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De Gastronomía

No hay nada como comer el ojo del enemigo. Revienta entre las muelas como granote de uva, con gustito de mar.

Las nalgas son mejores al tacto que al gusto, más duras de mascar que de tentarrujar.

Le gustaba tanto que no dejó nada. Le chupó hasta los huesos. De verdad había sido bonita.

Juan Fábregas Monleón, fabricante de camisetas, odiaba ferozmente a Manuel Santacruz Ridaura, fabricante de lo mismo. Fue al Congo, se trajo dos antropófagos a Barcelona. Así desapareció completamente Manuel Santacruz Ridaura.

Juan Fábregas Monleón tuvo hasta el día de su muerte repentina, en una esquina de su despacho, en una vitrina, colgado, completo, el esqueleto de Manuel Santacruz Ridaura; le hacía tanta compañía.

– Le comería los hígados -dijo Vicente. No pudo: amargaban.

Esa hormiga odiaba a aquel león. Tardó diez mil años pero se lo comió todo, poco a poco, sin que él se diera cuenta.

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