Lámina 7. La letra S y la generación del movimiento
La letra S y la generación del movimiento
Recordemos las alegorías indas sobre la concentración de Brahma en el Divino Huevo y su expansión correspondiente, con arreglo a los grandes ciclos de periodicidad.
Este misterio de que todas las posibilidades de la vida se concentren en un germen y de ese germen se desarrolle a su tiempo una vida nueva, no es solamente una realidad tangible de la que la Naturaleza nos ofrece ejemplos a cada paso y en la que se involucra nuestra propia historia en cuanto organismos vivos; es además el proceso único por medio del cual y según la ley de analogía, se produce, evoluciona y acaba el Cosmos. Sin embargo no es de creer, como sostiene un moderno filósofo vedantino, que lo que vuelve al huevo es lo mismo que de él saliera. Tal concepto, negaría la necesidad y utilidad de la evolución.
Aquello que del huevo salió, mediante su desarrollo llega a una magnitud y complejidad tales que luego, el producir no uno sino innumerables gérmenes viene a ser una mera secreción que no priva a su ser ni a su organismo, de ninguna de las partes que lo constituyen.
Análogamente, el Brahma que brotó del Divino Huevo no es idéntico al que se encierra por fin en él, como no se achica el árbol, ni por mágica reversibilidad se deshace el curso del tiempo que ha vivido y de las transformaciones que lo han llevado a la plenitud de su desarrollo, para encerrarse todo él, al final de su existencia, en una única semilla.
¿Adónde va la evolución? ¿Cuál es su objeto? ¿En qué se diferencia la oleada de vida que inicia un día cósmico de la oleada que ya pasó por la manifestación cósmica?
Nadie se atrevería a contestar preguntas semejantes pero es de buen sentido suponer que si la existencia individual no es sino el escenario donde actúa el Ser que pasa, y ese ser obtiene de su paso por la existencia alguna transformación, algún progreso; así también la vida cósmica en su conjunto debe tener algún objeto que no sabemos concebir, pero que de ningún modo puede ser el de volver intacta a su origen.
Cabe suponer que en estas manifestaciones periódicas, su íntimo propulsor, su recóndita causa es cada vez un ser distinto, existiendo en el Todo las mismas leyes para los Dioses, como para los hombres y los infusorios.
El símbolo que explicamos significa que desde el Huevo Cósmico se inicia en la que podríamos llamar su fase intraovular esa conjugación de la energía y la sustancia que luego encontramos como principio de todas las cosas. Es igualmente aplicable al Microcosmos.
El cuaternario, en una posición inestable, indica la posibilidad del movimiento. El cuadrado con cuatro aberturas, emblema de los elementos, expresa la sustancia en sí, única en su forma indiferenciada, la cual por medio de sus aspectos diferenciados es penetrada por el fuego cósmico, energía o voluntad, que serpenteando, lo hace girar. Es en el cuaternario donde el movimiento se vuelve posible. El ternario en cambio permanece en la inmutabilidad. Así son representados en ese emblema lo inmutable, lo mutable y el principio y factor de todos los cambios, la energía viva que está entrelazada con los elementos. El cuaternario evoluciona porque la serpiente lo impulsa, y la serpiente entrelazada con el cuaternario lo pone en movimiento deseando desasirse de él para volver al círculo de Cronos, del cual fue arrancada por el Karma del mundo que la aprisionó.
El poder que se mueve serpenteando, y del cual nos hablan las escuelas de Yoga, no ha de considerarse únicamente como una facultad consecutiva a ciertos desarrollos del organismo humano; el fuego o electricidad cósmica es su análogo, y esotéricamente se le considera como el poder fecundante de la Naturaleza. Pero la letra S, símbolo del esoterismo, nos impone silencio.