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Rosie: Bueno, empiezo a trabajar a media jornada con los niños que hacen actividades laborales. Tenemos que imprimir las cartas que anuncian las fechas de inicio de las clases para los alumnos de los distintos cursos, meter las cartas en sobres, pegarles los sellos, cerrarlas y enviarlas por correo. Yo no sé a ti, pero a mí me embelesa la idea. Aunque sólo será por unas semanas y en cuanto los niños comiencen las clases me pondré a trabajar a jornada completa.

Aparte de eso estoy intentando que este antro parezca un hogar. Brian el Llorica ha sido de gran ayuda, lo creas o no. Ha alquilado una lijadora por un día y mañana vamos a arrancar esa moqueta apestosa y lijar y pulir el suelo de todas las habitaciones. Me da miedo pensar lo que vamos a encontrarnos debajo. Seguramente unos cuantos cadáveres.

Katie y Toby se lo están pasando en grande arrancando el papel pintado de las paredes (bueno, al menos el que aún está pegado). Vamos a pintar las paredes de blanco porque hasta con una bombilla de un millón de vatios este sitio sigue pareciendo una cueva. Hay que alegrarlo un poco y me he decidido por un estilo minimalista, no porque sea moderna y siga la moda, sino porque en realidad tengo muy pocos muebles. Voy a arrancar las cortinas viejas y las quemaré montando un ritual.

Mi querido hermano Kevin estuvo encantado de venir a Dublín y saquear la casa de Comosellame para recoger el resto de mis pertenencias, las cuales le fueron entregadas sin rechistar, probablemente por miedo a que le vuelvan a romper la nariz. Incluso me ha dado el sofá negro de piel que ya estaba en la casa antes de que me casara con él, pero, qué demonios, me lo he ganado.

Ruby: Por lo que cuentas te va a quedar precioso, Rosie. Un verdadero hogar.

Rosie: Sí, ahora sólo me falta librarme del olor a curry que nos envuelve y que traspasa las paredes de todo el edificio. Se me han pasado las ganas de comer indio para siempre.

Ruby: Vaya, ése es el mejor régimen que he oído en mi vida. Ponte a vivir encima de un restaurante y el olor te hará aborrecer la comida.

Rosie: Me parece que has encontrado un filón.

¡EiJe desde Singapur!

Lo pasamos de maravilla. ¡No queremos volver a casa! Suerte con tu nuevo trabajo, cariño. ¡Pensamos en ti mientras hacemos el vago junto a la piscina! (Es broma.)

Besos,

Papá y mamá

Tiene un mensaje instantáneo de: ALEX

Alex: ¿Tienes un minuto para chatear?

Rosie: No, lo siento, estoy muy ocupada lamiendo sellos.

Alex: Ah, vale. Ya te llamaré más tarde.

Rosie: Era una broma, Alex. La señorita Narizotas Malaliento Casey me ha pedido que monte el primer boletín del curso, así que estoy en la página web de la escuela tratando de averiguar qué ha sucedido o está sucediendo que merezca la pena publicar. Se me ha ocurrido que el artículo principal podría escribirlo sobre mi incorporación al centro.

Alex: ¿Qué tal es el trabajo?

Rosie: Está bien. Llevo unas cuantas semanas aquí, de manera que ya me he amoldado y me va bien. Nada digno de mención.

Alex: Perdona que no te haya dicho nada antes. No me había dado cuenta de que había pasado tanto tiempo. Las semanas pasan volando.

Rosie: No pasa nada. Supuse que andarías liado. Ya me he mudado al apartamento y tal.

Alex: Ostras, es verdad. ¿Cómo es?

Rosie: No está mal. Era una pocilga cuando entré, pero Brian el Llorica me ayudó mucho. Arregló lo que estaba roto y limpió lo que estaba sucio. Como un esclavo perfecto.

Alex: ¿Os lleváis bien, entonces?

Rosie: Mejor. Ahora sólo me vienen ganas de estrangularlo unas diez veces al día.

Alex: Bueno, es un principio. ¿Hay romance a la vista?

Rosie: ¿Qué? ¿Con Brian el Llorica? Tienes que hacerte mirar la cabeza. Ese hombre nació para rascar moho y pulir suelos, nada más.

Alex: Vaya. ¿Hay alguien más en tu vida?

Rosie: Pues sí. Una hija de trece años, un trabajo nuevo y un cajón lleno de facturas. Tengo las manos bastante ocupadas en este momento. Aunque mi vecino me invitó a salir con él el próximo fin de semana.

Alex: ¿Y vas a hacerlo?

Rosie: Primero deja que te hable un poco de él y luego quizá puedas ayudarme a resolver el dilema al que me enfrento. Se llama Sanjay, tiene sesenta años y está casado, vive con su mujer y dos hijos, y es el propietario del chiringuito de comida para llevar que hay debajo de mi casa. Ah, ¿y a que no adivinas dónde me ha invitado a cenar?

Alex: ¿Dónde?

Rosie: A su chiringuito. Dijo que pagaría él.

Alex: ¿Y cuál es el dilema, entonces?

Rosie: Muy gracioso.

Alex: Al menos tienes vecinos simpáticos.

Rosie: Éste no es el mejor ni de lejos. En la puerta de al lado vive el dueño del garito de tatuajes (que también está debajo de mi piso). Tiene el cuerpo cubierto de tatuajes de la cabeza a los pies, una magnífica mata de pelo negro, sedoso y muy largo que lleva recogido en una trenza, y una barba de chivo pulcramente recortada que le enmarca la boca. Mide más de metro noventa y siempre va con unos pantalones de cuero, un chaleco de cuero y unas botas de motorista con la punta de metal. Cuando no está perforando la piel de sus clientes pone música a todo volumen en el piso de al lado.

Alex: Hay que tener valor para vivir al lado de un fan del heavy metal.

Rosie: Ahí te equivocas. Se llama Rupert, tiene treinta y cinco años, se graduó en el prestigioso Trinity College de Dublín con una licenciatura en Historia de Irlanda y un máster en Literatura Irlandesa. Su ídolo es James Joyce y en el pecho lleva tatuada la cita: «Los errores son los portales del descubrimiento».

Es un fanático de la música clásica y la ópera y cada tarde, a las cinco, mientras cierra el garito y hace la caja pone a todo volumen el Concierto para piano número 2 en si bemol, opus 83, de Brahms. Después sube a su piso, donde cocina unos platos deliciosos que huelen de maravilla y se sienta a leerUlises por billonésima vez mientras escucha Lo mejor de Pavarotti atronando en sus altavoces (prestando especial atención a «Nessun dorma»).

A estas alturas Katie y yo nos sabernos prácticamente toda la letra y Toby se mete un cojín dentro de la camisa, se sube al sofá y finge que canta. Al menos Rupert está educando a los niños. Katie anda loca por mezclar «Nessun dorma» con un tema de baile que ha compuesto con sus pletinas nuevas. Se las compró Brian el Llorica, por lo que me enfadé mucho porque tenía previsto regalárselas por Navidad. Pero le he pedido a Katie que las guarde en el piso de Brian para no molestar a mis vecinos. Aunque, la verdad, no sé por qué me tomé tantas molestias teniendo en cuenta la cantidad de ruidos y olores que nos amenazan sin tregua. Ah, sí, ¿ya te he comentado que Juana de Arco vive al otro lado del rellano?

Alex: Ja, ja, no.

Rosie: Bien, esta mujer (se llama Juana, María o Brígida o algo por el estilo) tiene cerca de treinta años. Vino a saludarme el día que me mudé y cuando vio que éramos sólo Katie y yo y que mi soltería no se debía a la trágica pérdida de mi marido se fue de forma bastante grosera y no nos ha vuelto a dirigir la palabra.

Alex: Bueno, al menos no hace ruido.

Rosie: Que me desdeñe a mí, la pecadora del bloque de apartamentos, no significa que no arme bulla. Me fijé en que cada lunes por la tarde parecía que una enorme manada de elefantes subiera hasta nuestra planta para meterse en el piso de Juana de Arco. Tras posteriores investigaciones deduje que cada semana la visitan las mismas veinte personas, todas portando Biblias en la mano a modo de ofrenda.

Mis dotes detectivescas me han revelado que celebra sesiones de lectura de la Biblia. Ahora ha puesto un cartel en la puerta que dice: «Debes seguir a tu SEÑOR y temerlo, y obedecer sus mandamientos, y obedecer su voz, y debes servirle y ser mansueto». Vamos a ver, ¿qué significa «mansueto»? ¿Quién ha oído semejante palabra alguna vez?

Alex: Ja, ja, Rosie. ¡Yo desde luego no!

Rosie: Y al final del pasillo hay una familia de Nigeria. Zareb y Malika y sus cuatro hijos. Y yo que pensaba que el apartamento era demasiado pequeño para Katie y para mí.

Alex: ¿Cómo están tus padres?

Rosie: ¿Te refieres a mis multilingües padres? Bueno, lo están pasando de miedo lejos de todos nosotros. Mamá acaba de cumplir los sesenta. Me mandó una postal que decía: «!Zdravstvuite desde Rusia!». Me los imagino divirtiéndose como una pareja de ancianos de Vacaciones en el mar redescubriendo el amor. Por cierto, hablando de amor, ¿a qué venían tantas preguntas sobre mi vida amorosa?

Alex: A que quiero que encuentres a alguien que te guste. Quiero que seas feliz.

Rosie: Alex, nunca encontraré la felicidad junto a otro ser humano y lo sabes. Estoy separada de mi marido y aún no me he decidido a buscar otra víctima. Quizá no lo haga nunca.

Alex: ¿Nunca?

Rosie: Puede. Bueno, desde luego no pienso volver a casarme, eso seguro. Me estoy acostumbrando a mi nueva vida. Tengo un apartamento nuevo, un trabajo nuevo, una hija adolescente y treinta y dos años: es el principio de una nueva etapa de mi vida. Creo que por fin he madurado. Además, no tiene nada de malo ser soltero. Ser soltero se lleva. Deberías saberlo.

Alex: No soy soltero.

Rosie: Todavía no.

Alex: No, no lo soy ni voy a serlo.

Rosie: ¿Por qué, has cambiado de opinión en cuanto a romper con Bethany la Putilla?

Alex: Para empezar no hay nada sobre lo que tenga que cambiar de parecer y, por favor, no la llames putilla. En ningún momento he dicho que fuera a terminar mi relación con Bethany.

Rosie: Bueno, es lo que me pareció después de la conversación que tuvimos cuando me invitaste a cenar el mes pasado.

Alex: Sí, ya, mejor olvidamos esa cena. Tenía la cabeza en otra parte. Lo que digo es que quiero ser feliz con Bethany y que tú seas feliz con alguien y así los dos seremos felices en pareja.

Rosie: Ya sé lo que pasa. No quieres que me quede soltera porque entonces te distraigo. Piensas que si estuviera con un hombre a lo mejor serías capaz de quitarme el ojo de encima. Sé que en el fondo eso es lo que hay. Te tengo calado, Alex Stewart. Me amas. Quieres que sea la madre de tus hijos. No quieres estar sin mí ni un día más.

Alex: Yo… no sé qué decir…

Rosie: Relájate, es broma. ¿Qué ha sucedido para que cambiaras de opinión sobre Bethany?

Alex: Oye, no volvamos a eso…

Rosie: Alex, soy tu amiga íntima, te conozco desde que tenía cinco años. Nadie te conoce tan bien como yo. Te lo pregunto por última vez y lo digo en serio. ¿Qué ha sucedido para que cambiaras de opinión sobre lo de romper con Bethany la Putilla?


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