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– ¿Ni siquiera a mi mujer, que es la que me escribe a máquina, puedo decirle de qué se trata?

– Usted verá.

Aquella noche, después de la cena, don Pedro le dijo a Aurita:

– Ponte a la máquina, que hoy vamos a escribir una cosa distinta. El papel sirve el mismo, y lo que tienes escrito en él: Capítulo primero.

Salamanca, a 10 de abril de 1994.

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