oponerse a nuestra capitanía en Europa.
– Hacía tiempo que quería comentar ese desgraciado episodio del saqueo de Roma a cargo de nuestras tropas. Es inconcebible.
– Doloroso, pero concebible.
El Vaticano se estaba burlando de nosotros. Aún tienen sueños de autonomía, mientras Europa se descuartiza a causa de la lucha contra la Reforma protestante. El papa había entrado en una Liga contra el Imperio y desgraciadamente la muerte del jefe de nuestros ejércitos, el condestable de Borbón, dejó a la soldadesca entregada a sus bajos instintos.
– Pero ha habido violaciones de religiosas, robos, asesinatos, destrucciones monumentales, en nombre del emperador.
– Me conoces, Francisco. Sabes que soy el principal paladín de la fe contra la Reforma, pero a veces el papa no deja defender la causa del Bien. Después del saco de Roma, la separación entre poder temporal y espiritual adquiere otro sentido. El saco de Roma demuestra que no hay mal que por bien no venga. España y Alemania son el dique frente a los avances de la Reforma y el papa deberá adaptarse a esa situación. Pero nos faltan elementos intelectuales y coactivos. El humanismo pagano del siglo pasado no ha sido suficientemente sustituido por un humanismo cristiano, y también ha sido nefasta la recuperación libre de los filósofos clásicos, Aristóteles, Platón, Sócrates, sin el filtro de la Iglesia. Para no hablar de los llamados humanistas de la corte de Lorenzo de Medicis, génesis de satanismo y oscuridades herméticas y mágicas, brujeriles.
– Se habla de Erasmo de Rotterdam como si fuera un santo renovador del catolicismo.
– Mis asesores me dicen que es sospechoso. Su "Elogio de la locura" retoma una libertad de espíritu que creíamos superada. Empezó bien, según creo, dedicándome "La educación del príncipe cristiano", pero ahora se ha distanciado. Tampoco quiere saber nada con nosotros. Está molesto por las campañas que han desarrollado contra él algunos de nuestros más eminentes teólogos, como Zúñiga y Sancho Carranza. Mi padre fue uno de sus primeros protectores y yo, personalmente, le he invitado para que venga a establecerse en nuestra corte y no me ha gustado su respuesta.
– ¿Qué ha dicho?
– Que en España hay demasiados judíos disfrazados de conversos y por eso hay tantos iluminados, tantas beatas, tanta persecución religiosa. No comprende que el núcleo del catolicismo debe ser especialmente vigilante de sí mismo. ¡Qué calor hace en tus tierras, Francisco! No sé cómo puedes soportarlo.
– Últimamente apenas he residido aquí. Me he convertido en un cortesano, al servicio de su señora madre doña Juana, en el castillo de la Mota, o de su majestad la reina.
– Tú conversaste varias veces con mi madre, la reina Juana, es cierto. Le gustaba mucho que cantaras esas bonitas canciones que compones, aunque se las cantaras en catalán.
– Me dispensaba una especial dedicación. Incluso recordaba a mi tío abuelo, César, prisionero en el castillo de la Mota, donde vivió la reina un tiempo. Me contaba una extraña historia de caballos y toros y veía a César como un centauro, unas veces rojo, otras veces negro, amenazador, que aún se aparecía en sus pesadillas. Mi tío abuelo César era un gran lidiador de toros.
– Has citado la soga en casa del ahorcado. El espíritu autonomista y centralizador del Vaticano creado por los Borja no había desaparecido hasta ahora. No hay mal que por bien no venga. El saco de Roma es escandaloso, cierto, pero tal vez Dios, en su Divina Providencia, lo haya permitido por necesario. El Imperio es el instrumento de la Providencia. Le he encargado al predicador Alonso de Santa Cruz que insista en estos argumentos.
– Mi padre pide disculpas por no poder asistir a la Santa Misa.
Sus achaques no se lo permiten.
Generosa disculpa del emperador en un amplio gesto. Las dos parejas y su séquito llegan a la capilla, toman posiciones ante el altar, en los reclinatorios preferentes Carlos Quinto e Isabel de Portugal y en los de inmediata jerarquía, Francesc de Borja y Leonor. Siguen devotamente la Santa Misa oficiada por un cardenal, auxiliado por dos obispos, a pesar de la poquedad de la capilla.
El cardenal oficiante alza los brazos y clama con una voz que sobrecoge especialmente a Francesc de Borja.
– "Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sábaoth, Pleni sunt Caeli et Terra gloria tua, Hosanna in excelsis, Benedictus qui venit in nomine Domini, Hosanna in excelsis."
No sale de su ensueño de santidad Francesc de Borja hasta el momento de la prédica, cuando toma enérgicamente posesión del púlpito Alonso de Santa Cruz. Carlos Quinto seguirá el sermón sobrecogido, tembloroso a veces, incluso sudando. Las dos mujeres dos cirios flamígeros y Francesc con una espiritualidad íntima, recogida, sin alzar los ojos hacia la voz tronante y la gesticulación terrorífica.
– ¡Humea Roma y queman sus pecados, incubados a veces en recintos que nacieron sagrados para la Gloria de Dios! El brazo del emperador no ha temblado a la hora de marcar el horizonte de una cristiandad asaltada por la herejía y minada por los falsos cristianos manipulados por el Anticristo.
Tanta es la fuerza del Anticristo que ha podido a veces encarnarse incluso en las más altas jerarquías de la Iglesia, sin que la energía espiritual del pueblo católico y sus soberanos haya sido suficiente para erradicar al maligno y arrancarle su lengua bífida coloreada de sangre y pus en el pudridero interior de la conciencia. El pueblo de Dios se ha visto traicionado hasta en la representación de las Sagradas Escrituras y las iglesias están llenas de pinturas paganas disfrazadas de pinturas religiosas. Yo insto a la sagacidad y al espíritu cristianísimo del emperador a que estimule una doctrina católica de las imágenes que pueda impedir en el futuro el paganismo de " La Santa Cena " de Leonardo o de "El Juicio Final" de Miguel Ángel. ¡Paganismo protegido por el papado! ¡El arte moderno ha de ser arte de la Iglesia porque ha de ser arte de Dios, pero desde la propia Roma se impulsó el libertinaje artístico de la paganía!
No hay canon, ni armonía fuera de Dios. ¡Roma es culpable y nunca más volverá a ser la capital del moderno paganismo! ¡El humanismo pagano es culpable! ¡Honor al soberano que ha cortado con su espada la lengua bífida manejada por el diablo y ha impuesto la Palabra verdadera del Dios Padre, del Dios Hijo, del Dios Espíritu Santo!
Trabajosamente salta del carruaje el algo gordo y muy armado Francesc de Borja, secundado por sus lugartenientes y por fray Alonso de Santa Cruz, y esa aceleración le hace toparse con un cuerpo de tropa que lleva maniatado a un enjuto hombre de ojos brillantes y andares de cojo, pero con el espinazo enhiesto para realzar una estatura escasa, disminuida por su
condición de preso. Interpreta como insolencia, Francesc, la mirada penetrante del cautivo, y se le enfrenta.
– ¿Desde qué osadía mira este forzado?
No contesta el preso, sino el jefe de la patrulla que lo conduce.
– No le haga caso, señor, que o está loco o lo estará, porque lo reclama la Santa Inquisición por alumbrado.
– ¿Cuál es su nombre?
– Dice llamarse Íñigo unas veces, otras Ignacio y de Loyola siempre.
Por fin habla el cautivo.
– Soy "l.home del sac"
– ¿Hablas catalán?
– Sólo sé que soy "l.home del sac".
Se aleja el preso rodeado por sus vigilantes sin que retire la mirada de Francesc de Borja y sin que el duque de Gandía pueda deshacerse de aquellos ojos.
– ¿Qué es exactamente un alumbrado, fray Alonso? Un hereje, supongo.
– Equivale a "iluminado". En su justa medida nada hay de herejía en ellos, sino de extremo celo en su fe. Otra cosa es el empeño de las autoridades eclesiásticas de perseguir con más saña a los alumbrados y a las beatas que a los herejes protestantes y a los marranos falsamente conversos.
Antes de meterse en palacio aún dispensa una mirada Borja para el prisionero ya lejano, cojo saltimbanqui, pero le reclaman los escalones que le llevan a la antecámara del emperador, a través de un recorrido lleno de crespones negros que le transmiten la gravedad del ambiente. En la sala mortuoria cuatro jóvenes nobles enlutados rodean el catafalco pintado de negro sobre el que descansa el ataúd abierto donde reposan los restos carnales de la emperatriz. Carlos Quinto, de rodillas y con los brazos en cruz, amarillea a la luz de las
velas y de su propio cansancio.
Contempla Borja la presencia bella pero inquietante del cadáver y trata de acercarse al emperador, pero su hieratismo impenetrable le disuade. Toma asiento en una silla y a su lado se sitúa fray Alonso, eterno rezador del rosario, pero sin dejar de observar de reojo a Francesc. Se da cuenta Borja de la observación y la afronta. Recibe la sonrisa cómplice del religioso y una suave mano frailuna se sitúa sobre su brazo.
– Gran obra es su señoría de su santa abuela María Enríquez y así de una raíz ponzoñosa pudo hacerse un árbol. El emperador está orgulloso de su trabajo. Así en las armas como en la corte.
– ¿A qué raíz ponzoñosa se refiere?
– A la que nos lleva a Alejandro Vi.
– ¿Ha sabido distinguir, padre, entre la realidad y la leyenda?
– ¿Leyenda?
– Han pasado muchos años desde la muerte de Alejandro, de César, de Lucrecia.
– Su espíritu pagano ha morado por las estancias del Vaticano hasta el saco de Roma. Aún quedan cardenales nombrados por Alejandro Vi y hay estudios suficientes para decidir que lo que fue pecado fue pecado.
– ¿Estudios?
– El "Diarium" del jefe de protocolo, Burcardo, donde ratifica como visto u oído buena parte de las hazañas culpables de los Borja. Pero podríamos pensar: el pobre Burcardo es un alma cándida y pacata, anclada en la oscuridad medieval, que no comprende las nuevas costumbres. También ha circulado mucho la carta anónima que recibe el exilado político Savelli, acogido en la corte de Maximiliano de Austria, en la que se le informa de todas las aberraciones de los Borja. ¿Falsedades de una víctima de los Borja? Posible. Pero ahí está Guicciardini, un pensador entero, concorde con los objetivos purificadores del catolicismo, tan diferente del libérrimo Maquiavelo. Los diversos escritos del polígrafo Guicciardini, especialmente su "Storia d.Italia", condenan al concupiscente Alejandro y a sus hijos, una condena documentada, corrigen las peligrosas apologías indirectas de los Borja de su nefasto maestro Nicolás Maquiavelo. Hay que comparar el cínico aserto sobre el poder del agnóstico Maquiavelo, con el que hicieran incluso erasmistas que bordeaban la herejía, como el propio Erasmo en su "Institutio Principis Christiani" o el español Juan de Valdés. La reflexión sobre el rey Polidoro de los diálogos de Valdés pone en cuestión todos los principios del maquiavelismo y del humanismo pagano: "Veamos, ¿tú no sabes que eres pastor y no señor y que has de dar cuenta de estas ovejas al señor del ganado, que es Dios?" ¿Ha leído a Valdés? No. No se le ha perdido nada. ¿Es preciso seguir? Retengo de memoria un juicio de Guicciardini sobre Alejandro Vi: "… su acceso al papado indigno y vergonzoso, pues compró con oro tan alto cargo y su gobierno estuvo de acuerdo con tan vil fundación." ¿Sigo? Guicciardini dice que pecó contra la carne…