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LOS NAGAS

Los NAGAS pertenecen a las mitologías del Indostán. Se trata de serpientes, pero suelen asumir forma humana.

Arjuna, en uno de los libros del Mahabharata, es requerido por Ulupi, hija de un rey naga, y quiere hacer valer su voto de castidad; la doncella le recuerda que su deber es socorrer a los infelices; y el héroe le concede una noche. El Buddha, meditando bajo la higuera, es castigado por el viento y la lluvia; un naga compasivo se le enrosca siete veces alrededor y despliega sobre él sus siete cabezas, a manera de un techo. El Buddha lo convierte a su fe.

Kern, en su Manual del budismo indio, define a los nagas como serpientes parecidas a nubes. Habitan bajo tierra, en hondos palacios. Los sectarios del Gran Vehículo refieren que el Buddha predicó una ley a los hombres y otra a los dioses, y que ésta -la esotérica- fue guardada en los cielos y palacios de las serpientes, que la entregaron, siglos después, al monje Nagarjuna.

He aquí una leyenda, recogida en la India por el peregrino Fa Hsien, a principio del siglo y:

El rey Asoka llegó a un lago, cerca del cual había una torre. Pensó destruirla para edificar otra más alta. Un brahmán lo hizo penetrar ea la torre y, una vez adentro, le dijo:

– Mi ferma humana es ilusoria; soy realmente un naga, un dragón. Mis culpas hacen que yo habite este cuerpo espantoso, pero observo la ley que ha dictado el Buddha y espero redimirme. Puedes destruir este santuario, si te crees capaz de erigir otr que sea mejor.

Le mostró los vasos de culto. El rey los miró con alarma, porque eran muy distintos de los que farican los hombres, y desistió de su propósito.

EL NESNÁS

ENTRE los monstruos de la Tentación figuran los nisnas, que "sólo tienen un ojo, una mejilla, una mano, una pierna, medio cuerpo y medio corazón". Un comentador, Jean-Claude Margolin, escribe que los ha forjado Flaubert, pero el primer volumen de las Mil y una noches de Lane (1839) los atribuye al comercio de los hombres con los demonios. El nesnás -así escribe Lane la palabra- es la mitad de un ser humano; tiene media cabeza, medio cuerpo, un brazo y una pierna; brínca con suma agilidad y habita en las soledades del Hadramaut y del Yemen. Es capaz de len-guaje articulado; algunos tienen la cara en el pecho, como los blemies, y cola semejante a la de la oveja; su carne es dulce y muy buscada. Una variedad de nesnas con alas de murciélago abunda en la isla de Raij (acaso Borneo), en los confines de China; pero, añade el incrédulo expositor, Alá sabe todo.

LA ÓCTUPLE SERPIENTE

LA ÓCTUPLE SERPIENTE de Koshi atrozmente figura en los mitos cosmogónicos del Japón. Ocho cabezas y ocho colas tenía; sus ojos eran del color rojo oscuro de las cerezas; pinos y musgo le crecían en el lomo, y abetos en las frentes. Al reptar, abarcaba ocho valles y ocho colinas; su vientre siempre estaba manchado de sangre. Siete doncellas, que eran hijas de un rey, había devorado en siete años y se aprestaba a devorar la menor, que se llamaba Peine-Arrozal. La salvó un dios, llamado Valeroso-Veloz-Impetuo-so-Macho. Este paladín construyó un gran cercado circular de madera, con ocho plataformas. En cada plataforma puso un tonel, lleno de cerveza de arroz. La Óctuple Serpiente acudió, metió una cabeza en cada tonel, bebió con avidez y no tardó en quedarse dormida. Entonces Valeroso-Veloz-Impetuoso-Macho le cortó las ocho cabezas. De las heridas brotó un río de sangre. En la cola de la Serpiente se halló una espada, que aún se venera en el Gran Santuario de Atsuta. Estas cosas ocurrieron en la montaña que antes se llamó de la Serpiente y ahora de Ocho Nu-bes; el ocho, en el Japón, es cifra sagrada y significa muchos. El papel-moneda del Japón aún conmemora la muerte de la Serpiente.

Inútil agregar que el redentor se casó con la re-dimida, como Perseo con Andrómeda.

En su versión inglesa de las cosmogonías y teogonías del Japón (The Sacred Scriptures of the Japanese, Nueva York, 1952), Post Wheeler recuerda los mitos análogos de la Hidra, de Fafnir y de la diosa egipia Hatbor, a quien un dios embriagó con cerveza color de sangre, para librar de la aniquiliación a los hombres.

EL ODRADEK

UNOS derivan del eslavo la palabra Odradek y quieren explicar su formación mediante ese origen. Otros la derivan del alemán y sólo admiten una influencia del eslavo. La incertidumbre de ambas interpretaciones es la mejor prueba de que son falsas; además, ninguna de ellas nos da una explicación de la palabra.

Naturalmente nadie perdería el tiempo en tales estudios si no existiera realmente un ser que se llama Odradek. Su aspecto es el de un huso de hilo, plano y con forma de estrella, y la verdad es que parece hecho de hilo, peto de pedazos de hilo cortados, viejos, anudados y entreverados, de distinta clase y color. No sólo es un huso; del centro de la estrella sale un palito transversal, y en este

palito se articula otro en ángulo recto. Con ayuda de este último palito de un lado y uno de los rayos de la estrella del otro, el con;unto puede pararse como si tuviera dos piernas.

Uno estaría tentado de creer que esta estructura tuvo alguna vez una forma adecuada a una función, y que ahora está tota. Sin embargo, tal no parece ser el caso; por lo menos no hay ningún indicio en ese sentido; en ninguna parte se ven composturas o roturas; el conjunto parece inservible, pero a su manera completo. Nada más podemos decir, porque Odradek es extraordinariamente movedizo y no se deja apresar.

Puede estar en el cielo raso, en el hueco de la escalera, en los corredores, en el zaguán. A veces pasan meses sin que uno lo vea. Se ha corrido a las casas vecinas, pero siempre vuelve a la nuestra. Muchas veces, cuando uno sale de la puerta y lo ve en el descanso de la escalera, dan ganas de hablarle. Naturalmente no se le hacen preguntas difíciles, sino que se lo trata -su tamaño diminuto nos lleva s eso -como a un niño. "¿Cómo te llamas?", le preguntan a "Odradek", dice "¿Y dónde vives?" "domicilio incierto", dice y se ríe, pero es una risa sin pulmones. Suena como un susurro de bojas secas. Generalmente el diálogo acaba ahí. No siempre se consiguen esas respuestas; a veces guarda un largo silencio, como la madera, de que parece estar hecho,

Inútilmente me pregunto qué ocurrirá con él. ¿Puede morir? Todo lo que muere ha tenido antes una meta, una especie de actividad, y así se ha gastado; esto no corres-ponde a Odradek. ¿Bajará la escalera arrastrando hilachas ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? No hace mal a nadie, pero la idea de que puede sobrevivirme es casi dolorosa para mí.

FRANZ KAFKA

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[9] El titulo original es Die Sorge des Hausvaters. ("La preocupeción del padre de familia").

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