– Podría disponer de dos días a la semana -dijo ella-. Pero entiendo perfectamente que podría no ser conveniente…
– ¿Cuándo podría empezar?
– ¿La semana que viene?
– Excelente. -Luego la cara de Joseph se ensombreció-. Pero debe ver las salas antes de comprometerse. Y debo advertirle que las condiciones son menos que higiénicas. La gente que trabaja aquí a menudo está pálida y cae enferma con frecuencia.
– Usted tiene muy buen aspecto -dijo ella.
Él manipuló sus anteojos con tal fuerza que cayeron al suelo. Al agacharse para recogerlos, su voz se elevó:
– Pero yo tengo una constitución fuerte y acostumbrada al contacto con la enfermedad.
– Dos días a la semana… no me parece un riesgo excesivo.
Buscando de rodillas los anteojos, él se golpeó el codo contra el escritorio pero ni siquiera notó el dolor.