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Cuando quiero llorar no lloro

Mamá compró una urna de bucare y la hizo forrar con tela negra, Mamá fue a buscar su cadáver al hospital, Mamá vino en la camioneta con su hijo muerto, Mamá pasó por las oficinas del cementerio a cumplir las formalidades, ahora está aquí al pie del cerro donde lo van a enterrar, los dos sepultureros del municipio colocan la urna sobre una parihuela y emprenden la subida, Mamá va rezando un padrenuestro detrás de ellos, lleva en sus manos una pequeña corona de margaritas que le costó doce bolívares, hay que abrirse paso por entre el gamelote y los ñaragatos, apartar con los pies las latas oxidadas, se detienen a la sombra de una cañafístola, ahí está abierta una fosa cualquiera en espera de un difunto cualquiera. Mamá le dedica un recuerdo inevitable al padre de Victorino, se llama Facundo Gutiérrez, no lo ha vuelto a ver más nunca, era muy borracho, seguramente lo sigue siendo si está vivo, los dos sepultureros bajan la urna con ayuda de gruesos mecates hasta el fondo del hoyo, las paletadas de tierra hacen llorar a Mamá contra sus deseos, se había propuesto no llorar a Victorino en público, los sepultureros dejan un ladrillo indicador sobre la gleba removida, 715 FP 283, son letras y números pintados en alquitrán, los sepultureros se secan el sudor con pañuelos terrosos, comienzan el descenso con la parihuela vacía, Mamá vuelve a seguirlos por entre los peñascos y las desigualdades del cerro, Victorino quedó enterrado entre muchas otras tumbas de pobres, pero tuvo su urna de bucare con su tela negra que la forraba, y tuvo su corona de doce bolívares, y tuvo el llanto de Mamá que también vale. Mamá da las buenas tardes a ios sepultureros del municipio,se monta de nuevo en la camioneta, regresa humildemente a las oficinas del cementerio.

Mami se mantiene erguida a duras penas, del brazo izquierdo la sostiene doña Adelaida, del otro brazo una de sus amigas, mañana no recordará cuál de ellas, todo sucede empañado por las lágrimas y por la tarde que empieza a oscurecerse tempranamente, Mami logra distinguir uno que otro rostro conocido en medio de la multitud que la rodea, cabezas curiosas se asoman por entre los ángeles y las vírgenes de mármol, ancianas afligidas desgranan letanías bajo las trinitarias, seis amigos de Victorino traen su urna en hombros desde la carroza fúnebre, detrás de ellos surgen las flores de mil coronas, lirios, orquídeas, calas, rosas, hortensias, vandas y las azucenas que manchan de oro las manos con su polen intenso, y el perfume dulzarrón de los nardos y de los malabares que marea a Mami, ahora bajan con cordeles la urna hasta posarla en el fondo de la fosa, las lágrimas de Mami se hacen más nubladas, el ingeniero Argimiro Peralta Heredia se halla ausente del país, anda por Londres en viaje de negocios, al menos eso le dijo a Mami mientras hacía las maletas, fue necesario enviarle un cable inhumano, el ingeniero Argimiro Peralta Heredia no llegó a tiempo para el entierro, gestionó desesperadamente un puesto en los aviones y no lo había, Mami escucha la voz del capellán como si viniera de muy lejos, Libera me Domine de morte aeterna, el ingeniero Argimiro Peralta Heredia vendrá en un vuelo de mañana al mediodía, lo derrumbará este hachazo, Victorino lo era todo para él, Libera me Domine de morte aeterna, el capellán de sobrepelliz blanca y estola negra dice su responso, el capellán rocía la tumba con el hisopo, las coronas ascienden en pirámide hasta las ramas de los árboles, la ceremonia ha concluido, Mami no consigue tenerse en pie por sí sola, Mami abandona el panteón de la familia Peralta apoyada en dos hombros que mañana no recordará a cuáles de sus amigas pertenecían.

Madre llora su soledad entre cincuenta jóvenes que han venido a enterrar a Victorino, anoche lo velaron en una agencia funeraria, los digepoles anotaban nombres, miraban hacia el cadáver con inacabable rencor, gruñían maldiciones a media voz, solamente a la puerta del cementerio se rezagó la policía. Madre cruza la verja en compañía de un puñado de jóvenes que cantan, Belachao, chao, chao, y si me matan en el combate toma en tus manos mi fusil, Madre se siente sola y desvalida, ni siquiera la familia se enteró de la muerte de Victorino, los periódicos se limitan a publicar la noticia del asalto al banco, no han dicho todavía una palabra de las muertes. Madre no se explica cómo lo supieron estos cincuenta compañeros de Victorino, pasaron la noche con ella en la funeraria, ahora gritan consignas, ¡Te vengaremos, Victorino, te vengaremos, suben con la urna a cuestas por las estrechas avenidas, una rabiosa pesadumbre les endurece los rostros infantiles, llevan la urna envuelta en una bandera roja y negra, Somos la joven Guardia que va forjando el porvenir, Juan Ramiro Perdomo está preso en el cuartel San Carlos, le negaron el permiso para asistir al entierro de su hijo, Madre se siente más sola a medida que avanzan hacia la sepultura, lo enterrarán en una explanada árida donde se levantan cien tumbas exactamente iguales, el mismo Cristo pequeño de mármol negro cien veces repetido, esos Cristos los fabrican en serie y salen muy baratos, Madre comprará uno para la tumba de Victorino, Oh, Belachao, Belachao, soy comunista toda la vida y comunista he de morir, una muchacha del cortejo llora a la par de Madre, un estudiante sin corbata dice un discurso ante la tierra recién cerrada, ¡Te vengaremos, Victorino, te vengaremos, Juan Ramiro Perdomo se morderá los puños en su calabozo, no hay soledad en el mundo comparable a la de Madre, los jóvenes se acercan y la abrazan uno por uno, después reanudan el canto, Una mañana de sol radiante salí a buscar al opresor, Madre regresa lentamente por entre mármoles y pinos, a su lado camina la muchacha que llora a la par de ella.

Las tres mujeres enlutadas se cruzan entonces por única vez, la que bajó desde el pie del cerro en la camioneta, la que sube desde el panteón de los Peralta, la que viene cabizbaja por la angosta avenida, las tres mujeres enlutadas se miran inexpresivamente, como si nunca se hubieran visto antes, nunca se han visto antes es verdad, como si no tuvieran nada en común.

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