A la puerta estaban tres tipos con grandes mostachos abrillantados, que hacían girar sus sombreros entre los dedos. Sonreían y trataban de mostrarse corteses. Llevaban tatuada en el cuello una media luna azul.
– Queremos avisarle que los Alamino se irán pronto, apenas se case Leticia -dijo el más alto-. Y le rogamos que nos disculpe por las molestias que han causado nuestros gatos. Les pondremos un bozal, y sus pájaros tendrán paz.
Padre no supo qué responder. Lo descolocaban aquellos viejos tan bobos, tan sin malicia, que por todo pedían perdón. Tuvo ganas de golpearlos, de hacerlos llorar. Pero se quedó en el zaguán tomando frío, mientras los veía alejarse.