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Ruby: ¡Alabado sea el Señor por los milagros que obra! ¡Amo a mi hijo, es un ser perfecto, un genio!

Rosie: ¡Qué sorpresa!

Ruby: Bueno, estarías de acuerdo conmigo si, como yo, hubieses asistido al renacimiento de Fred Astaire. ¡No sólo estoy sumamente dolorida por haber bailado como no lo había hecho nunca, sino que estoy impresionada hasta la médula! ¡En cuanto comenzó la música, empezó la magia!

O sea, Ricardo fue más bien duro con Gary pese a que era su primer día. Dijo: «Ruby, ésta es la clase avanzada, Gary tendrá que seguir el ritmo de los demás». Y, Dios mío, Gary lo siguió tan bien que por poco me desmayo. Ricardo hasta puso «1, 2, 3, María» de Azuquita y como tú bien sabes, Rosie, es una canción rápida, tan rápida que tú y yo acabamos tiradas por el suelo antes de llegar a la mitad, con estrellas y pajaritos de dibujos animados dándonos vueltas en la cabeza. Gary se movía de una manera increíble. Daba vueltas por la pista con mucho garbo mientras las gotitas de sudor se movían a su alrededor como… un sistema solar. Ricardo dijo que Gary era una estrella en ciernes y que hacíamos muy buena pareja.

Teddy no se impresionó demasiado cuando se lo conté. Verás, estaba tan entusiasmada cuando llegué a casa que lo solté sin darme cuenta de que los colegas camioneros de Teddy estaban en el cuarto de la tele. Teddy se puso más rojo de lo habitual y empezó a despotricar diciendo que todos los bailarines son gays y que con mi influencia a Gary acabarían gustándole los chicos. Le contesté que sólo estaba intentando que sacara un poco la cabeza de su concha, no que saliera del armario. Pero Teddy y sus colegas no lo entendieron. Piensan que pueden aplastarse latas de cerveza en la cabeza, tirarse pedos (para luego olerlos y reír), gritar a los jugadores de fútbol de la tele (como si ellos fueran a hacerlo mejor si estuvieran en el campo), criticar a todas las gordas que salen en la tele (como si ellos no tuvieran unos barrigones de cerveza de padre y muy señor mío ni llevaran más de diez años descuidándose), llamarme cada diez minutos para que les lleve más latas de cerveza (de la variedad que va a cincuenta céntimos la media docena) y luego tener la osadía de largarme una conferencia sobre cómo son los hombres de verdad, los muy cabrones, perezosos y egoístas.

Rosie: Para el carro, Ruby, me parece que nos estamos desviando del tema. ¿Qué hizo el pobre Gary cuando Teddy y compañía se metieron con él?

Ruby: Bueno, el pobre chico pasó tanta vergüenza que salió hecho una furia del cuarto, subió la escalera pisando fuerte y se encerró en su habitación dando un portazo.

Rosie: Vaya por Dios, pobre Gary. Espero que Teddy se disculpara.

Ruby: ¿Has perdido el juicio? Claro que no lo hizo. La reacción de Gary sólo sirvió para demostrar lo gay que se estaba volviendo: al fin y al cabo se había puesto hecho un basilisco como una mujer. Aunque no tardé en hallar consuelo en seis delicados pastelillos con un precioso glaseado de color rosa. Así que olvídense de Fred Astaire y Ginger Rogers, ¡aquí llegan Ruby y Gary Minelli!

Rosie: ¿Minelli?

Ruby: Pues sí, me he cambiado el nombre por otro mucho más propio de una superestrella. Ricardo dijo que podría entrenarnos para participar en concursos. Hasta iríamos de viaje por el mundo si llegamos a ser lo bastante buenos. Para alguien que considera que pasear hasta el fondo del jardín es una aventura, poder viajar por el mundo es un auténtico sueño. Eso si somos lo bastante buenos, por supuesto.

Rosie: Ruby, es una noticia fantástica. ¿Qué dirá Miss Behave cuando averigüe que ha sido sustituida?

Ruby: Eso me preocupa, mira. Ya sabes lo celosa que se pone sólo con que mire a otro hombre, pero, piense lo que piense, voy a llevarme a Gary conmigo a los Campeonatos Mundiales de Salsa que se celebran en Miami. Ya sabes, hay que mirar más allá de las cuatro paredes del pabellón de la Escuela San Patricio. Ver las posibilidades, oler el éxito en el aire, saborear las recompensas.

Rosie: ¿Has estado viendo el programa de Oprah otra vez?

Ruby: Sí, la sección de «Recuerda tu espíritu» siempre me llega al alma. Puede que un día Gary y yo salgamos en el programa para contar cómo, simplemente por creer nos convertimos, partiendo de la nada, en un par de bailarines de salsa millonarios.

Rosie: Ay, no me hables de recordar espíritus. Sólo me viene a la cabeza el vodka que ingerí anoche.

Ruby; No se trata de esa clase de espíritu, tonta… ¿Alguna novedad en el frente de los empleos?

Rosie: Bueno, sí, ayer recibí una oferta de empleo por correo.

Ruby: ¡Fabuloso! Ya iba siendo hora. ¿Es el que querías o el que no querías?

Rosie: Con la de años que hace que me conoces y ¿todavía tienes que preguntarlo? A decir verdad no es ni uno ni otro, sino el que de verdad, de verdad no quería y sólo aceptaría si fuese el último empleo en todo Dublín, si me estuvieran echando a patadas de casa de mis padres y si Katie y yo estuviéramos tan desesperadas por comer que tuviésemos que lamer sellos.

Estimados señor y señora Dunne:

Subastas Hyland amp; Moore ha recibido su solicitud y estaremos encantados de actuar en su nombre para vender su casa. Gracias por elegir a Hyland amp; Moore para que los representen.

Atentamente,

Thomas Hyland

Tiene un mensaje instantáneo de: ROSIE

Rosie: Hola, soy yo.

Rosie: Hooooolaaaa

Rosie: Sé que estás ahí. Veo que te has conectado on-line.

Alex: ¿Quién eres?

Rosie: Ja, ja, ja, qué gracioso. ¿De qué va esto? ¡¿Vamos a fastidiarle el día a Rosie?! Pues mala suerte, voy a descubrir el pastel y a contarte la lacrimógena historia de mi miserable vida tanto si quieres como si no. Bien, allá voy.

Me ofrecieron un empleo. Pero lo rechacé porque creí que no estaba tan desesperada como para tener que aceptarlo. Resulta que me equivocaba. De repente mis padres me dijeron que iban a poner la casa en venta al día siguiente, y antes de que mi cerebro tuviera tiempo de registrar lo que me estaban diciendo, empezaron a desfilar extraños por la casa que metían las narices en mi habitación, se quejaban de la distribución interior, se burlaban del papel pintado, miraban con desprecio las alfombras, comentaban qué paredes derribarían, qué armarios eliminarían y cuáles de mis osos de peluche les gustaría quemar en una hoguera en el jardín de atrás mientras bailaban y gritaban con la cara pintada con sangre de animales (vale, esto último no lo dijeron). Y entonces una pareja hizo una oferta por el precio de salida, lo creas o no, ¡después de haber visto la casa sólo una vez! ¡Papá y mamá lo pensaron aproximadamente veinte segundos y dijeron que sí!

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! Al parecer la mujer está embarazada de ocho meses y viven en un piso muy pequeño y necesitan mudarse enseguida, antes de que nazca el bebé y tengan que bañarlo en el fregadero y jugar en el balcón.

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! Papá y mamá se deshicieron en disculpas y tal, pero no los culpo porque al fin y al cabo se trata de su vida y, francamente, tendrían que haber dejado de preocuparse por mí en cuanto me fui de casa por primera vez. Así que en cuestión de días han vendido la casa, todo está guardado en cajas y han comprado una casa por prácticamente nada en Connemara. Los muebles se subastan mañana (aparte de las cuatro cosas que me he agenciado), y el resto lo trasladan también mañana a la casa nueva (que queda a horas de aquí). Papá y mamá ya han comprado pasajes para irse de crucero durante dos meses y se marchan el lunes.

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! Esto significa que tuve que llamar corriendo a la gente que me había ofrecido el empleo que ya había rechazado -sin demasiada educación, debo añadir-. Tuve que deshacerme en disculpas e intentar convencerlos de que realmente deseaba el trabajo después de todo. Estaban muy molestos y me dijeron que no me necesitaban hasta agosto. Así que hoy Katie ha pasado el día con Brian mientras yo he salido a buscar casa a la desesperada.

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! Todo lo que más o menos entraba en mi presupuesto era espantoso. Los apartamentos eran demasiado caros, demasiado pequeños o quedaban demasiado lejos de mi trabajo y el colegio de Katie. Entonces papá y mamá han comentado mis problemas personales (como suelen hacer) con la joven pareja enfermizamente feliz que está a punto de embarcarse en la dicha de la vida familiar mientras masacran el hogar de mi infancia. Y dado que papá y mamá han sido tan rápidos y comprensivos ante su necesidad de mudarse cuanto antes, han sugerido que yo ocupara el piso que ellos acaban de desocupar con la intención de alquilarlo.

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! Pero lo que ocurre es que ya lo han alquilado por unas pocas semanas a un grupo de estudiantes, de modo que tengo que esperar hasta que lo dejen. Y para entonces seguro que estará asquerosamente sucio y apestoso.

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! ¿Y dónde voy a vivir mientras espero?, te oigo preguntar. Bien, veamos, mis padres se han mudado a Connemara, como ahora sabes. Kev vive en las dependencias del personal del Two Lakes Hotel de Kilkenny, Steph vive en Francia, Ruby sólo tiene dos dormitorios y Katie y yo no cabemos, y tú estás en Boston, desde donde lo tengo un poco crudo para ir a trabajar todos los días. De modo que ¿cuál es el único otro ser humano que conozco en Dublín ahora mismo (y ni se te ocurra pensar en Comosellame)?

Ni más ni menos que Brian el Llorica.

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! Eso me temo. Te estoy escribiendo desde la despensa del piso de alquiler de Brian el Llorica, donde me veo obligada a pasar unas semanas. ¿Puedo caer más bajo? Y ésta no es mi peor noticia. Todavía no te he dicho quién es mi nuevo jefe. Ni más ni menos que la señorita Narizotas Malaliento Casey.

Alex: ¡No!

Rosie: ¡Sí! Ahora soy la secretaria de la mujer a la que más odiamos mientras crecíamos, la mujer que hizo la vida imposible a mi hija mientras estuvo en el colegio y que ahora es la directora de la Escuela Primaria San Patricio y mi jefa. No alcanzo a comprender por qué me ha contratado la señorita Narizotas Malaliento Casey, pero el caso es que lo ha hecho y mientras no encuentre otro empleo en un hotel no me quejaré ni haré preguntas. Quizá simplemente quiere fastidiarme la existencia durante mi vida adulta y hasta que sea una anciana. Y hablando de ancianos, ella ya era vieja cuando yo tenía cinco años, por el amor de Dios, y sigue siendo vieja. Esa mujer tiene nueve vidas.

Así que dime, ¿qué te parece el panorama? ¿Quieres que le pase algún mensaje a tu maestra favorita?

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