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Max Aub

Crímenes ejemplares

Confesión

No hay tantos crímenes como dicen, aunque sobran razones para cometerlos. Pero el hombre -como es sabido- es bueno, por ser natural, y no se atreve a tanto. De las reacciones de los mis difuntos nada digo, por ignorancia. Me bastaron -como autor- las de sus asesinos.

– ¡Ojalá se muriera! -se dice de fulano en un momento preciso por distintos motivos.

De ahí que el título tenga, en cuanto al adjetivo, antecedentes que suenan al oído menos pintado, y referente al sustantivo, el de mi primer drama, escrito a los dieciocho años. Mi mala, sangre por ahí se revela. Otros antecedentes, aunque plantados al trebolillo, gozan de cierta unidad: Quevedo, Gracián, Goya, Gómez de la Serna. Disparates hicieron los dos últimos. Reconozco la superioridad literaria del pintor. De los Disparates a los Desastres de la guerra no hay gran distancia. Las cosas han cambiado algo des-de mi primer Crimen, pero ni aquel dramoncillo ni este libelo tienen que ver con la política y sí, tal vez, con la poesía; con lo que me refuto, habiendo asegurado tantas veces que tienen raíz común. A lo mejor, inconscientemente, éste es un libro político, pero no creo que pase de ser un homenaje a la confraternidad y a la filantropía, sin salir del limbo. Me declaro culpable y no quiero ser perdonado. Estos textos -dejo constancia- no tienen segundas intenciones: puro sentimiento.

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