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Ese enfoque del problema era nuevo y, por el momento, me hizo perder el equilibrio y la seguridad. Hasta ese día, habíamos estado discutiendo letra por letra si el Scandinavian Skier era materialmente parecido al Alpine Ski, para decirlo legalmente, si infringía la patente. Ahora Lyons citaba algo llamado la "doctrina de la venta previa", bajo la cual un invento no puede patentarse cuando ha estado "a disposición del público o en venta" durante más de un año antes de la fecha en que se pidió la patente.

Pero no dejé que se notara mi sorpresa. Un buen abogado tiene que ser buen actor.

– Buen intento -le dije-. Pero no tiene validez, Steve, y usted lo sabe. -Sonaba bien, significara lo que significase.

– Ben… -interrumpió Herb.

Lyons me dio una carpeta, un archivo legal.

– Mire -dijo-. Aquí hay una copia de una carta al Big Apple Health Club, ese club de salud de Manhattan, que muestra la última adquisición de su departamento de máquinas, el Alpine Ski, casi un año y medio antes de que el señor Schell lo patentara. Y una factura.

Tomé la carpeta, le eché una mirada desinteresada y la devolví.

– Ben -dijo Herb de nuevo-, ¿podemos hablar un minuto?

Dejé a Lyons y a Sommer en mi oficina mientras Herb y yo hablábamos en una sala vacía.

– ¿Qué quiere decir esto, carajo? -le pregunté.

– Es verdad. Tienen razón.

– ¿Vendió esa cosa más de año antes de patentarla?

– Dos años antes. A doce entrenadores personales de clubes de salud en todo el país.

Lo miré con los ojos muy abiertos, en calma.

– ¿Por qué?

– Por Dios, Ben, yo no sé nada de leyes. ¿Cómo mierda voy a probarlas sin sacarlas de la fábrica? No tiene idea de la cantidad de máquinas malas que entran en clubes y gimnasios.

– ¿Así que le hizo mejoras?

– Claro.

– Ah. ¿Y cuánto tiempo puede tardar en conseguirme un documento de sus oficinas centrales en Chicago?

Steve Lyons sonreía de oreja a oreja cuando volvimos. Estaba disfrutando de un pleno triunfo.

– Supongo que el señor Schell ya le informó -dijo con lo que le debe de haber parecido un tono comprensivo.

– Claro que sí -contesté.

– Preparación, Ben -dijo-. Debería intentarlo alguna vez.

El momento era perfecto. En ese mismo instante, la máquina de fax chilló y empezó a imprimir un documento. Yo fui hasta ella, miré cómo se imprimía y mientras lo hacía, dije:

– Ah, Steve, cómo quisiera que usted nos hubiera ahorrado tiempo y dinero leyendo algunos casos legales antes de esta entrevista…

Él me miró, sorprendido, la sonrisa un poco menos brillante.

– Veamos -dije-, sería la 917, ley Federal Segunda 544, circuito 1990.

– ¿De qué habla? -susurró Sommer. Lyons, que no quería encogerse de hombros en mi presencia, me miraba, incómodo, sin entender -6 Es cierto lo que dice? -insistió Sommer

La expresión de la cara de Lyons no cambió

– Tendría que revisarlo -respondió el abogado

La máquina de fax cortó el papel, una línea de puntos entrecortada Se lo entregué a Lyons

– Esta es una carta del Big Apple Health Club a Herb Schell, con todas sus opiniones sobre el Alpine Ski, notas sobre el funcionamiento y lo que podía agregársele Y sugerencias para supuestas modificaciones

En ese punto, entró Darlene, me entregó un libro en silencio -Federal Reporter 917, segunda serie -, y luego se fue. Se lo tendí a Lyons sin siquiera mirarlo

– ¿Qué significa esto¿Algún jueguito suyo? -consiguió tartamudear Lyons

– No, no, claro que no -contesté- Mi cliente vendió prototipos durante un período de prueba y reunió datos de funcionamiento a partir de la versión que había vendido. Por lo tanto, la doctrina de venta previa no se aplica, Steve

– Ni siquiera sé de dónde está sacando eso

– Manville Sales Corp versus Paramount Systems Inc, Segunda Federal 544

– Vamos -replicó Lyons-, vamos, nunca oí hablar

– Página 1314 -dije mientras volvía a mi silla, me reclinaba y cruzaba las piernas- Veamos -Y en una voz monótona, recité -"Las políticas que definen la venta y uso público no implican invalidación de la patente aunque más de un año antes de llenar el formulario de patentes el patentador ínstale un dispositivo en una estación de servicio de una autopista en construcción Se considera necesario un período de prueba externa del invento para determinar si "

Lyons se había quedado sentado con el libro sobre el regazo, siguiendo las palabras y formándolas en la boca Terminó la frase por mí.

– " tendría utilidad para su propósito "

Levantó la vista hacia mí, la boca un poco abierta

– Nos vemos en la corte -dije

Esa mañana, Herb Schell se fue de mi oficina mucho más contento y casi diez millones de dólares más rico. Y yo tuve el placer de despedirme de Steve Lyons a mi manera.

– Se sabía ese maldito caso palabra por palabra -me dijo- Palabra por palabra ¿Cómo lo hizo?

– Preparación -dije y le di la mano- Debería intentarlo alguna vez.

2

Muy temprano a la mañana siguiente, tomé el desayuno con mi jefe, Bill Stearns, en el Harvard Club de Boston

Y ahí fue cuando supe que estaba en problemas, en serios problemas

Stearns tomaba el desayuno allí todas las mañanas la señora Stearns, una pálida ama de casa de Wellesley, no parecía tener otra tarea en la vida que trabajar de voluntaria para el Museo de Bellas Artes Yo me la imaginaba durmiendo hasta muy tarde con una venda en los ojos Y en cuanto a su esposo, no había tomado ni un solo desayuno en su casa desde el momento en que los dos hijos del matrimonio abandonaron el nido para empezar el plan preordenado de sus vidas en la preparatoria de Boston Brahmins (Deerfield, Harvard, inversiones bancarias, alcoholismo)

Su mesa en el Harvard Club era siempre la misma, contra la ventana de vidrios color esfumado que daba sobre la ciudad Y pedía invariablemente los huevos revueltos especiales del club (pensaba que la aversión al colesterol era una moda evanescente de fines de siglo, como los hippies en la década del sesenta) A veces comía solo con The Wall Street Journal y The Boston Globe, a veces con uno o dos de los socios importantes, mientras hablaban sobre negocios y golf

Muy de vez cuando, me invitaba. En caso de que usted nos imagine sumergidos en conversaciones conspiratorias de viejos compañeros de la cía, creo que debería dejar bien en claro que Bill Stearns y yo hablábamos generalmente de deportes (tema del que yo sabía apenas como para mantener la charla) o propiedades De vez en cuando -esa mañana era uno de esos casos-, había algo grave que él quería discutir conmigo

Stearns es el tipo de persona que suele parecer intrascendente a los que no lo conocen De casi sesenta años, cabello gris, piel rojiza, cuerpo regordete, usa siempre corbatín Sus trajes de dos mil dólares, comprados en Louis, le caen como si los hubiera comprado en el negocio más barato de la ciudad y como si además le hubieran dado el talle equivocado Lo cierto es que después de esos dos años violentos, de pesadilla, al servicio de la CIA, la segundad de mi carrera legal en Putnam amp; Stearns me parecía maravillosa. Pero la verdad era que había conseguido trabajo allí sólo por mi pasado en la cía. Bill Stearns había sido inspector general de la cía bajo el mandato del legendario Allen Dulles, director entre 1953 y 1961

Cuando entré en Putnam amp; Stearns hace nueve años, dejé bien en claro que a pesar de mi pasado, me negaría a tener nada que ver con los asuntos de la cía Mi breve carrera en la Agencia había quedado definitivamente atrás, le dije a Bill Stearns Stearns, hay que reconocerlo, se encogió de hombros dramáticamente y me dijo

– ¿Quién dijo algo de la CIA?

Estoy convencido de que hubo un brillo en sus ojos Creo que pensaba que con el tiempo me vería ceder, aceptar los casos relacionados, sabiendo que serían fáciles de manejar para mí El sabe que la Agencia prefiere tratar con los suyos, y en ese momento sabía que me presionarían de todas formas para que hiciera el trabajo legal para la cía. Y pensaba que yo terminaría por aceptarlo ¿ Por qué otra razón buscaría un ex oficial de campo, como yo. un trabajo en una firma de viejos compañeros de armas como Putnam amp; Stearns? Pero mi respuesta a esa pregunta era otra esencialmente el dinero, mucho más que el que me hubiera ofrecido cualquier otra firma

Yo no sabía el motivo por el que Bill Stearns me había invitado a desayunar con él esa mañana, pero sospechaba que algo estaba pasando. Me ocupé cuidadosamente de mi panecillo de frambuesas Había tomado demasiado cafe y supuse que algo sólido en el estómago me daría una buena mano Siempre odié los desayunos de trabajo Creo que Oscar Wilde tenía mucha razón cuando dijo que sólo los aburridos pueden ser brillantes en el desayuno

Cuando llegó la comida, Stearns sacó un ejemplar de The Boston Globe de su maletín

– Ya leíste lo de First Commonwealth, supongo -dijo

Su tono me alarmó inmediatamente

– No vi el Globe esta mañana -dije

Me pasó el diario por sobre la mesa

Yo busque en la primera pagina Ahí mismo, bajo el título central, estaban las letras que me aflojaron las piernas inmediatamente

INVERSORA CERRADA POR EL GOBIERNO FEDERAL, decía. Y en letras pequeñas: cuentas de first cOMMONWEALTH CONGELADAS POR LA CSI

First Commonwealth era una pequeña firma de inversionescon base en Boston Yo había puesto en ella todo mi dinero A pesar de la grandilocuencia de su nombre, es un lugar chiquito, casi una boutique, manejada por un conocido mío con menos de doce clientes Era la firma que pagaba mi hipoteca todos los meses, el lugar donde yo guardaba virtualmente todo lo que tenía,

Hasta esa mañana

A diferencia de Stearns, no soy rico El padre de Molly dejó una cantidad insignificante de dinero en efectivo, algunos certificados de acciones y bonos, y el título de su casa en Alexandría, hipotecada hasta el techo También dejó un documento firmado y autorizado por un escribano, otorgándole a Molly todos los derechos de beneficiaria a las cuentas a nombre de Harrison Sinclair que hubiera en el país y en el exterior bajo las leyes de… Los detalles pueden confundir a cualquiera, como casi todos los detalles que tienen que ver con la ley de propiedades y cuentas Me parecía curioso que hubiera firmado ese papel como única heredera de Harnson Sinclair, ella tenia ese derecho automáticamente No hacía falta el papel De acuerdo, de acuerdo, tal vez Sinclair fuera del tipo de los que sienten que las precauciones nunca son suficientes

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