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Como si no bastara, empecé a ver escenas de ésas provocadas por el hígado, como las que se sueñan después de haber comido muy pesado. Eran barrocas, oscuras, siniestras. Empecé a girar hasta que me dio náusea. Allí terminó todo. Sentía el efecto de todo lo que me había pasado en cada músculo de mi cuerpo. Estaba rendido. Esta intervención violenta me había dejado frustrado y colérico.

Fui corriendo a casa de don Juan para contarle lo sucedido. Sentía que necesitaba de su ayuda más que nunca.

– La brujería y los chamanes no son gentiles -comentó don Juan después de oír mi relato-. Ésta es la primera vez que desciende el infinito sobre ti de tal manera. Fue como un asalto. Fue una toma de posesión total de tus facultades. Con respecto a la velocidad de tus visiones, tú mismo tendrás que ajustarla. Para algunos chamanes, es trabajo de toda una vida. Desde ahora en adelante, la energía va a aparecer delante de ti, como si estuviera proyectada sobre una pantalla de cine.

»Que entiendas o no la proyección -siguió-, es otra cosa. Para interpretarla con precisión, necesitarás experiencia. Mi recomendación es que no seas tímido y que empieces ahora mismo. ¡Lee la energía sobre la pared! Está emergiendo tu verdadera mente y no tiene nada que ver con la mente que es una instalación foránea. Deja que tu mente verdadera se ajuste a la velocidad. Manténte en silencio y no te preocupes, pase lo que pase.

– Pero, don Juan, ¿es posible todo esto? ¿Puede uno leer la energía como si fuera texto? -le pregunté, abrumado por la idea.

– ¡Claro que es posible! -me contestó-. En tu caso, no sólo es posible, sino que te está ocurriendo, ¿no?

– Pero, ¿por qué leerla como si fuera texto? -insistí, aunque era una insistencia retórica.

– Es afectación de tu parte -me dijo-. Si leyeras el texto, lo podrías repetir a la letra. Pero, si trataras de ser un espectador del infinito en vez de un lector del infinito, te darías cuenta de que no podrías describir lo que estás mirando, y terminarías diciendo babosadas, incapaz de verbalizar lo que atestiguas. Lo mismo si trataras de oírlo. Esto, desde luego, es específicamente para ti. De todos modos, el infinito escoge. El guerrero-viajero simplemente cede a su selección.

»Pero ante todo -añadió después de una pausa premeditada-, no te abrumes por el suceso porque no puedes describirlo. Es un suceso más allá de la sintaxis de nuestro lenguaje.

VIAJES POR EL OSCURO MAR DE LA CONCIENCIA

– Ya podemos hablar más claramente acerca del silencio interno -dijo don Juan.

Su declaración era tan incongruente que me sorprendió. Me había estado hablando toda la tarde de las vicisitudes que sufrieron los indios yaqui después de las guerras yaqui de los años veinte, cuando el gobierno mexicano los deportó de sus tierras natales del estado de Sonora en el norte de México, y los puso a trabajar en los plantíos de caña de azúcar en el centro y sur de México. El gobierno mexicano había tenido problemas con las guerras endémicas con los yaquis durante años. Don Juan me contó asombrosas historias conmovedoras de los yaqui sobre intriga política, traición, hambre y miseria humana.

Tuve la sensación de que don Juan me estaba preparando un truco, porque bien sabía que esas historias eran mi gusto y mi placer. En aquel tiempo, tenía un profundo sentido de compasión por el mundo, por la justicia social y la igualdad.

– Las circunstancias que te rodean han hecho posible que tengas más energía -prosiguió-. Has empezado la recapitulación de tu vida; has visto a tus amigos, por primera vez, como si estuvieran expuestos en una vitrina; llegaste al punto de romper con todo, solo, impulsado por tus propias necesidades; cancelaste tu negocio; y sobre todo, has acumulado bastante silencio interno. Todo esto hace posible que hagas un viaje por el oscuro mar de la conciencia.

– El encuentro que tuvimos en aquel pueblo que seleccionamos fue tal viaje -continuó-. Sé que una pregunta crucial casi salió a la superficie, y por un instante, dudaste que de veras había ido yo a tu casa. Mi visita no fue para ti un sueño. Yo era real, de carne y hueso, ¿no?

– Tan real como se puede ser -le dije.

Me había olvidado casi por completo de aquellos sucesos, pero recordaba que me pareció extraño que hubiera encontrado mi apartamento. Sin embargo, lo había pasado por alto al simplemente deducir que le había pedido a alguien mi nueva dirección, aunque si me lo hubieran preguntado no hubiera podido dar con nadie que supiera dónde yo vivía.

– Vamos a aclarar esto -continuó-. Bajo mis condiciones, que son las condiciones de los chamanes del México antiguo, yo era tan real como es posible serlo, y en tal estado, fui a tu casa desde mi silencio interno para hablarte acerca del requisito del infinito y para advertirte que estaba a punto de acabarse tu tiempo. Y tú a tu vez, desde tu silencio interno, verdaderamente fuiste a ese pueblo de nuestra elección para decirme que habías logrado cumplir con el requisito del infinito.

»Bajo tus condiciones, que son las condiciones del hombre común, era un sueño-fantasía en ambos casos. Experimentaste un sueño-fantasía que había llegado a tu casa sin saber la dirección, y luego tuviste un sueño-fantasía que fuiste a verme. A lo que da a mí, como chamán, lo que tú consideras ser tu sueño-fantasía de encontrarme en ese pueblo fue tan real como lo es que los dos conversamos aquí y ahora.

Le confesé a don Juan que no había posibilidad ninguna para mí de enmarcar esos sucesos en un formulario de pensamiento propio del hombre occidental. Le dije que las condiciones de sueño-fantasía creaban una falsa categoría que no podía sostenerse bajo ningún escrutinio y que la única cuasi-explicación vagamente posible era otro aspecto del conocimiento de don Juan: el ensoñar.

– No, no es el ensoñar -me dijo enfáticamente-. Esto es algo más directo y más misterioso. A propósito, hoy tengo una nueva definición del ensoñar para ti, más de acuerdo con tu estado de ser. El ensoñar es el acto de cambiar el punto de fijación con el oscuro mar de la conciencia. Si lo ves así, es un concepto fácil y una maniobra sencilla. Necesitas todo de ti para darte cuenta, pero no es una imposibilidad, ni es algo rodeado de nubes místicas.

»El ensoñar es un término que siempre me pareció una pendejada -continuó-, porque disminuye un acto muy poderoso. Hace que parezca arbitrario; le da un significado de fantasía, y eso es lo único que no es. Hice por cambiar el término, pero está demasiado arraigado. Quizás puedas tú, algún día, cambiarlo por tu cuenta, aunque como todo lo demás relacionado con la brujería, temo que para entonces no te va a importar una pizca, porque lo que lo llames no va a tener ningún significado para ti.

Don Juan me había explicado largamente, durante todo el tiempo que lo había conocido, que el ensoñar era un arte descubierto por los chamanes del México antiguo, por medio del cual los sueños comunes y corrientes se trasformaban en auténticas entradas a otros mundos de la percepción. Abogaba de cualquier manera posible el advenimiento de algo que él llamaba la atención de ensueño, que consistía en la capacidad de prestar una atención específica, o de enfocar un tipo de conciencia especial sobre los elementos de un sueño común.

Había seguido meticulosamente todas sus recomendaciones y había logrado que mi conciencia se quedara fija sobre los elementos de un sueño. La idea que proponía don Juan no era la de deliberadamente llegar a un sueño deseado, sino de fijar la atención sobre los elementos componentes de cualquier sueño que viniera al caso.

Luego, don Juan me había mostrado energéticamente lo que los chamanes del México antiguo consideraban ser el origen del ensoñar: el desplazamiento del punto de encaje. Dijo que el punto de encaje se desplazaba de modo natural al dormir, pero que el ver el desplazamiento era algo difícil porque requería un modalidad agresiva y que tal modalidad agresiva había sido la predilección de los chamanes del México antiguo. Estos chamanes, según don Juan, habían encontrado todas las premisas de su brujería por medio de esa modalidad.

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