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– Por favor -dijo Lena-. No puedo hablar de ella. No así.

– Siéntate -dijo Nan.

Le echó un brazo por los hombros e intentó guiarla hacia la silla, pero Lena no se movió.

– ¿Lena?

Lena se mordió el labio, abriéndose aún más el corte. Se pasó la punta de la lengua, recordando la manera en que había lamido el cuello de Ethan.

Sin previo aviso se echó a llorar, y Nan la rodeó con el otro brazo. Se quedaron en la cocina, de pie. Nan la abrazó y la consoló hasta que Lena no pudo llorar más.

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