«No se culpe a nadie de mi muerte. Me suicido porque de no hacerlo, seguramente, con el tiempo, te olvidaría. Y no quiero».
A. R. Se suicidó porque C. habló mal de él.
«No se culpe a nadie de mi muerte». Mentira, siempre se suicida uno por culpa de alguien. «Nadie» siempre es alguien.
¿Quién es «nadie»? -clamaba el Comisario.
– ¿Hay más crímenes que suicidios?
– No lo sé.
– En el teatro ¿hay más crímenes que suicidios?
– Antes sí. A medida que la humanidad envejece asesina menos y se suicida más.
– Entonces la humanidad envejeció ya varias veces. El suicidio es paralelo a la decadencia de las civilizaciones.
– Hablamos de relaciones individuales -le explicaron al Arzobispo, que se acercaba. La gente se suicida por las mismas razones que asesina.
– No es cierto -dijo el Arzobispo- y sé algo de eso.
Suicidarse en seco.
Se suicida uno por todo.
¿Quién no se ha suicidado?
– Dormir es suicidarse un poco cada noche.
– Usted es soltero.
– ¿Cómo lo sabe?
Se suicidó porque no le salía lo que debía salirle.
Frente a tantos «Crímenes célebres», empastados y traducidos a todos los idiomas, nadie se ha atrevido a publicar tomos y tomos de «Suicidios célebres»
Se suicida el que pierde, por ganar. Sentido exacto de ganar por la mano.
Se suicida uno por cualquier cosa.
Nadie se suicida por equivocación ni por ignorancia. Morirse es otra cosa, aunque, a veces, parezca un suicidio.
– el suicidio es un punto de partida.
– No tienes ninguna gracia.
– Desde luego que no en el sentido de tiro de gracia.
– ¡A ver si traes buenos frenos! Y se tiró bajo el coche.
Los que dicen:
– Dan ganas de matarse.
– Dan ganas de desaparecer.
– Dan ganas de morirse,
no se suicidan nunca.
Siempre se suicida uno aculado.
Trabaja uno hasta matarse.
En todo suicidio hay un asesino que nunca es el suicida. Otro otro.
«La vi, no me gustó. Conque ¡hasta más ver! (Si no lo entienden, lo siento)».
«Pude dar vida, luego me la puedo quitar. Que los mantenga su abuela».
«No debí haber nacido. ¿O es que los padres son infalibles? ¿O cada coyunda es imagen de Dios? Me nacieron en un tiempo que me asquea. Ustedes lo pasen bien. Yo, sin duda, lo pasaré mejor».
«¿Y ahora qué?»
«Voy a ver qué pasa».
«No tengo ninguna razón para hacerlo, pero tampoco para no hacerlo».
«No puedo dormir sin ti».
De Balbino López D., comerciante: «Me mato, señores, porque dos y dos son cuatro».
«A ver si adivinan. Si no, tanto da».
«Me suicido por gusto de hacerlo».
«Me suicido por ver la cara que pondrá Lupe, su mamá y el lechero».
«No busquen a la mujer. Precisamente porque no la hay corto el hilo de mi vida; con unas tijeras para mayor precisión».
«Que Dios me lo tenga en cuenta».
Nadie sabrá quién fue.
«Me suicido por envidia de Rafael. No lo explico porque no lo comprenderán. Es una raíz vieja, crecida de toda la vida, que me duele de la planta de los pies a las raíces de los pelos. Y si creen que lo hago por chiste: créanlo».
No quiero seguir adelante, nunca podré hacer lo que hizo mi abuelo.
No me llamó Dios por este camino.
¿Para qué vivir sin comer espárragos?
«No se revienta la cuerda por lo más delgado. Atestígüenlo». Ya no sirvo para nada.
Llámanlo el sueño eterno. Como padezco horriblemente de insomnio, pruebo.
Después de todo, nada.
Me mandó al demonio; voy.
Meto reversa.
Me suicido para que hablen de mí.
¡Adivinen, jóvenes, ya que son tan listos!