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No quería terminar, renunciar a aquellas palabras de una canción antigua. Veía los lugares a los que iban, que la pandilla no conocía, invadidos por la aspidistra. Alzó la vista y les hizo una seña con la cabeza para indicar que ya estaba a punto de concluir.

Caravaggio no vio aquella escena. Cuando volvió, encontró a Hana y los dos soldados de una unidad de zapadores preparándose bocadillos en la cocina.

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