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No quise incitarlo al trago, o sea que me guardé para el último momento el regalo de los compactos de Sinatra, y, tampoco, sin duda alguna porque aún le dolía su último aterrizaje forzoso, él no quiso incitarse a nada que no fuera el goce de la amistad, ya que también se guardó para la despedida el obsequio de varios cassettes del pianista Roberto Bravo, uno de esos maestros de la música que, como Sinatra, sencillamente dan mucha sed.

No he vuelto a ver a Enrique, aunque alguna vez me ha mandado una foto de regalo, con algunas poéticas palabras escritas por detrás, con alguna nueva dirección, y siempre mencionando a Socorro con amor y gratitud. Definitivamente, mal del todo no le fue, gracias al extraordinario fotógrafo que todos reconocieron siempre en él. Hace dos o tres años, por ejemplo, vi en la revista Ronda Iberia, la de la compañía española de aviación, un precioso reportaje sobre Chiloé y sus alrededores. Y todas las maravillosas fotografías que ilustraban el texto eran de Enrique.

La verdad, me he adelantado mucho a los acontecimientos, porque ni siquiera he mencionado aún la partida de Mía de Menorca, primero, y luego de Londres, a fines de 1985, con su adorable y adorado Rodrigo totalmente destarantulado. Como siempre, las cartas de Mía son las que mejor resumen y transmiten lo que fue ese veraneo en Menorca, y su posterior balance. A ellas me atengo, pues, sobre todo porque pertenecen a la época en que aún me escribía muy a menudo. Época epistolar de oro, aquélla, y que según Mía llega casi a su fin con la muerte de su madre, en El Salvador, en 1992, que la dejó «como despalabrada», según su propia expresión, aunque ni ella ni yo somos tan tontos como para echarle toda la culpa de nuestros largos silencios a la muerte natural de una señora ya bastante mayor. Hay, pues, digamos, «otros factores». Pero bueno, no voy a pegarme otro tremendo salto al futuro como el de Enrique y Chiloé, aunque en ese futuro, a veces, «algunas perspectivas bastante agradables vuelvan a presentárseme ante los ojos», como escribió Swift, a quien cito nuevamente, por ser verdadera autoridad en materia de digresiones. Una sola cosa queda clara, tras la lectura de las cartas de Mía por aquellos años epistolarmente dorados. Yo viajaba mucho, ella seguía luchando día a día, aunque ya a veces daba la impresión de que su amigdalitis empezaba a hacerse crónica, y nuestro éxito tardó bastante en llegar.

Londres, 9 de noviembre de 1985

Mi querido socio,

Las primeras semanas en Londres han sido agitadísimas.

Aparte de llevar a Rodrigo al hospital casi todos los días, pasamos mucho tiempo viendo si había posibilidades de vida, o sea algún trabajo, colegios, casa, etcétera. Pero todo resultó bastante difícil y ya decidimos que no nos queda otra que regresar al Salvador. Ojalá sea una decisión acertada. Aquí los niños como siempre felices con su primo, y en casa de la Andrea María hay bastante espacio. También te cuento que en un par de editoriales también hay un cierto interés por mis libritos. Ojalá que salga adelante la cosa.

Hoy es el primer día que paso en casa, con los niños y las cosas ya organizadas. Por eso sólo hoy te escribo. Además, francamente, le tenía un poco de miedo a esta carta. No sé si al fin lo pasamos bien o mal, si nos peleamos o no, si hubo la alegría que yo soñé o no. Tal vez un poco de todo, aunque el resto de mi vida te agradeceré lo que hiciste por los niños y la idea tan generosa de convertirme en tu socia.

Mañana me he programado salir en busca de unos cursos en una escuela de arte. Si todo sale tan bien como hasta ahora, estaré feliz. Quisiera sacarle el jugo a este tiempo. Tal vez al fin me educo un poco.

¿Cómo fue tu viaje a Madrid? Pensar que ya pronto tendrás que salir a París. Ojalá encontraras un tiempito para venir. A mí Londres me gusta muchísimo. Creo que nunca me ha gustado tanto un lugar. Pero tú sabes lo desmemoriado que es el amor. Es una verdadera goma de borrar. Hoy por hoy, nunca he visto ciudad más atinada que Londres.

Pensando bien lo que dije del amor y el borrador, no rige esta regla en el caso tuyo, pues tienes el corazón más acumulativo de la tierra. Lo sentí mucho en Menorca, donde tienes como un siglo de amor y de ternura almacenados. Los niños también lo sintieron y gozamos mucho tu música y tu amor a flor de piel por todo rincón. Ahora mismo estoy recordando tu departamentito de París. No había un sólo objeto que no hubiese llegado por amor a tu casa.

Nos costó vernos. A mí me costó, por lo menos. Me dolió no sentir en ti una real alegría por mi llegada (al menos ésta es la impresión que sigo teniendo, por más demostrativo y sonriente y cariñoso que estuvieras), y que nunca quisieras llevarme a conocer «Canseco». Pero espero que nuestra amistad y ese inmenso cariño que nunca muere sean fuertes y valientes como siempre han sido, porque en el fondo de todo, como en cada gesto y en cada una de las guitarras que te rodean, hay mucho amor.

Cuídate mucho. Te mantendré puntualmente informado de mi trabajo para tu música. Por ahora, al menos, parece que va bien.

Te abrazo mucho,

Fernanda María

PS. Bueno, Mía o Tuya, como quieras.

San Salvador, 28 de febrero de 1986

Queridísimo socio,

Tu carta llegó ayer, abierta, sin sobre, rota, en manos de un niño. De puro milagro no se perdió. La llevó el cartero a una casa equivocada, y de allí al fin me la mandaron en esas tristes condiciones.

Mi regreso me costó. Primero, el susto inicial y el ajuste de ojos ante un país tan deteriorado o más que el tuyo. Fuera de que lo deteriorable ya comenzó medio feo desde el principio, luego, acostumbrarse a la impotencia ante los acontecimientos. Con este gobierno ya no hay ni la ilusión de tener voz ni voto. Pero sé que por lo menos este año debemos quedarnos aquí. Intentaré aprovechar el tiempo, que es la única riqueza del subdesarrollo, trabajando mucho con tus esbozos y poemas. También he estado pintando, y espero seguir. Al fin veo ciertos avances.

La posibilidad de un disco «a cuatro manos» me entusiasma muchísimo. Hoy mismo comenzaré a trabajar, pero temo que tú no sabrás nada hasta fines de marzo, a tu regreso. Pienso que esta misma carta quizás la recibas sólo entonces. Ya ves que la selva tropical se hace cada día más espesa. Ya casi impenetrable. Tal vez tome un apartado postal.

Te dejo para enviar hoy mismo esta carta, y así ojalá viajes el 7 con la tranquilidad de saber que sigo en vida (aunque un poco apagada, una vidita como a media luz), y que sigo con muchos ánimos de trabajar nuestras cosas, eso sí. Los pequeños progresos me han levantado y espero que esa energía sea fructífera.

Tus noticias y tu confianza en mí me han dado la primera alegría desde que regresé.

Que sea muy bueno tu viaje.

Te quiere y agradece muchísimo,

Fernanda, Tuya o Mía

San Salvador, 30 de marzo de 1986

Queridísimo Juan Manuel Carpio,

Ya estamos en marzo y me pregunto cómo estará caminando tu vida, cómo estarán sonando tus guitarras que me pusieron tan nerviosa, y cómo irán tus planes o preparativos con miras al Perú, y qué tan inclemente estará siendo el invierno menorquín para ti.

Aquí en San Salvador la primavera funciona casi todo el año y una parvada de pericos verdes ha decidido tomar un árbol de mi jardín como hotel de paso. Es una escandalera tremenda como a las seis de la tarde. El trópico tiene sus encantos. También tiene otras cosas.

Me he tardado bastante en acomodar mi viaje a Menorca en mi cabeza, porque con la enfermedad de Rodrigo encima de todo, fui en circunstancias emocionales diríamos extremas, y es una combinación difícil juntar las ganas de un viaje tan esperado con la impresión, a veces, sólo a veces, de un distanciamiento sumamente inesperado. Han pasado meses y quisiera decir que ya estoy repuesta. Quisiera.

Trabajar para ti, aunque sea al otro lado del mar, me hace muy feliz. Bien que lo sabes, sinvergüenza.

Ahoritita se siente toda tuya

Mía

San Salvador, 19 de abril de 1986

Queridísimo socio mío,

Al fin tengo cómo enviarte mis palabras para tus canciones. No todas, claro, pero varias. Un amigo parte este fin de semana a Alemania y despachará mi sobre desde allá. Francamente el correo de aquí está lentísimo y temo que no llegaría ni para la Pascua ni para la Trinidad.

Realmente espero que te gusten mis palabras. Disfruté tantísimo escribiéndolas. Si hay algo que no te gusta, no temas meterle mano y agregar tu pizca de sal. No vayas a creer que me ofenderías.

No he recibido respuesta tuya a mi carta enviada desde Estados Unidos por otro viajero. No dejes de escribir, por favor. Aunque lentas y bastante paseadas por los caminos, las cartas acaban por llegar, aun a estos retirados lugares. En todo caso, llegan mucho menos cuando no se mandan, ya ni hablar cuando no se escriben como es el caso de mis hermanas mudas.

Sería para mí una gran cosa que puedas usar mis textos, y espero que puedas convencer a tu agente de mencionarme como tu coautora. Sería un primer paso bien lindo en la buena dirección. Ya me contarás qué hubo de todo esto.

¿Qué tal tu viaje? Cuando pienso que en estos momentos seguramente te encuentras bastante cerca de aquí. Quizás se te ocurra llamar por teléfono. Lástima que se te hizo imposible salirte un poquito de tu camino. Y ahora estarás tan poco tiempo en tu casa antes de salir para Lima. La verdad, no paras. Con razón en los textos que te mando no falta ni un Ulises, entre otros tantos viajeros y viajados. Me muero de ganas de saber tus reacciones. Y tengo mucha curiosidad del título que le pondrás al disco.

Te abrazo mucho,

Fernanda María

PS. En el liceo he tomado unas pocas clases. Ya no me gusta la enseñanza. Estoy viendo de quizás hacerme de una finquita. Así tendremos a donde ir a caminar cuando vengas. Si algún día vienes, claro.

San Salvador, 27 de mayo de 1986

Gracias por haber contestado a vuelta de correo al recibir mis letras. Te imaginas la curiosidad que tenía de conocer tu opinión y ver qué harías con mi trabajo. Me alegra muchísimo que te haya gustado. Considero tu criterio como la Corte Suprema.

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