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Después oí el hermoso Mozart, la Júpiter, y se presentaron otras imágenes de diferentes litsos que yo derribaba y pisoteaba, y después se me ocurrió que escucharía un disco más antes de cruzar la frontera, y me vino el deseo de algo starrio y fuerte y muy firme, de modo que elegí J. S. Bach, el Concierto de Brandeburgo, por las cuerdas medias y graves. Y slusando ahora con un éxtasis distinto del anterior, pude videar nuevamente el nombre en el papel que había rasreceado esa noche, hubiera dicho que mucho tiempo antes, en la casita llamada HOGAR. El nombre aludía a una naranja mecánica. Escuchando a J. S. Bach, comencé a ponimar mejor lo que significaba, y mientras slusaba la parda suntuosidad del starrio maestro alemán se me ocurrió que me hubiese gustado tolchocarlos más fuerte, a la ptitsa y al veco, y abrirlos en tiras allí mismo en el suelo de la casita.

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A la mañana siguiente me desperté oh a las ocho oh oh horas, hermanos míos, y seguía cansado, gastado, abrumado y deprimido, y tenía los glasos cerrados de sueño verdadero y joroschó, de modo que pensé no ir a la escuela. Se me ocurrió quedarme un malenco más en la cama, digamos una hora o dos, y luego vestirme con tranquilidad, quizás incluso darme un chapuzón en la bañera, hacerme tostadas y slusar la radio o leer la gasetta, todo odinoco . Y por la tarde, después de almorzar, quizá podría, si se me daba la gana, irme a la vieja scolivola y ver lo que estaba varitándose en ese gran templo del saber glupo e inútil. Hermanos míos, oí a mi pe gruñendo y tropezando, y luego marchándose a la tintorería donde rabotaba , y luego a mi eme que me llamaba con una golosa muy atenta, como hacía ahora que me estaba convirtiendo en un hombre grande y fuerte:

– Son las ocho pasadas, hijo. No querrás llegar tarde otra vez.

Le contesté: -Me duele un poco la golová . Me arreglaré durmiendo y después estaré perfectamente.

Slusé una especie de suspiro, y ella dijo:

– Te dejaré el desayuno en el horno. Ahora tengo que salir. -Lo cual era cierto, por esa ley según la cual los que no eran niños, o no tenían hijos pequeños o no estaban enfermos tenían que salir a rabotar . Mi eme trabajaba en uno de los mercados estatales, como los llamaban, apilando en los estantes sopas y guisantes envasados, y toda esa cala . Así que la slusé meter una fuente en el horno de la cocina, y después se puso los zapatos, y descolgó el abrigo colgado detrás de la puerta, y suspiró otra vez, y explicó: -Ahora me marcho, hijo. -Pero yo me dejé regresar al país de los sueños, y me adormilé realmente joroschó , y tuve un snito extraño y muy real, y no sé por qué pero lo cierto es que soñé con mi drugo Georgie. En este snito era mucho más viejo y muy áspero y duro, y goboraba de disciplina y obediencia, y de que todos los málchicos que estaban bajo sus órdenes debían sometérsele sin chistar, y hacer el viejo saludo como en el ejército, y yo estaba en la línea, como los demás, diciendo sí señor y no señor, y entonces pude videar clarito que Georgie tenía esas estrellas en los plechos y que era como un general. Y luego ordenó comparecer al viejo Lerdo con un látigo, y el Lerdo era mucho más starrio y canoso, y le faltaban algunos subos, como se pudo ver cuando smecó , al videarme , y entonces mi drugo Georgie me señaló y dijo: -Ese hombre tiene roña y cala en los platis -y era cierto. Entonces me oí crichar: -No me peguen, por favor, hermanos -y eché a correr. Corría en círculos, y el Lerdo me perseguía, smecando ruidosamente y restallando el viejo látigo, y cada vez que yo recibía un tolchoco verdadero y joroschó sonaba una campanilla eléctrica muy sonora, ringringringring, y la campanilla también me hacía sufrir.

Entonces me desperté verdaderamente scorro, el corazón me hacía bap bap bap, y por supuesto sonaba una campanilla brrrr, y era el timbre de la puerta de calle. Pensé hacerles creer que no había nadie en casa, pero ese brrrrr seguía sonando, y entonces oí una golosa a través de la puerta: -Vamos, ábreme de una vez, sé que estás en la cama. -En seguida reconocí la golosa. Era P. R. Deltoid (un naso verdaderamente glupo), lo que ellos llamaban Asesor Postcorrectivo, un veco sobrecargado de trabajo, con centenares de tipos en su lista. Grité bueno bueno bueno, con golosa de sufrimiento, bajé de la cama y me vestí, oh hermanos míos, con una hermosa bata de símil seda, toda estampada con dibujos de las grandes ciudades. Luego me calcé en las nogas unos tuflos de lana muy cómodos, me peiné los glorias y me consideré listo para recibir a P. R. Deltoid. Cuando abrí la puerta el veco entró bamboleándose, con un aspecto gastado, el maltrecho schlapa sobre la golová , el impermeable sucio. -Ah, Alex, muchacho -me dijo-. Me encontré con tu madre, sí. Dijo algo acerca de que sufrías no sé qué dolor. Por lo tanto no fuiste a la escuela, sí.

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