seguro de que esté realmente convencida de que cuando empiecen los lloros no podrá desentenderse. Ojalá hubiese subido a ese avión y asistido al baile…

Querida Stephanie:

Permite que te ayude a encontrarte a ti misma. Deja que mis sabias palabras, de la hermana que tanto te quiere, te respeta y no te desea más que felicidad y suerte en la vida, te lluevan encima y te empapen de conocimiento. Acepta mi consejo, por favor. Nunca te quedes embarazada. O enceinte , como diréis por esos pagos. Mira la palabra, dila en voz alta, familiarízate con ella, repítela mentalmente y asume que nunca quieres verte así.

De hecho, más vale que no tengas relaciones sexuales. Así eliminas por completo la posibilidad.

Créeme, Steph, estar embarazada no es agradable. No me siento parte de la naturaleza, no irradio ninguna clase de signos maternales, sólo estoy gorda. E hinchada. Y cansada. Y mareada. Y me pregunto qué demonios voy a hacer cuando el pequeño nazca y me mire.

Tengo el culo inmenso y estoy que echo chispas. Alex ha comenzado su maravillosa vida universitaria, la gente que iba conmigo al colegio está por ahí, probando lo que el mundo les ofrece y yo no hago más que engordar segundo a segundo preguntándome dónde demonios me he metido. Ya sé que es culpa mía, pero tengo la sensación de que me estoy perdiendo muchas cosas. He estado yendo con mamá a esas clases prenatales donde enseñan a respirar. Aquello está lleno de parejas y todas tienen por lo menos diez años más que yo. Mamá intentó que entablara conversación con ellos, pero me da la impresión de que nadie tiene demasiadas ganas de trabar amistad con una chica de dieciocho años que acaba de terminar el bachillerato. Mamá me dijo que no me preocupara, que lo único que pasaba era que estaban celosos de mí. Creo que no nos habíamos reído tanto en meses.

No me dejan fumar y el médico dice que tengo que empezar a comer como es debido. Voy a ser madre y, sin embargo, aún me hablan como si fuese una niña.

Te quiere mucho,

Rosie

Señor Alex Stewart:

Está usted invitado al bautizo de mi preciosa hija Katie. Será el 28 de este mes. Cómprese un traje y procure estar presentable, para variar, puesto que usted será el padrino.

Con todo el amor,

Rosie

De: Alex

Para: Rosie

Asunto: Bautizo

Me alegró mucho verte. ¡Te vi fantástica! ¡Y NO estás gorda! La pequeña Katie no se mostró muy habladora, pero ya estoy perdidamente enamorado de ella. Hasta se me ocurrió robártela y llevármela conmigo de vuelta a Boston.

De hecho, no es verdad. En realidad me vinieron ganas de quedarme en Dublín. Faltó poco para que no regresara en ese avión. Me encanta vivir en Boston y me encanta estudiar medicina, pero aquí no me siento en casa. Y en Dublín sí. Volver a estar contigo me hizo sentir muy a gusto. Añoro a mi mejor amiga.

Aquí he conocido a algunos tíos muy majos, pero ninguno de ellos jugó conmigo a policías y ladrones en el jardín de mi casa cuando era pequeño. Tengo la sensación de que no son amigos auténticos. No les he dado patadas en la espinilla, no hemos montado guardia toda la noche para espiar a Santa Claus, no nos hemos colgado de los árboles fingiendo ser monos, no hemos jugado a hoteles ni me he partido el pecho de risa mientras les hacían un lavado de estómago. Y cuesta lo suyo superar esta clase de experiencias.

Sin embargo, tú ya me has reemplazado en tu escala de afectos. Ahora la pequeña Katie es todo tu mundo. Y no es de extrañar. No dejé de quererla ni siquiera cuando vomitó encima de mi traje (nuevo y muy caro). Eso debe de significar algo. Resulta chocante lo mucho que se parece a ti. Tiene tus mismos ojos azules y chispeantes (¡menudos quebraderos de cabeza te esperan!), tu mismo pelo negro azabache y tu misma nariz respingona. Aunque su trasero es ligeramente más pequeño que el de su madre. ¡Es broma!

Sé que ahora estás increíblemente ocupada, pero si en algún momento necesitas tomarte un respiro, no dudes en venir aquí a descansar. Sólo tienes que decirme cuándo vienes, la invitación siempre seguirá en pie. Comprendo que tu economía no es muy boyante, de modo que podríamos echarte un cable con el coste de los billetes. A mis padres también les encantaría que vinieras. Ya han llenado la casa con las fotos del bautizo en las que aparecéis tú y Katie.

Hay alguien que me gustaría que conocieras cuando vengas por aquí. Va a mi clase en la universidad. Se llama Sally Gruber y es de Boston. Seguro que os llevaréis bien.

La facultad es mucho más dura de lo que me esperaba. Hay que estudiar un montón y leer sin parar. Apenas hago vida social. En total voy a pasar cuatro años aquí, en Harvard, y luego tendré que hacer entre cinco y siete de residencia en un hospital, así que calculo que para cuando haya terminado mi especialización (sea la que sea) ya habré cumplido los cien.

Y esto es cuanto hago por aquí. Me levanto a las cinco de la madrugada y estudio. Voy a la facultad, vuelvo a casa y estudio. Cada día. No hay mucho más que contar, la verdad. Menos mal que Sally y yo vamos juntos a clase. Eso disminuye el pavor que me da cada mañana enfrentarme a un día más de estudio, estudio y estudio. Es duro, pero seguro que no es necesario que te lo diga. Apuesto a que es infinitamente más fácil que lo que tú estás haciendo ahora mismo. En fin, me voy a dormir, estoy destrozado. Felices sueños para ti y Katie.

Nota para mí misma:

No le hagas el caballito a Katie después de darle de comer.

No le des de mamar en el campo de fútbol.

No respires cuando le cambies los pañales. De hecho, permite que papá, mamá o incluso cualquier desconocido le cambie los pañales tan a menudo como quieran, si así lo desean.

No pases con el cochecito cerca del colegio, a no ser que quieras que te vea la señorita Narizotas Malaliento Casey.

No te rías cuando Katie se cae de culo al intentar caminar.

No intentes mantener una conversación con viejos amigos del colegio a quienes llevas una vida entera de ventaja: terminarás sintiéndote frustrada. Deja de llorar cada vez que Katie llora.

Bonjour Stephanie!

¿Cómo le va a mi guapa hermana? ¡Seguro que estás sentada en un café tomando café au lait con una boina y un jersey a rayas y apestando a ajo! Ay, ¿quién dice que los estereotipos han muerto?

Gracias por el regalo que le enviaste a Katie. Tu ahijada dice que te añora mucho y te manda un montón de besos babosos. En todo caso, eso es lo que me ha parecido que significaban los chillidos y bramidos que ha soltado su minúscula boquita. A decir verdad, no sé de dónde sale todo ese ruido. Katie es la cosita más diminuta y frágil que he visto en mi vida; tanto, que a veces tengo miedo de cogerla, pero entonces abre la boca y se desatan todos los infiernos. El médico dice que tiene cólicos. Yo sólo sé que no para de gritar.

Me tiene asombrada que algo tan pequeño pueda hacer tanta peste y tanto ruido. Creo que debería aparecer en el Libro Guinness de los Récords por ser la criatura más diminuta, apestosa y ruidosa de todos los tiempos. No habría entonces madre más orgullosa que yo.

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