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El Gilygaloo anidaba en las escarpadas laderas de la famosa Pyramid Forty. Ponía huevos cuadrados para que no rodaran y se perdieran. Los leñadores cocían estos huevos y los usaban como dados.

El Pinnacle Grouse sólo tenía un ala que le permitía volar en una sola dirección, dando infinitamente la vuelta a un cerro cónico. El color del plumaje variaba según las estaciones y según la condición del observador.

EL FÉNIX CHINO

Los LIBROS canónicos de los chinos suelen defraudar, porque les falta lo patético a que nos tiene acostumbrados la Biblia. De pronto, en su razonable decurso, una intimidad nos conmueve. Ésta, por ejempio, que registra el séptimo libro de las Analectas de Confucio:

Dijo el Maestro a sus discípulos:

– ¡Qué bajo he caído! Hace ya tiempo que no veo en mis sueños al príncipe de Chu.

O ésta, del noveno:

El Maestro dijo:

– No viene el fénix, ningún signo sale del río. Estoy acabado.

El "signo" (explican los comentadores) se refiere a una inscripción en el lomo de una tortuga mágica. En cuanto al fénix (Feng), es un pájaro de colores resplandecientes, parecido al faisán y al pavo real. En épocas prehistóricas, visitaba los jardines y los palacios de los emperadores virtuosos, como un visible testimonio del favor celestial. El macho, que tenía tres patas, habitaba en el sol.

En el primer siglo de nuestra era, el arriesgado ateo Wang Ch'ung negó que el fénix constituyera una especie fija. Declaró que así como la serpiente se transforma en un pez y la rata en una tortuga, el ciervo, en épocas de prosperidad general, suele asu-mir la forma del unicornio, y el ganso, la del fénix.

Atribuyó esta mutación al "líquido propicio" que, dos mil trescientos cincuenta y seis años antes de la era cristiana, hizo que en el patio de Yao, que fue uno de los emperadores modelo, creciera pasto de color escarlata. Como se ve, su información era deficiente o más bien excesiva.

En las regiones infernales hay un edificio imaginario que se llama Torre del Fénix.

GARUDA

VISHNU, segundo dios de la Trinidad que preside el panteón brahamánico, suele cabalgar en la serpiente que llena el mar, o en el ave Garuda. A Vishnu lo representan azul y provisto de cuatro brazos que sostienen la clava, el caracol, el disco y el loto; a Garuda, con alas, rostro y garras de águila y tronco y piernas de hombre. El rostro es blanco, las alas de color escarlata, y el cuerpo, de oro. Imágenes de Garuda, labradas en bronce o en piedra, suelen coronar los monolitos de los templos. En Gwalior hay uno, erigido por un griego, Heliodoro, devoto de Vishnu, más de un siglo antes de la era cristiana.

En el Garuda-purana (que es el décimoséptimo de los puranas, o tradiciones), el docto pájaro declara a los hombres el origen del universo, la fndole solar de Vishnu, las ceremonias de su culto, las ilustres genealogías de las casas que descienden de la luna y del sol, el argumento del Ramayaua y diversas noticias que se refieren a la versificación, a la gramática y a la medicina.

En el Nagananda (Alegría de las serpientes), drama compuesto por un rey en el siglo VII, Garuda mata y devora una serpiente todos los días, hasta que un príncipe budista le enseña las virtudes de la abstención. En el último acto, el arrepentido hace que vuelvan a la vida los huesos de las serpientes devoradas. Eggeling sospecha que esta obra es una sátira brahamánica del budismo.

EL GOLEM

NADA casual podemos admitir en un libro dictado por una inteligencia divina, ni siquiera el número de las palabras o el orden de los signos; así lo en-tendieron los cabalistas y se dedicaron a contar, combinar y permutar las letras de la Sagrada Escritura, urgidos por el ansia de penetrar los arcanos de Dios. Dante, en el siglo XIII, declaró que todo pasa je de la Biblia tiene cuatro sentidos, el literal, el alegórico, el moral y el anagógico; Escoto Erígena, más consecuente con la noción de divinidad, ya había dicho que los sentidos de la Escritura son

infinitos, como los colores de la cola del pavo real.

Los cabalistas hubieran aprobado este dictamen; uno de los secretos que buscaron en el texto divino fue la creación de seres orgánicos. De los demonios se dijo que podían formar criaturas grandes y macizas, como el camello, pero no finas y delicadas, y el rabino Eliezer les negó la facultad de producir algo de tamaño inferior a un grano de cebada. Go-!em se llamó al hombre creado por combinaciones de letras; la palabra significa, literalmente, una ma tena amorfa o sin vida.

En el Talmud (Sanhedrin, 65, b) se lee:

Si los justos quisieran crear un mundo, podrían ha-cerlo. Combinando las letras de los inefables nombres de Dios, Raya consiguió crear un hombre y lo mandó a Ray Zera. Éste le dirigió la palabra; como el hombre

no respondía, el rabino le dijo:

– Eres una creación de la magia; vuelve a tu polvo.

Dos maestros solían cada viernes estudiar las Leyes de la Creación y crear un ternero de tres años, que luego aprovechaban para la cena [4]

la fama occidental del Golem es obra del escritor austríaco Gustav Meyrink, que en el quinto capítulo de su novela onírica Der Golem (1915) escribe así:

El origen de la historia remonta al siglo xvii. Según perdidas fórmulas de la cábala, un rabino [5] construyó un hombre artificial -el llamado Golem- para que éste tañera las campanas en la sinagoga e hiciera los trabajos pesados. No era, sin embargo, un hombre como los otros y apenas lo animaba una vida sorda y vegetativa. Ésta duraba hasta la noche y debía su virtud al influjo de una inscripción mágica, que le ponían detrás de los dientes y que atraía las libres fuerzas siderales del universo. Una tarde, antes de la oración de la noche, el rabino se olvidó de sacar el sello de la boca del Golem y éste cayó en un frenesí, corrió por las callejas oscuras y destrozó a quienes se le pusieron delante. El rabino, al fin, lo atajó y rompió el sello que lo animaba. La criatura se desplomó. Sólo quedó la raquítica figura de barro, que aún hoy se muestra en la sinagoga de Praga.

Eleazar de Worms ha conservado la fórmula ne-cesaria para construir un Golem. Los pormenores de

la empresa abarcan veintitrés columnas en folio y

exigen el conocimiento de los "alfabetos de las 221 puertas" que deben repetirse sobre cada órgano del Golem. En la frente se tatatuará la palabra Emet, que significa verdad. Para destruir a la criatura, se borrará la letra inicial, porque así queda la palabra met, que significa muerto

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[4] Parejamente, Schopenhauer escribe: "En la páeina 325 del primer tomo de su Ztiuberbibliotbek (Biblioteca Mágica), Horas compend.ia así la doctrina de la visionaria inglesa Jane Lead: Quien posee fuerza mágica, puede, a su arbitrio, dominar y renovar el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal; bastaría. por consiguiente, que algunos magos se pusieran de acuerdo para que rnda la Creación retornara al estado paradisíaco." ‹Sobre la voluntad en la naturaleza, VII.)

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[5] Judah Loew ben Bezabel.

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