No quise llamarte porque bastante disgusto tenías ya, así que le recogí el recado. Me entregó unas cartas para ti que había recibido en su casa y dijo que esperaba que te sirvieran de ayuda ahora que tus padres no estaban. Dijo que entendía cómo te sentías porque su madre murió el año pasado y no quería ser la causa de tu soledad.
Parecía sincero aunque, tratándose de él, una no sabe nunca a qué atenerse. Fue raro verlo después de tantos años. Ha envejecido mucho. En fin, espero que lo que haya en esos sobres no sea demasiado importante, pero de todos modos espero que me lo cuentes. Los dejé en el cajón de debajo de la vitrina del comedor.
El doctor Reginald amp; Miranda Williams
invitan a Rosie Dunne a la celebración
del enlace entre su querida hija
Bethany
y el
doctor Alex Stewart
en la
Capilla de la Universidad de Harvard
el 28 de diciembre a las 14 h
y a la recepción en el
Boston Harbor Hotel
SRC Miranda Williams
Rosie:
Mañana regreso a Boston, pero antes de irme quería escribirte esta carta. Todas las ideas y sentimientos que han estado bullendo dentro de mí por fin se están derramando a través de esta pluma y voy a dejarte esta carta para que no tengas la impresión de que te estoy presionando demasiado. Comprendo que necesitarás tu tiempo para tomar una decisión sobre lo que voy a decirte.
Sé lo que está pasando, Rosie. Eres mi mejor amiga y veo la tristeza que hay en tus ojos. Sé que Greg no se ha marchado este fin de semana a trabajar. Nunca has podido mentirme, siempre se te ha dado muy mal. La mirada te traiciona una y otra vez. No finjas que todo es perfecto, porque veo que no lo es. Veo que Greg es un hombre egoísta que no tiene la más remota idea de lo afortunado que es y eso me pone enfermo.
Es el hombre más afortunado del mundo al tenerte a su lado, Rosie, pero no te merece y tú te mereces a alguien mejor. Te mereces a alguien que te ame con todo su corazón, alguien que piense en ti constantemente, alguien que pase cada minuto de cada día preguntándose qué estás haciendo, dónde estás, con quién estás y si estás bien. Necesitas a alguien que te ayude a hacer realidad tus sueños y que sepa protegerte de tus temores. Necesitas a alguien que te trate con respeto, que ame cada parte de ti, sobre todo tus defectos. Deberías estar con alguien que supiera hacerte feliz, realmente feliz, que te hiciera sentir en las nubes de tanta felicidad. Alguien que no tendría que haber dejado escapar la oportunidad de estar contigo años atrás en lugar de asustarse y dejarse dominar por el miedo a intentarlo.
Ya no estoy asustado, Rosie. No me da miedo intentarlo. Ya sé qué era ese sentimiento que me embargó el día de tu boda: eran celos. Se me partió el corazón cuando vi a la mujer que amo alejarse de mí por el pasillo con otro hombre, un hombre con quien había planeado pasar el resto de su vida. Para mí fue como una sentencia a cadena perpetua: me aguardaban un montón de años en los que no podría decirte lo que sentía ni abrazarte como deseaba.
Dos veces hemos estado de pie ante el altar, Rosie. Dos veces. Y las dos veces nos hemos equivocado. Necesitaba que estuvieras allí el día de mi boda, pero fui tan estúpido que no me di cuenta de que necesitaba que fueras tú la razón para celebrarla.
Nunca debí dejar que tus labios se apartaran de los míos aquella vez hace tantos años en Boston. No debí apartarme. No debí caer presa del pánico. No tendría que haber desperdiciado todos estos años sin ti. Dame una oportunidad y te resarciré. Te amo, Rosie, y quiero estar contigo y con Katie y Josh. Siempre.
Piénsalo, por favor. No desperdicies tu tiempo con Greg. Esta es nuestra oportunidad. Dejemos de tener miedo y arriesguémonos. Prometo hacerte feliz.
Con todo mi amor,
Alex
De: Ruby
Para: Rosie
Asunto: ¿Estás bien?
Llevo casi dos semanas sin saber de ti, debe de ser la vez que hemos estado más tiempo incomunicadas. ¿Va todo bien? Pasé a verte por el piso y Rupert me dijo que te habías marchado a Galway. Has hecho las maletas y te has ido sin despedirte: tiene que estar pasando algo. ¿Hasta cuándo tienes pensado quedarte ahí y por qué no le has dicho nada a nadie? Obviamente, el teléfono de tu madre ya no está conectado y no sabía dónde localizarte. Entiendo que seguramente necesitas un poco de tiempo para ti misma. Quedarse sin padres resulta muy duro. Por más que me queje de cómo eran los míos, me fue muy difícil asimilar su pérdida. Ya sé que siempre me lo tomo todo a guasa, pero hablo muy en serio al decirte que cuentes conmigo, Rosie, si necesitas a alguien con quien hablar, un hombro sobre el que llorar o incluso a alguien a quien gritarle.
Podría decir que lamento que hayas perdido tu empleo en el hotel, pero mentiría. Tú eras mucho mejor que ese hotel, tenías sueños más grandes que iban mucho más allá de aquellas paredes a punto de desmoronarse. Ahora tienes el mundo (una vez más) a tus pies. Por favor, dime que estás bien o me plantaré ahí para comprobarlo con mis propios ojos. Y esto no es una amenaza, es una promesa.
Bienvenidos al salón de charla de los Alegres Dublineses Divorciados. En este momento hay tres personas on-line.
DamaSolitaria: El tipo de mi grupo de lectura ayer me pidió para salir. En plan cita. Este fin de semana. Sólo él y yo. Pero no sé…
FlorSilvestre: ¿Qué es lo que no sabes?
DamaSolitaria: Bueno, no sé si tengo que empezar a salir con hombres otra vez. Es decir, no sé si estoy preparada, hace tan poco tiempo de lo de Tommy y tal…
FlorSilvestre: ¿Tan poco tiempo? ¿Tan poco tiempo? Por si no te has dado cuenta han pasado diez años desde que Tommy te abandonó.
DamaSolitaria: Ay, es que no lo parece.
FlorSilvestre: Si dejaras de quejarte y lloriquear sobre lo sola que estás, serías capaz de pensar racionalmente sobre tu vida. ¿Qué tipo del grupo de lectura es el que te ha propuesto salir?
DamaSolitaria: El único que hay.
FlorSilvestre: Apuesto a que las demás señoras van a perder el interés por la lectura muy pronto. La única pregunta importante que debes hacerte es: ¿tiene antecedentes penales?
DamaSolitaria: No, lo he comprobado.
FlorSilvestre: ¡Caray, si lo decía en broma! Pero al menos ahora sabes que tu televisor no se dará el piro mientras estés en el lavabo.
DamaSolitaria: Un lujo que la mayoría de las damas no comprenden.
SEGURA se ha conectado.
FlorSilvestre: Bueno, pues parece ideal para ti. No veo por qué no tendrías que salir con él. Buena suerte con tu cita.
Segura: DamaSolitaria, ¿tienes una cita con un hombre?
DamaSolitaria: Lo dices como si fuese una enfermedad.
Segura: ¡No, sólo estoy impresionada! ¡Pero en el buen sentido! ¡Enhorabuena!
DamaSolitaria: ¡Gracias! ¡Oye, has cambiado de nombre!
Segura: Sí. Me han concedido la anulación. ¿Veis? Ya os dije que la Iglesia tenía sentido común. Están de acuerdo en que Leonard es un gilipollas.
FlorSilvestre: ¡Segura! ¡Menudo cambio oírte decir algo así! No estoy segura de que la Iglesia piense exactamente eso, pero es un comienzo…
Amapola: Felicidades, Segura.
Segura: ¡Gracias, chicas! Hacía mucho que no te asomabas por aquí, Amapola. ¿Dónde te habías metido?
Amapola: He pasado las últimas semanas en la casa de Connemara. Tenía mucho en que pensar.
FlorSilvestre: ¿Va todo bien?
Amapola: No, la verdad es que no.
Segura: ¿Te apetece hablarlo? A lo mejor te podemos ayudar.
Amapola: Bueno, mi madre murió, me he quedado sin trabajo y no me atrevo a comunicar el «algo más» por si se valida y me provoca un ataque de nervios. Porque si resulta ser cierto, tendré que declarar oficialmente que los últimos diez años de mi vida han sido una soberana pérdida de tiempo.
DamaSolitaria: Todas somos expertas en ese tema. A estas alturas sabes de sobra que lo que se dice en este salón no sale de aquí. Quizá podamos aclararte un poco las ideas.
Amapola: Gracias. Bien, pues allá voy… Ha caído en mis manos una carta que fue escrita poco antes de que yo cumpliera los treinta. Una carta que iba dirigida a mí, pero que no llegué a recibir nunca. Era de Alex.
DamaSolitaria: Uy, ¿qué decía en esa carta?
Amapola: Ésta es la peor parte. Decía que me amaba.
FlorSilvestre: ¡Caray!
Segura: Oh, Dios mío.
DamaSolitaria: ¡No! ¿Y dónde encontraste la carta?
Amapola: Me la entregó Comosellame. No quería seguir siendo la causa de mi soledad, dijo literalmente.
DamaSolitaria: ¿La había guardado todos estos años?
Amapola: Sí, aunque no me preguntes por qué. Todavía no lo he comprendido. Aunque en realidad nunca acabé de entenderlo mientras estuve casada con él. Ahora mismo no puedo pensar en nada, estoy anonadada.
FlorSilvestre: ¿Ya has hablado con Alex?
Amapola: ¿Cómo quieres que hable con él, FlorSilvestre? Sabiendo lo que sé, ¿cómo quieres que piense siquiera en él?
FlorSilvestre: Es muy sencillo, digo yo. ¡Acaba de decirte que te ama!
Amapola: No, FlorSilvestre, me dijo que me amaba hace diez años. Antes de casarse, antes de tener a Theo. Ahora no tengo valor para hablarle. Me ha estado escribiendo y llamando, pero al pensar en esa oportunidad perdida se me hace un nudo en el estómago y soy incapaz de responder a sus mensajes.
DamaSolitaria: ¡Pero tienes que decirle que lo sabes!
Amapola: Iba a hacerlo. Estaba entre asustada y entusiasmada. Iba a llamarlo por teléfono y a decírselo desenfadadamente para tantear el terreno, para ver qué sentía él y luego ir un poco más lejos. Pero justo esa mañana llegó su felicitación de Navidad a mi buzón. Con una foto de su esposa y sus dos hijos en el anverso, todos con jerséis de punto con motivos navideños: Theo sin los dos dientes delanteros, Josh con una sonrisa de oreja a oreja idéntica a la de su padre, Bethany dándole la mano a Alex. Y me faltó valor. ¿Qué más le dará, ahora? Está casado. Es feliz. Ya me ha olvidado, y aunque no sea así, no cabe contar con que salte de esa perfecta foto navideña por mí. La posibilidad que tuvimos Alex y yo de estar juntos se ha desvanecido, igual que esas viejas fotos nuestras que Katie lleva en su guardapelo.
Segura: Di que sí, Amapola, haces bien dejando a esa familia en paz.
FlorSilvestre: ¡Pero ella lo ama! ¡Y él le corresponde! ¡Y hoy en día todo el mundo retoca las fotos!