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– No me lo agradezcas. No lo hago por buena gente sino porque quiero estar cerca del hombre que va a dar a luz a mi hijo.

– ¡Jesús mil veces! -exclamó Ex Azucena. No podía creer que dentro del cuerpo de esa ancianita estuviera el alma de Azucena.

– Sí, soy yo. Ya puedes quitar esa cara de pendejo. No me mataste, pero no se me olvida lo que intentaste, cabrón.

Justo cuando Ex Azucena iba a darle a Azucena una disculpa por haberla matado, escucharon unas carreras que los hicieron esconderse nuevamente en la penumbra. En silencio vieron cómo Rodrigo y Citlali se introducían en la vecindad. Citlali estaba aterrorizada. Por toda la ciudad habían pósters pegados con su auriografía. Estaba acusada junto con Rodrigo, o más bien con el cuerpo que Rodrigo ocupaba, de ser coautores intelectuales del atentado en contra del señor Bush. En cuanto Citlali descubrió a Azucena, a Teo y a Cuquita corrió a su encuentro, los abrazó llena de emoción y les pidió ayuda.

– 'Ora sí, ¿verdat ? ¿Pero qué tal cuando nosotras necesitábamos que usté fuera solitaria con nosotros? -le reclamó Cuquita.

Azucena impidió que se iniciara una serie de reclamaciones mutuas. Les dio la bienvenida a Rodrigo y a Citlali con enorme gusto y bendijo a los difamadores que los habían obligado a regresar con ellos.

* * *

La casa de Teo parecía una sucursal de la Villa. Se había convertido en el refugio obligado de todo el mundo. Azucena, Rodrigo, Cuquita y el compadre Julito ni de chiste podían regresar a su edificio, la casa de Citlali había sido allanada, la de Ex Azucena, aparte de que estaba vigilada, había quedado muy dañada por el temblor; por lo tanto, a nadie le quedaba otra alternativa que aceptar el amable ofrecimiento de Teo. Vivía en un pequeño departamento de Tlatelolco. Tlatelolco había sido su «lugar» en varias reencarnaciones, así que vivía ahí mejor que en cualquier parte.

En ese momento se encontraban todos sentados frente al televisor presenciando el debate entre los dos candidatos a la Presidencia Mundial del Planeta. Teo, al igual que Cuquita, sólo tenía una televisión de tercera dimensión, pero nadie protestó. Lo único que les interesaba era ver el momento en que Isabel iba a quedar en ridículo. Azucena se sentía muy desesperada de no poder ver. Como Teo estaba preparando la cena para todos, Cuquita era la encargada de narrarle al oído lo que estaba pasando, lo cual era una verdadera desgracia para Azucena. Cuquita no podía mascar chicle y caminar al mismo tiempo. Nunca había podido ejecutar dos acciones simultáneas: o veía el televisor o narraba lo que pasaba. Se dejaba atrapar por los sucesos interesantes y congelaba la lengua para poder concentrarse en las imágenes. Azucena tenía que estarla interrogando segundo a segundo. Lo peor era que no tenía una mejor alternativa. Rodrigo y Citlali aprovechaban la menor oportunidad para estarse besuqueando y no tenían tiempo para nadie aparte de ellos. Ex Azucena era un desastre: narraba más de lo que veía y no había manera de pararle la boca en cuanto empezaba a hablar. El compadre Julito ya estaba medio tomado y decía puras sandeces, así que su única opción era Cuquita, y eso era desesperante. No sólo porque de repente se callaba, sino porque se dormía en las partes aburridas y Azucena entonces ya no sabía si lo que pasaba era demasiado interesante o demasiado ahuevante. En ese momento era realmente ahuevante. Las últimas diez vidas del candidato europeo habían sido de lo más aburridas que alguien se puede imaginar. Cuquita se había quedado tan dormida que ni siquiera roncaba. El silencio no le gustaba para nada a Azucena, la dejaba en la total oscuridad. Ella necesitaba una voz para poder permanecer amarrada al presente, de lo contrario su sentido del oído quedaba a expensas de las melodías que los candidatos a la Presidencia estaban escuchando y se ponía a divagar. Se perdía en la negrura a que estaba condenada y viajaba a sus vidas pasadas. Eso no tenía nada de malo, pero no era lo deseable. Ella quería ser la primera en saber si la computadora de Isabel la cagaba o no. Cuando le tocó el turno a Isabel, el silencio creció en la sala. Todo mundo tenía los dedos cruzados pidiendo que se le descompusiera el aparato. Las primeras tres vidas transcurrieron sin problema. El lío comenzó cuando llegaron a su vida como la Madre Teresa. Al principio todo iba muy bien. Las imágenes de su vida como «santa» empezaron a aparecer en la pantalla con gran nitidez. Se le vio cargando a un niño desnutrido en Etiopía, repartiendo comida entre leprosos, pero de pronto, ¡la microcomputadora por fin falló!

PRESENTACION 5:

Tre Sbirri, Una Carrozza

Tosca – Puccini

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