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– Bien, supongo que eso es todo. -El jefe de los chasos observó:

– El capellán de la prisión quiere hablarle al preso, señor. -De modo que me sacaron al corredor y me llevaron hacia la capilla, y todo el tiempo uno de los chasos me tolchocaba en la espalda y la golová, pero con aire muy distraído y como al descuido. Y así atravesé la capilla, acercándome a la pequeña cantora del chaplino, y me hicieron entrar. El chaplino estaba sentado frente a su escritorio, y el rico vono de los cancrillos caros y el escocés se olía fuerte y claro. El chaplino me dijo:

– Ah, pequeño 6655321, siéntate. -Y a los chasos: -Esperen afuera, ¿quieren? -Y eso hicieron. Luego me habló con aire de mucha sinceridad, y me dijo: -Quiero que comprendas una cosa, muchacho, y es que no tengo nada que ver en todo esto. Si hubiese servido de algo habría protestado, pero no servía.

Está el problema de mi propia carrera, está el problema de la debilidad de mi voz comparada con el grito poderoso de ciertos elementos privilegiados de la comunidad. ¿Hablo claro? -No, no hablaba claro, hermanos, pero yo asentí.- En todo esto hay problemas éticos muy complicados -continuó el chaplino-. Hacen de ti un buen chico, 6655321. No volverás a tener ganas de cometer actos de violencia, ni ningún tipo de delitos contra la paz del Estado. Espero que lo hayas comprendido.+

Confío en que tendrás ideas absolutamente claras al respecto.

– Oh, me gustará ser bueno, señor -contesté, pero por dentro, hermanos, smecaba realmente joroschó. Dijo el chaplino:

– Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo que quizá te parezca una afirmación muy contradictoria. Sé que esto me costará muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien. Son problemas profundos y difíciles, pequeño 6655321. Pero lo único que deseo decirte ahora es esto: si en algún momento del futuro evocas esta situación y me recuerdas, a mí, el más bajo y humilde servidor de Dios, te ruego que no me juzgues en tu corazón, ni creas de algún modo que soy parte en eso que te estará ocurriendo. Y ahora, hablando de ruegos, advierto con tristeza que ya no servirá de mucho rogar por ti. Estás entrando en una región nueva, fuera del alcance de la plegaria. Una cosa terrible, si bien se mira. Y sin embargo, en cierto sentido, al aceptar que te priven de la capacidad de tomar una decisión ética, en cierto sentido realmente has elegido el bien. O por lo menos eso quisiera creer. Eso quisiera creer, Dios nos asista a todos, 6655321. -Y aquí se echó a llorar. Pero yo no le presté mucha atención, hermanos, y me limité a smecar discretamente por dentro, porque uno podía videar que había estado piteando el viejo whisky; y en seguida el chaplino retiró una botella de un estante del escritorio y empezó a servirse una dosis bolche, realmente joroschó en un vaso muy grasiento y grasño. Tragó el líquido, y luego dijo: -Tal vez todo marche bien, ¿quién sabe? La voluntad de Dios sigue caminos misteriosos. -Y empezó a cantar un himno con golosa rica y sonora. Se abrió la puerta y los chasos me tolchocaron de vuelta a la celda vonosa; pero el viejo chaplino continuó entonando el himno.

Bien, a la mañana siguiente tuve que decirle adiós a la vieja staja, y me sentí un malenco triste, como siempre le ocurre a uno cuando tiene que irse de un lugar al que ya se acostumbró. Pero no fui muy lejos, oh hermanos míos. A puñetazos y puntapiés me llevaron al nuevo edificio blanco que se levantaba después del patio donde hacíamos ejercicio. Era una construcción muy nueva y tenía un olor nuevo, pegajoso y frío que lo estremecía a uno. Me quedé de pie en el horrible y bolche vestíbulo desnudo y mi sensible cluvo olfateó otros vonos nuevos. Eran como vonos de hospital, y el cheloveco a quien me entregaron los chasos tenía puesta una chaqueta blanca, como un empleado de hospital. Firmó el recibo por mí, y uno de los chasos brutales que me había llevado dijo: -Cuidado con éste, señor. Un bruto bastardo ha sido y será, pese a todos los halagos y lisonjas al capellán de la prisión y la lectura de la Biblia. -Pero este nuevo cheloveco tenía glasos azules joroschó que reían cuando goboraba.

– Oh, no creemos que haya problemas -contestó-. Seremos amigos, ¿verdad? -Y me sonrió con los glasos y la rota grande y bien formada, de subos blancos y brillantes, y la verdad que simpaticé casi en seguida con este veco. En fin, me pasó a un veco de menos categoría también cortés y de chaqueta blanca, que me llevó a un dormitorio agradable, limpio y blanco, con cortinas y una lámpara de noche, y una sola cama, todo para Vuestro Humilde Narrador. Lo cual me provocó una smecada interior de veras joroschó , porque se me ocurrió que yo era un málchico realmente afortunado. Me dijeron que me quitase los horribles platis de la prisión, y me dieron un hermoso piyama, oh hermanos míos, todo verde, la cima de la moda en ropa de dormir. También me dieron una bata bonita y caliente, y un par de hermosos tuflos para meter las nogas desnudas, y yo pensé: -Bueno, Alex, antes el pequeño 6655321, sin duda te está cambiando la suerte. Aquí lo pasarás realmente bien.

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