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– Miguel te entregará los documentos y las instrucciones necesarios para el perfecto desarrollo de las operaciones, cuya responsabilidad será exclusivamente tuya…

No podía cometer ningún error y tenía el tiempo contado para lograr el objetivo: siete días.

– Demuestra imaginación, talento. Por lo que sé, posees innumerables aptitudes. Ah, y debes ser sumamente discreta. También sé que eres muy eficaz.

Bajo su dirección, ninguna operación había expuesto tanto a la Agencia. A veces, ni siquiera él mismo sabía cómo se había dejado arrastrar hasta el extremo de aceptar aquel increíble reto.

– Aunque… sí, creo que lo sé -añadió.

Teniendo en cuenta la gravedad de lo que había en juego, sólo informaría a Miguel y, en caso de necesidad extrema o de falta de disponibilidad por su parte, a El. Lo que el Señor iba a revelarle ahora no debía salir nunca de allí. Abrió el cajón y puso ante ella un manuscrito en el que había dos firmas. El texto detallaba las disposiciones de la singular misión que la esperaba:

Las dos potencias que rigen el orden mundial no han dejado de enfrentarse desde la noche de los tiempos. Ante la evidencia de que ninguna llega a influir de acuerdo con su voluntad en el destino de la humanidad, cada una de ellas se declara neutralizada por la otra para lograr la realización perfecta de su visión del mundo…

El Señor interrumpió a Zofia en su lectura para comentar:

– Desde el día en que la manzana se le quedó atravesada en la garganta, Lucifer se opone a que deje la Tierra en manos del hombre. No ha parado de intentar demostrarme que mi criatura no es digna de ello.

Le indicó que continuara y Zofia retomó la lectura:

Todos los análisis políticos, económicos y climáticos indican que la Tierra se está convirtiendo en un infierno.

Miguel le explicó a Zofia que el Consejo había rebatido esta conclusión prematura de Lucifer aduciendo que la situación actual era el resultado de su rivalidad permanente, la cual suponía un freno para la expresión de la auténtica naturaleza humana.

Era demasiado pronto para pronunciarse; lo único seguro era que el mundo ya no funcionaba muy bien. Zofia prosiguió:

La noción de humanidad difiere radicalmente según el punto de vista de uno u otro. Tras eternas discusiones, hemos aceptado la idea de que el advenimiento del tercer milenio debería consagrar una era nueva, libre de nuestros antagonismos. De norte a sur, de este a oeste, ha llegado el momento de sustituir nuestra convivencia forzada por un modo operativo más eficaz…

– Esto no podía seguir así -dijo el Señor. Zofia observaba los lentos movimientos de las manos que acompañaban su voz-. El siglo veinte ha sido demasiado duro. Además, al ritmo que van las cosas, vamos a acabar por perder del todo el control, tanto Él como Yo. Y eso es intolerable, está en juego nuestra credibilidad. La Tierra no es lo único que existe en el universo; todo el mundo me mira. Los lugares santos están llenos de preguntas, pero la gente encuentra cada vez menos respuestas.

Miguel miraba el techo, incómodo. Tosió, y el Señor invitó a Zofia a seguir.

Para garantizar la legitimidad de aquel a quien incumba regir la Tierra en el transcurso del próximo milenio, nos hemos lanzado un último reto cuyos términos figuran descritos a continuación:

Enviaremos entre los hombres, durante siete días, al que consideremos nuestro mejor agente. El que resulte más capaz de arrastrar a la humanidad hacia el bien o hacia el mal obtendrá la victoria para su bando, preludio de la fusión de nuestras instituciones. El poder para administrar el nuevo mundo corresponderá al vencedor.

El manuscrito estaba firmado por Dios y por el Diablo.

Zofia levantó lentamente la cabeza. Quería leer de nuevo el texto desde el principio para comprender el origen del documento que tenía en las manos.

– Es una apuesta absurda -dijo el Señor, un tanto confuso-, pero lo hecho, hecho está.

La joven miró el pergamino. El Señor comprendió el estupor que delataban sus ojos.

– Considera este escrito una cláusula de mi testamento. Yo también me hago viejo. Es la primera vez que estoy impaciente, así que arréglatelas para que el tiempo pase deprisa -añadió, mirando por la ventana-. Pero no olvides lo limitado que es… Siempre lo ha sido, ésa fue mi primera concesión.

Miguel le hizo una seña a Zofia: había que levantarse y salir de la habitación. Ella obedeció inmediatamente. Al llegar a la puerta, no pudo evitar volverse.

– Señor…

Miguel contuvo la respiración. Dios volvió la cabeza hacia Zofia y el rostro de ésta se iluminó.

– Gracias -dijo.

Dios le sonrió.

– Siete días para una eternidad… ¡Confío en ti!

La miró salir de la habitación.

Ya en el pasillo, Miguel empezaba a respirar con normalidad cuando oyó que la voz grave lo llamaba. Dejó a Zofia, dio media vuelta y entró de nuevo en el despacho. El Señor frunció el entrecejo.

– El trozo de goma que ha pegado debajo de la mesa es de fresa, ¿verdad?

– No cabe duda de que es de fresa, Señor -respondió Miguel.

– Otra cosa. Cuando haya terminado su misión, te agradeceré que te encargues de hacer que se quite ese dibujito del hombro antes de que a todo el mundo le dé por ponerse uno. Nunca se está a salvo de las modas.

– Por supuesto, Señor.

– Una pregunta: ¿cómo sabías que la elegiría?

– ¡Porque hace más de dos mil años que trabajo con usted, Señor!

Miguel cerró la puerta a su espalda. Cuando el Señor estuvo solo, se sentó en un extremo de la larga mesa, miró fijamente la pared que tenía enfrente y carraspeó para anunciar con voz clara y fuerte:

– ¡Estamos a punto!

– ¡Nosotros también! -contestó en tono burlón la voz de Lucifer.

Zofia esperaba en una salita. Miguel entró y se acercó a la ventana. A sus pies, el cielo estaba despejándose; unas colinas emergían de la capa nubosa.

– Date prisa, no tenemos tiempo que perder, debo prepararte.

Se sentaron alrededor de una mesa redonda, en una esquina. Zofia hizo partícipe a Miguel de su inquietud.

– ¿Por dónde tengo que empezar una misión como ésta, padrino?

– Partes con cierta desventaja, querida Zofia. Miremos las cosas de cara: el mal se ha vuelto universal, y casi tan invisible como nosotros. Tú juegas en posición de defensa, mientras que tu adversario es el que ataca. Primero tendrás que identificar las fuerzas que él coaligue contra ti. Localiza el lugar donde va a intentar operar. Quizá sea conveniente que lo dejes actuar primero y después combatas sus proyectos lo mejor que puedas. Hasta que no lo hayas neutralizado, no tendrás oportunidad de poner en práctica un gran plan. Tu única baza es el conocimiento del terreno. Casualmente, han escogido San Francisco como teatro de operaciones.

Lucas, balanceándose en la silla, acababa de leer el mismo documento ante la mirada atenta de su Presidente. A pesar de que los estores estaban bajados, Lucifer no se había quitado las oscuras gafas de sol que ocultaban su mirada. Todos sus allegados sabían que la más tenue claridad le irritaba los ojos, quemados mucho tiempo atrás por una intensa radiación.

Rodeado de los miembros de su gabinete, que se habían sentado alrededor de la mesa de proporciones desmesuradas (se extendía hasta el tabique que separaba la inmensa sala del despacho adyacente), el Presidente comunicó a los miembros del Consejo que se levantaba la sesión. El grupo, encabezado por el director de comunicación, un tal Blaise, se dirigió hacia la única puerta de salida. El Presidente se quedó sentado y le hizo una seña a Lucas indicándole que se acercara. Cuando estuvo a su lado, lo invitó a inclinarse hacia él y le murmuró al oído algo que nadie más oyó. Una vez fuera del despacho, Blaise se reunió con Lucas y lo acompañó hasta los ascensores.

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