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En el rincón destinado al despacho, Tachibana estaba clasificando todos los mensajes recibidos, procedentes de personas que habían sabido por la prensa de las nuevas actividades de Patrón, con motivo de los últimos acontecimientos. Kizu se dio una vuelta por dicho rincón, y le preguntó a Tachibana cómo le iba en el trabajo; entonces ella se limitó a responderle que como Ogi estaba tan ocupado, ella ahora lo había relevado en ese trabajo. Y mientras le hablaba no apartaba su mirada de la pantalla del ordenador.

El recién mencionado Ogi, después de haber llevado a Patrón hasta su estudio-dormitorio, y dejarle allí la restante tarea a Bailarina, volvió a su mesa de oficina, situada junto a la de Tachibana, pero no parecía tener nada que decirle a Kizu. Ikúo, por su parte, tras meter el coche en el garaje y echar el cerrojo al portón, fue a sentarse junto a Kizu; pero también permaneció en silencio, sus musculosos brazos cruzados llamativamente sobre el pecho.

En éstas, apareció Bailarina por el despacho. Ella acercó su boca al oído de Ogi para hablarle. De ordinario Ogi solía situarse con respecto a ella en el papel de hermano menor, pero ahora daba la impresión de haberse convertido en un consejero importante para Bailarina. Acto seguido, dijo elevando la voz:

– Si es eso lo que desea Patrón, ¿cómo va uno de nosotros, tú o yo, a meterse por medio? ¿Por qué no le cuentas a él directamente lo que te ha dicho Patrón?

Con la expresión de una niña abofeteada en la mejilla, Bailarina avanzó unos pasos hacia Kizu para decirle:

– Patrón desea que aceptes convertirte en el nuevo Guiador.

– ¡Pero bueno! ¡Así de repente…! ¡Actuar como Guiador, nada menos…! -saltó Kizu, más bien como en un cuchicheo no dirigido a nadie en particular, que como respondiéndole directamente a Bailarina.

Las palabras de Kizu semejaban un guijarro arrojado en un hondo pozo, en cuanto que no daban lugar a respuesta alguna. Pero tras una pausa, Bailarina le dio la réplica:

– Ya sea que lo aceptes o que lo rechaces, debes responderle a Patrón. Ya aquí no ganamos para sorpresas, así que yo no tengo ni idea de qué opción es la mejor.

La voz de Bailarina no era el susurro penetrante habitual en ella, sino algo mucho más opaco. Y en ello captó Kizu el acento especial de los hablantes de Hokkaido. Cuando esa niña se las vio y se las deseó para comunicar a la familia su vocación orientada a la danza moderna, ése sería sin duda el acento que usaría al hablar… Pero ahora mismo Kizu sintió que tenía sobre sí los ojos apremiantes de Ikúo, que lo miraban sin despegarse de él.

Aquel hombre que estaba esperando a Kizu, la manta y el edredón cubriéndole hasta el pecho mientras se estaba quieto allí acostado, no era ni el personaje enérgico en sus maneras de la primera parte de la visita al enfermo, ni el que -por el contrario- al final de la visita diera muestras de estar tan agotado. Ahora Patrón transmitía más bien la sensación de encontrarse en calma, atesorando una energía contenida. Con una mirada distante de aquellos ojos negros asomándole tras los párpados, observó al artista de arriba abajo; y moviendo el cuello solemnemente como una señal, instó a Bailarina a que los dejara solos. Luego dijo:

– En mi nueva iglesia, el papel que hasta ahora ha desempeñado Guiador te ruego que lo tomes a tu cargo. Para corresponderte, te ayudaré a superar los malos momentos por los que estás pasando, tanto en tu cuerpo como en tu espíritu.

Kizu le respondió al punto:

– Si dispones de ese poder, antes que nada deberías emplearlo en sanar el cerebro de Guiador.

Patrón no reaccionó repeliendo el veneno de esas palabras; antes bien se lamentó con una voz patética, rayana en la insensatez:

– ¡Ah!, ¡si eso me fuera posible…!

Kizu se quedó de una pieza ante la respuesta tan franca de Patrón. Viendo rebatido su argumento, Kizu perdió la oportunidad de seguir insistiendo. Y mientras tanto Patrón desvió la mirada, mientras se le ensombrecía el entrecejo. A poco se fue rehaciendo, y con un tono prosaico, dia-metralmente opuesto a la vivacidad con que antes había dirigido aquella invitación a Kizu, habló así:

– Como Guiador se encuentra en tan lamentable estado, yo también, como persona que va entrando en la vejez, tal vez haría mejor dejando de pensar en el nuevo movimiento, para dedicarme a cuidarle, y pasar así juntos los dos el resto de nuestros días. ¿No piensas tú también así, profesor? Cuando leíamos a R. S. Thomas, ese tema también lo sacamos en nuestras conversaciones, ¿verdad? Igual me gustaría tratarlo con Guiador, pero en fin… Pues es que no tengo modo de juzgar si él entiende mis palabras o no me entiende… Nosotros, cuando dimos el Salto Mortal, nos imaginamos un futuro como este que he dicho, para nosotros…

"No obstante, profesor, toda vez que Guiador está en la situación en que está, yo no puedo pensar en ponerme a salvo renunciando a mi misión de "patrón" o maestro, y dedicarme a empujar la silla de ruedas de este hombre mientras dure su rehabilitación. Pues Guiador se vio enfrentado a esa gente que lo aprisionó, y lo sometió a un infame interrogatorio, pretendiendo hacerle confesar que el Salto Mortal había sido una equivocación. Y de resultas de eso, quedó tan malherido como sabemos.

"Ya él no va a poder relacionarse mediante la comunicación verbal con el mundo exterior. Con todo, aunque Guiador muriera sin recobrar la conciencia ni el uso de la palabra, creo que puede decirse que ya él ha dado una culminación a su vida. Pues él, como cualquier profeta, ya ha sufrido su pasión…

"Pero, a todo esto, yo tengo que seguir viviendo, con más motivo aún.

Una vez dado el Salto Mortal, si ahora me falta la cooperación de Guiador, aunque me vuelvan mis grandes trances, yo no sabré comunicar esas visiones con palabras. Tendré que lanzarme con todo mi coraje a vivir. Y si al final entro en el declive senil y mi mente flaquea, para acabar viniendo a morir así…, ¿no carecerá acaso mi vida de todo sentido? ¿Qué se dirá luego que era Patrón? Me convertiré en objeto de burla.

"Ni que decir tiene que a mí me gustaría morir después de haber actuado en esta vida como un verdadero "patrono" tutelar de la humanidad. Aquellos canallas que secuestraron a Guiador llegaron a herirlo en lo más sensible, y escaparon tras cometer una acción más abominable aún que un asesinato. Esto supuesto, yo ahora quiero alzarme hasta un nivel en que esos indeseables no tengan más remedio que verme como en su punto de mira. Dicho esto, Patrón dirigió a Ogi sus ojos, penetrantes como los de un pájaro.

– Profesor, te lo ruego: basta con que seas un Guiador que, en silencio, se dedica a pintar -suplicaba Patrón-. De ese modo, profesor, tú puedes expresar las cosas como yo no podría jamás. Tiene que ser posible que tu pintura explique claramente mis visiones. Con que orientes tu mirada en la dirección de mi fe, ya es suficiente. Estando Guiador en la situación en que ha caído, no irás a decirme que no. Como bien sabes, yo ahora vivo rodeado de unos pocos jóvenes. Si busco un adulto maduro que pueda prestarme su apoyo…, ¿con quién voy a contar, sino contigo?

– Yo no sé si serviré como sustituto de Guiador, eso está por ver. Pero hasta que él se restablezca lo pondré todo de mi parte -dijo Kizu, sobreponiéndose a su timidez-. Hasta ahora de vez en cuando me he dado una vuelta por la oficina enredando un poco; así que en adelante vendré más a menudo, y estaré preparado para conversar contigo, Patrón.

– Ikúo te traerá y te llevará -dijo Patrón, con la mirada soñolienta de un pájaro sosegado-. Y ahora, ¿puedes decirle a Bailarina que me traiga la pastilla para dormir?

Kizu se fue a la sala de estar, donde se dirigió a Ogi y a Bailarina, que estaba de pie junto a la mesa, y les refirió su conversación con Patrón. El joven y la chica compartían ambosia-misma expresión, como de hermanos, mientras escuchaban a Kizu; y era algo que este último nunca había advertido antes. Más aún: también en la actitud de Ikúo, que desde su rincón levantó la mirada hacia él, Kizu se dio cuenta de que los tres conjuntamente se solidarizaban con su decisión. Incluso Tachibana, sin querer meterse donde no la llamaban, se mostraba contenta por lo ocurrido.

Kizu salió a la calle, donde empezaba a caer una nieve en polvo, para esperar la maniobra de Ikúo, que tenía que sacar el microbús del garaje, y acercarse a la entrada. Esa nieve le producía una sensación distinta de la que él había experimentado al ver nevar en su universidad de la costa Este de Estados Unidos: allí era como hecha de ligeros granos de sal; aquí era como él la recordaba desde la niñez: blanda y pronta a derretirse. Kizu sintió añoranza de su patria chica. Subió al coche, y se sentó junto al conductor. Desde allí miraba aquel cielo con su danza de nieve, mientras revisaba mentalmente en su acalorada cabeza la conversación que acababa de tener con Patrón.

Lo primero que le vino a la memoria fue aquel ofrecimiento que le había hecho Patrón, en el sentido de que si él aceptaba desempeñar el papel de Guiador, Patrón lo ayudaría a superar cualquier crisis que lo asaltara, tanto en lo espiritual como en lo físico. Ante esto, Kizu no pudo refrenar una sonrisa fría: "Que se preocupe por mi espíritu, todavía… Pero…, ¿se ha-, brá dado cuenta este hombre de mi recaída en el cáncer?" Sintió enseguida una tirantez en sus mejillas. Y es que Kizu se acordaba de la respuesta tan malhumorada que le había dado a Patrón, aquellas palabras dichas con tan poco tino.

– Hace un rato, cuando no habías hecho más que salir de tu conversación con Patrón, parecías otro, profesor -le comentó Ikúo-. Ahora se te ve como distante…, pero creo que nunca te había visto reír como hace un momento. ¿Es que acaso has cambiado de parecer?

– Desde luego, no me río más que de mí mismo -le contestó Kizu. -Yo entiendo que la propuesta de Patrón pueda serte molesta, profesor -dijo Ikúo-. Pero yo habría apostado por que le darías tu conformidad.

"Cuando se lo oíste decir por primera vez a Bailarina no se te veía una reacción muy entusiasta, que digamos, y me preocupé, pensando que íbamos a tener problemas. ¡Mira que si a raíz de esto el profesor se nos vuelve a América!, he llegado a pensar. En cuanto a mí, ahora que he tomado la opción de seguir a Patrón, si me encontrara con que por tu parte se me impone la separación…, Patrón no tendría a quién ofrecerle ser el nuevo Guiador. Y nosotros mismos…, no sé qué haríamos sin ti.

– Con todo, no hay en mí ninguna de las cualidades que se requieren para que Patrón pueda confiar en mí. Y por si fuera poco, no sé casi nada de las doctrinas que Patrón profesaba, aun cuando él de hecho las negara… Y, por otra parte, si pienso en ese hombre excepcional que es Guiador, a quien la cabeza le ha estallado por su propia sangre y ahora está tan postrado, tengo que acabar reconociendo que no lo conozco bien.

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