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Qué lástima que no pudieras venir a mi fiesta de jubilación. La empresa invitó a la familia en pleno. Nos trataron realmente bien toda la noche. De hecho, me han tratado muy bien durante treinta y cinco años. Stephanie, Pierre y Jean-Louis vinieron desde Francia. Rosie, Greg y la pequeña Katie también asistieron. No me estoy metiendo contigo, hijo, sólo es que me hubiese gustado que también estuvieras tú. Fue una velada muy emotiva. Si hubieses venido, habrías visto llorar a tu viejo.

Es curiosa la vida. Me he pasado cuarenta años trabajando para ellos y recuerdo el primer día como si fuese ayer. Acababa de terminar los estudios, estaba ansioso por gustar. Quería empezar a ganar dinero para poder pedirle a tu madre que se casara conmigo y comprar una casa. En mi primera semana de trabajo dimos una fiesta en la oficina para un tipo mayor que se jubilaba. No le presté demasiada atención. La gente largaba discursos, le hacía regalos, hablaba de los viejos tiempos. Pero a mí sólo me importaba que me estuvieran obligando a quedarme horas extras que no iba a cobrar cuando lo que quería era salir pitando de allí para proponerle matrimonio a tu madre. El tipo que se jubilaba había trabajado allí toda su vida, tenía los ojos llorosos, estaba muy disgustado por tener que marcharse y tardó una eternidad en terminar su discurso. Pensé que no iba a callarse nunca. Llevaba el anillo de compromiso en el bolsillo. No paraba de palparme los pantalones para comprobar que el estuche de terciopelo seguía en su sitio. Estaba impaciente. Quería que aquel pobre viejo acabara de una vez.

Se llamaba Billy Rogers.

Antes de marcharse quiso llevarme a un aparte y explicarme unas cuantas cosas sobre la empresa, visto que yo era nuevo. No escuché una sola palabra de lo que me dijo. Hablaba y hablaba como si no tuviera intención de irse de aquella maldita oficina. Le metí prisa. La empresa no me parecía tan importante por aquel entonces.

Siguió viniendo a visitarnos a la oficina una vez por semana. Merodeaba por nuestros escritorios dando la lata a los nuevos y también a algunos de los veteranos. Daba consejos y supervisaba cosas que ya no eran asunto suyo. Nosotros sólo queríamos que nos dejara hacer nuestro trabajo. Aquella oficina era su vida. Un buen día le dijimos que se buscara un pasatiempo, algo que lo mantuviera ocupado. Pensamos que le estábamos haciendo un favor. Se lo sugerimos con buena intención, aunque sus amigos ya empezaban a estar de él hasta las narices. Murió pocas semanas después. Tuvo un infarto en un campo de golf. Había seguido nuestro consejo y estaba dando su primera clase.

No había vuelto a pensar en Billy Rogers desde entonces: de eso hace más de treinta años. Me había olvidado por completo de él, la verdad. Pero desde la otra noche no he conseguido apartar a Billy Rogers de mis pensamientos. Mientras miraba a mí alrededor con lágrimas en los ojos, escuchaba discursos, aceptaba regalos, sorprendía a los muchachos nuevos mirando de reojo la hora preguntándose cuándo podrían escabullirse para marcharse a casa con sus novias, sus mujeres, sus hijos o quien fuera… No pude dejar de pensar en todos los tipos que habían entrado por la puerta de aquella oficina. Pensaba en los tipos que habían comenzado el mismo día que yo: Colin Quinn y Tom McGuire, tipos que no llegaron a la jubilación como yo. Supongo que así es la vida. La gente llega y se va.

Así que ya no tengo que madrugar. He recuperado un montón de horas de sueño que nunca pensé que fuera a necesitar. El jardín está inmaculado, todo lo que había estropeado en casa está arreglado. Esta semana he jugado tres veces al golf, he visitado dos veces a Rosie, me llevé a Katie y a Toby a pasar el día por ahí, y aún me vienen ganas de subirme al coche y salir pitando hacia la oficina para enseñar un par de cosillas a los novatos. Pero no me harían caso. Lo que quieren y necesitan es aprender por sí mismos.

Por eso se me ha ocurrido ponerme a escribir como hacen todas las mujeres Dunne. Creo que es lo único que hacen. Así sube menos la factura del teléfono, me figuro. Cuéntame cómo te van las cosas, hijo.

¿Te has enterado de lo del trabajo de Rosie?

Tu padre

De: Kevin

Para: Stephanie

Asunto: Papá

¿Cómo va todo? Hoy he recibido una carta de papá. Que papá escriba una carta ya es raro de por sí, pero lo que me ha escrito todavía es más extraño. ¿Está bien? Me habla de un tal Billy Rogers que murió hace más de treinta y cinco años. No te lo pierdas. De todas maneras me alegró recibir noticias suyas, pero no parecía el mismo hombre. Tampoco es que eso tenga que ser malo. Le disgustó que no fuera a su fiesta de jubilación. Tendría que haberme esforzado más para ir.

Saluda a Pierre y Jean-Louis de mi parte. ¡Dile a Pierre que voy a dejar sus habilidades culinarias por los suelos la próxima vez que nos veamos! ¿Papá te ha dicho algo sobre el trabajo de Rosie? ¿Qué ha hecho esta vez?

De: Stephanie

Para: Mamá

Asunto: Kevin y papá

Deben de haberle echado algo al agua ahí en Irlanda porque acabo de recibir un e-mail de tu hijo, mi hermano pequeño, Kevin. Sí, Kevin, el tipo que nunca se pone en contacto con su familia a no ser que necesite pedir dinero prestado. ¡Me ha escrito para decirme que papá le había escrito y que estaba preocupado! ¿Tú sabías que papá supiera lamer un sello?

Por lo que dice Kevin papá habla de Billy Rogers otra vez. A mí también me habló de él. ¿Está bien? Supongo que está de un humor más contemplativo ahora que ha empezado una nueva etapa de su vida. Ahora al menos tendrá tiempo para pensar. Los dos habéis trabajado mucho durante toda vuestra vida. Ahora vuestro hijo pequeño Kevin se ha ido, Rosie y Katie se han ido, yo me he ido y la casa por fin es toda vuestra. Entiendo que a papá le cueste lo suyo hacerse a la idea. Los dos estabais acostumbrados a tener la casa llena de niños chillones y adolescentes que no paraban de pelear. Cuando por fin crecimos aterrizó otro bebé y os volcasteis en ayudar a Rosie. Me consta que además tuvisteis que hacer un esfuerzo económico. Ahora os toca vivir la vida.

Kevin decía algo sobre el trabajo de Rosie; no quiero llamarla hasta que me digas qué ocurre. Parecía muy preocupada porque fueran a despedirla. Dime algo.

De: Mamá

Para: Stephanie

Asunto: Re: Kevin y papá

Tienes toda la razón. Creo que tu padre tiene mucho en que pensar y tiempo de sobra para hacerlo. ¡Me encanta tenerlo en casa! Ya no va siempre con prisas ni está pensando en algún problema del trabajo que urge resolver mientras trato de mantener una conversación con él. Es como si ahora estuviera todo él aquí conmigo, en cuerpo y alma. Yo también me sentí así cuando dejé de trabajar, pero supongo que en mi caso fue un poco diferente. Cuando Katie nació ya empecé a trabajar media jornada para poder ayudar a Rosie. Por eso no viví un cambio tan drástico cuando finalmente dejé mi empleo. Pero tu padre tiene que encontrarse a sí mismo otra vez.

Me asombra que no te hayas enterado de lo del trabajo de Rosie. Creía que habrías sido una de las primeras personas a quien se lo diría (aparte de Alex, por supuesto), pero a lo mejor aún no estaba preparada para comentarlo. Esa chica me preocupa mucho a veces. ¡Figúrate, estuvo toda la semana diciéndome que iba a perder el empleo y finalmente me llama y me dice que se ha reunido con sus jefes y que la han ascendido!

¡Ay, Stephanie, nos hizo tanta ilusión! Me sorprende que aún no te haya dado la buena noticia, aunque de eso hace sólo unos días. De todos modos dejemos que te lo cuente ella misma pues de lo contrario pondrá el grito en el cielo por haberle chafado la sorpresa. Tengo que dejarte: tu padre me está llamando. Nos vamos al vivero. Si planta más flores o árboles en ese jardín, ¡tendremos que solicitar permiso para construir una jungla!

Cuídate, cielo, y dale besos y abrazos a Jean-Louis de parte de sus abuelos.

Capítulo 25

De: Stephanie

Para: Rosie

Asunto: ¡Ascenso!

Sé que estás en el trabajo y por eso no te llamo. Hoy he recibido carta de mamá. ¿Qué es eso de un ascenso? ¡Mándame un e-mail en cuanto puedas!

De: Rosie

Para: Stephanie

Asunto: Ascenso

¡No puedo creer que mamá haya sido tan bocazas!

¡¡SI!! La noticia es cierta y me muero de ganas de empezar.

El cargo se titula HOTEL HOST, y antes de que te ilusiones más de la cuenta como nuestros queridos padres, no significa que vaya a dirigir el hotel. Seré la principal fuente de información para los huéspedes para garantizar la máxima satisfacción de los clientes (o eso me dicen…).

Me dieron la sorpresa de mi vida. Tuve que arrastrar literalmente mi cuerpo hasta la misma sala de reuniones donde tuve mi primera entrevista hace años. Tenía el corazón en un puño y las piernas me temblaban. Mi expresión corporal era nefasta, las palmas me sudaban, las rodillas entrechocaban y ya me imaginaba viéndome obligada a volver a trabajar para Randy Andy hasta que ambos alcanzáramos la edad de jubilación. Estaba convencida de que Bill y Bob Lake iban a pedirme con toda serenidad, sin levantar la voz, que fuera a mi escritorio, recogiera mis pertenencias, saliera del establecimiento y no regresara nunca más.

En cambio fueron muy generosos conmigo. Me fueron insuflando confianza mientras explicaban lo que implicaba el puesto. Dijeron que estaban encantados con mi «actuación» en el hotel durante estos años (y espero que no se refirieran a la vez en que me tendí encima del piano y canté canciones de Barbra Streisand cuando todos los huéspedes se habían ido a dormir. No se puede culpar a una chica por intentar vivir una fantasía cuando tiene ocasión…).

Y allí los tenía, diciéndome que irradiaba encanto y confianza, cuando en el fondo yo seguía esperando el momento en que sonreirían y me mirarían como si estuviera loca por creerles antes de decirme que lo del ascenso era una broma. Y yo venga buscar una cámara oculta.

Pero según parece me trasladaré a un nuevo hotel que aún está por construir (de ahí todas esas reuniones secretas con hombres y mujeres con traje negro, maletín de piel, pelo engominado y cara de palo que desfilaron de incógnito por el vestíbulo del hotel; fue como si estuviéramos viviendo la enésima secuela de Matrix). Pero si hablan en serio, mi empleo me convertirá en la única responsable de la buena marcha de todos los aspectos del hotel y tendré que actuar de enlace con la oficina central y presentar informes semanales. Es la primera vez que tendré que «enlazar». Suena sexy y peligroso. Cualquier empleo que me suponga «enlazar» con los chicarrones de la oficina central es un exitazo para mí. Ya me veo emperifollada con un vestido de cóctel en una «reunión» de trabajo formando corro con las demás «corbatas», hablando en murmullos sobre gráficos, diagramas de quesitos e informes económicos. Si la gente nos pregunta qué estamos haciendo, podré decir quitándole importancia: «Oh, no se preocupe, sólo estamos enlazando…».


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