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Cuando ya está líquido se vacía sobre una mesa untada con aceite de almendras dulces y antes de que se enfríe se forman los palitos o barras.

Esperanza y Alex se pasaron muchas tardes siguiendo al pie de la letra estas recetas para poder hacer unas invitaciones únicas y lo habían logrado. Cada una era una obra de arte. Era el producto de un trabajo artesanal que desgraciadamente estaba pasando de moda, junto con los vestidos largos, las cartas de amor y los valses. Pero para Tita y Pedro nunca pasaría de moda el vals Ojos de juventud, que en este momento tocaba la orquesta a petición expresa de Pedro. Juntos se deslizaban por la pista derrochando donaire. Tita lucía esplendorosa. Los 22 años que habían transcurrido desde la boda de Pedro con Rosaura parecían no haberla rozado siquiera. A sus 39 años aún seguía fresca y rozagante como un pepino recién cortado.

Los ojos de John los seguían mientras bailaban y denotaban ternura con un destello de resignación. Pedro rozaba tiernamente su mejilla con la de Tita, y ella sentía que la mano de Pedro en su cintura la quemaba como nunca.

– ¿Te acuerdas de cuando escuchamos por primera vez esa pieza?

– Nunca lo olvidaré.

– Esa noche no dormí pensando en pedir tu mano de inmediato. No sabía que tendría que dejar pasar 22 años para volverte a preguntar si quieres ser mi esposa.

– ¿Lo dices en serio?

– ¡Claro! No quiero morirme sin lograr que lo seas. Siempre he soñado con entrar contigo a una iglesia llena de flores blancas y tú en medio de todas, como la más bella.

– ¿Vestida de blanco?

– ¡Por supuesto! Nada te lo impide. ¿Y sabes qué? Ya que estemos casados, quiero tener un hijo contigo. Aún estamos a tiempo, ¿no crees? Ahora que Esperanza nos deja, vamos a necesitar compañía.

Tita no pudo responderle a Pedro. Un nudo en la garganta se lo impidió. Unas lágrimas rodaron lentamente por sus mejillas. Sus primeras lágrimas de felicidad.

– Y quiero que sepas que no me vas a convencer de no hacerlo. No me importa lo que piensen ni mi hija ni nadie más. Hemos pasado muchos años cuidándonos del qué dirán, pero desde esta noche nadie me va a poder separar de tu lado.

La verdad, a estas alturas a Tita también le importaba un comino lo que la gente pensara al hacer pública la relación amorosa que existía entre Pedro y ella.

Por veinte años había respetado el pacto que ambos habían establecido con Rosaura y ya estaba cansada. El acuerdo consistía en que tomando en consideración que para Rosaura era vital el seguir aparentando que su matrimonio funcionaba de maravilla y que para ella era importantísimo el que su hija creciera dentro de la sagrada institución de la familia, la única según ella que le daría una fuerte formación moral, Pedro y Tita se habían comprometido a ser de lo más discretos en sus encuentros y a mantener oculto su amor. Ante los ojos de los demás siempre serian una familia de lo más normal. Para esto, Tita debía renunciar a tener un hijo ilícito. Para compensarla, Rosaura estaba dispuesta a compartir a Esperanza con ella de la siguiente manera: Tita se encargaría de la alimentación de la niña y Rosaura de su educación.

Rosaura por su parte quedaba obligada a convivir con ellos de una manera amistosa, evitando celos y reclamos.

En general todos habían respetado el convenio, menos en lo referente a la educación de Esperanza. Tita deseaba para Esperanza una educación muy diferente de la que Rosaura planeaba para ella. Así que aunque no le correspondía, aprovechaba los momentos en que Esperanza estaba a su lado para proporcionarle a la niña otro tipo de conocimientos de los que su madre le daba.

Estos momentos formaban la mayor parte del día, pues la cocina era el lugar preferido de Esperanza y Tita su mejor confidente y amiga.

Precisamente fue una tarde de las que pasaban juntas en la cocina cuando Tita se enteró de que Alex,, el hijo de John Brown, pretendía a Esperanza. Tira fue la primera en saberlo. Habían vuelto a verse, después de muchos años, en una fiesta de la preparatoria donde Esperanza estudiaba. Alex ya estaba terminando su carrera de médico. Desde el primer momento se habían atraído el uno hacia el otro. Cuando Esperanza le dijo a Tita que al recibir la mirada de Alex sobre su cuerpo ella se había sentido como la masa de un buñuelo entrando al aceite hirviendo, Tita supo que Alex y Esperanza se unirían irremediablemente.

Rosaura intentó por todos los medios de evitarlo. Desde un principio se opuso franca y terminantemente. Pedro y Tita intercedieron por Esperanza y de esta manera se inició entre ellos una verdadera guerra a muerte. Rosaura exigía a gritos sus derechos: Pedro y Tita estaban rompiendo el pacto y eso no era justo.

No era la primera vez que tenían discusiones a causa de Esperanza. Las primeras fueron porque Rosaura se empeñaba en que su hija no asistiera a la escuela, pues lo consideraba una pérdida de tiempo. Si la misión de Esperanza en esta vida era únicamente la de cuidarla a ella, su madre, por siempre, no necesitaba para nada de elevados conocimientos, era preferible que estudiara piano, canto y baile. El dominar estas actividades le sería de enorme utilidad en la vida. En primera, porque así Esperanza podría proporcionarle a Rosaura maravillosas tardes de entretenimiento y diversión y, en segunda, porque su participación dentro de las fiestas de sociedad sería de lo más relevante y espectacular. De esta forma capturaría las atenciones de todos y sería siempre muy bien aceptada dentro de la clase alta. Haciendo una gran labor, lograron convencer a Rosaura tras largas pláticas de que era importante que Esperanza, aparte de cantar, bailar y tocar el piano virtuosamente, pudiera hablar de cosas interesantes cuando se acercaran a ella y para esto era vital que asistiera a la escuela. Rosaura, a regañadientes, aceptó mandar a la niña al colegio, pero sólo porque se había convencido de que Esperanza, aparte de poder conversar de una manera amena e interesante, en la primaria se codearía con la crema y nata de Piedras Negras. Entonces Esperanza asistió a la mejor escuela, con el objeto de pulir su intelecto. Tita, por su parte, se encargó de enseñarle algo igual de valioso: los secretos de la vida y del amor a través de la cocina.

La victoria obtenida sobre Rosaura fue suficiente como para no volver a tener otra fuerte discusión hasta ahora, en que se había presentado Alex y con él la posibilidad de un noviazgo. Rosaura enfureció al ver que Pedro y Tita apoyaban incondicionalmente a Esperanza. Por todos los medios a su alcance luchó como una leona para defender lo que por tradición le correspondía: una hija que velara por ella hasta la muerte. Gritó, pateó, vociferó, escupió, vomitó y amenazó desesperadamente. Por primera vez rompió el pacto y lanzó maldiciones en contra de Pedro y Tita aparte de echarles en cara todos los sufrimientos que le habían ocasionado.

La casa se convirtió en un campo de batalla. Los portazos estaban a la orden del día. Afortunadamente, estos pleitos no se prolongaron por mucho tiempo, pues a los tres días de la más violenta y desgarradora lucha entre los dos bandos, Rosaura, a causa de grandes problemas digestivos, había muerto de… la manera en que murió.

El haber logrado la boda entre Alex y Esperanza era el mayor triunfo de Tita. Qué orgullosa se sentía de ver a Esperanza tan segura de sí misma, tan inteligente, tan preparada, tan feliz, tan capaz, pero al mismo tiempo, tan femenina y tan mujer en el más amplio sentido de la palabra. Se veía bellísima con su vestido de novia, bailando con Alex el vals Ojos de juventud.

En cuanto la música terminó, los Lobo, Paquita y Jorge, se acercaron a felicitar a Pedro y a Tita.

– Felicidades Pedro, tu hija no pudo haber encontrado mejor partido que Alex en diez millas a la redonda.

– Sí, Alex Brown es un excelente muchacho. Lo único malo es que nos van a abandonar. Alex sé ganó una beca para hacer su doctorado en la Universidad de Harvard y, hoy mismo, después de la boda, salen para allá.

– ¡Qué barbaridad Tita! ¿Y ahora qué vas a hacer? -comentó con mucho veneno Paquita-.Sin Esperanza en la casa ya no vas a poder vivir cerca de Pedro. Ay, antes de que te vayas a vivir a otro lado, dame la receta de los chiles en nogada. ¡Se ven exquisitos!

Los chiles en nogada no sólo se veían muy bien, sino que realmente estaban deliciosos, nunca le habían quedado a Tita tan exquisitos. Los chiles lucían con orgullo los colores de la bandera; el verde de los chiles, el blanco de la nogada y el rojo de la granada.

Estos platones tricolores duraron muy poco tiempo: en un abrir y cerrar de ojos los chiles desaparecieron de las charolas… Qué lejano estaba el día en que Tita se había sentido como un chile en nogada que se deja por decencia, para no demostrar la gula.

Tita se preguntaba si el hecho de que no quedara ningún chile era signo de que estaban olvidando las buenas costumbres o de que en verdad estaban espléndidos.

Los comensales se veían encantados. Qué diferencia entre ésta y la desafortunada boda de Pedro con Rosaura, cuando todos los invitados terminaron intoxicados. Ahora por el contrario al probar los chiles en nogada, en lugar de sentir una gran nostalgia y frustración, todos experimentaban una sensación parecida a la de Gertrudis cuando comió las codornices en pétalos de rosas. Y para variar Gertrudis fue la primera en sentir nuevamente los síntomas. Se encontraba en medio del patio bailando con Juan Mi querido capitán y cantaba el estribillo mientras danzaba como nunca. Cada vez que pronunciaba «ay, ay, ay, ay, mi querido capitán», recordaba la época lejana cuando Juan aún era capitán y se encontró con él en pleno campo completamente desnuda. De inmediato reconoció el calor en las piernas, el cosquilleo en el centro de su cuerpo, los pensamientos pecaminosos, y decidió retirarse con su esposo antes de que las cosas llegaran a mayores. Gertrudis fue la que inició la desbandada. Todos los demás invitados, con uno u otro pretexto y con miradas libidinosas, también pidieron disculpas y se retiraron. Los novios interiormente lo agradecieron pues entonces ellos quedaron en libertad de tomar sus maletas e irse lo más pronto posible. Les urgía llegar al hotel.

Cuando Tita y Pedro se dieron cuenta, sólo quedaban en el rancho John, Chencha y ellos dos. Todos los demás, incluyendo los trabajadores del rancho, ya se encontraban en el lugar más alejado al que pudieron llegar, haciendo desenfrenadamente el amor. Algunos bajo el puente de Piedras Negras e Eagle Pass. Los más conservadores dentro de su auto mal estacionado sobre la carretera. Y los más, donde pudieron. Cualquier sitio era bueno: en el río, en las escaleras, en la tina, en la chimenea, en el horno de una estufa, en el mostrador de la farmacia, en el ropero, en las copas de los árboles. La necesidad es la madre de todos los inventos y todas las posturas. Ese día hubo más creatividad que nunca en la historia de la humanidad.

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