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La única manera de solucionar estos problemas es convirtiendo el Ego negativo en positivo a través del conocimiento. Cuando uno realmente se conoce en profundidad aprende a amarse y se valora entonces por lo que es y no por la persona que lo acompaña. Este amor por nosotros cambiará la polaridad negativa de nuestra aura por positiva y, gracias a la Ley de la Correspondencia, atraeremos a la persona indicada a nuestra vida. Nos dejaremos de sentir infelices si alguien nos rechaza porque comprenderemos que las atracciones y los rechazos tienen que ver con la Ley del Karma y no con nuestro valor como seres humanos. El Ego sufre si alguien nos rechaza, pero si uno lo supera por medio del conocimiento se dará cuenta de que ese rechazo fue ocasionado por nosotros mismos al romper la Ley del Amor, y que la única manera de restablecer el equilibrio es por medio del Amor.

¿Ven? Me lo sé de memoria. ¡Pero eso no quita que estoy que me lleva la chingada!

¡En la madre! Ahí viene mi Arcángel de la Guarda. ¡Lo único que me faltaba! Siempre se aparece cuando nuestra línea de comunicación está obstruida y cuando verdaderamente la estoy cagando. Pero ¿qué es lo que estoy haciendo mal? La que se está orinando fuera de la bacinica es Azucena, no yo. ¿O sí? A lo mejor como lo que es arriba es abajo ya me contagié de su necedad y estoy esperando que ella cambie para que todo se arregle, cuando el que tendría que cambiar soy yo. ¡Ay güey! ¿Y ahora?

Tres

Los rezos de los miles de personas que viajaban en el interior de la enorme nave espacial infundían esperanza al corazón de Azucena. Tanta fe concentrada en un espacio tan pequeño era altamente contagiosa. El calor de las veladoras y el olor del copal generaban una sensación de tibieza, de inocencia, de pureza. Azucena se sentía más joven que nunca. Sus mejillas habían adquirido un color rosado. Sus dolores habían desaparecido. Se había olvidado por completo de su ceguera, de sus manos artríticas, de su ciática. La relación con Teo la hacía sentirse completamente segura, amada y deseada. Sabía que a él no le importaba que tuviera la piel arrugada, la cabeza llena de canas y dentadura postiza. Igual la quería. Ni duda cabe que eso del enamoramiento le viene bien a cualquiera. La vida cambia por completo. Azucena, acurrucada en los brazos de Teo, se sentía la mujer más juvenil y bella del mundo. Se preguntaba si eso pasaba sólo en su caso o era común que les pasara a las personas de edad avanzada. ¿Qué significaba tener un cuerpo viejo? Nada. El interior es el mismo. Los deseos son los mismos.

Al momento de pensar en sus deseos, Azucena de pronto recordó a Rodrigo. ¡Se había olvidado por completo de él! Lo cual era lógico. Entre beso y beso, no resultaba fácil acordarse de nada. Además, Teo se había encargado de convencerla de que Rodrigo la amaba más que a nadie en el mundo, su único problema era que no se acordaba. Azucena, como cualquier otra mujer, al aceptar que su amado sólo la quería a ella podía permitir la infidelidad. Entendía bien que si Rodrigo se sentía atraído por Citlali era debido a una pasión pasajera de otras vidas, pero que en cuanto recuperara el conocimiento volvería a ella para siempre. Mientras tanto ella se la estaba pasando de maravilla con Teo y no se sentía culpable. Teo tenía una idea muy interesante sobre la fidelidad que ella había terminado por compartir. Decía que una pareja es buena para alguien en la medida en que le mantiene el corazón inflamado de amor. Pero el día en que esa relación propicia odios, resentimientos y todo tipo de actitudes negativas, en lugar de servir, retrasa la evolución de un ser humano. Su alma se llena de oscuridad y ya no ve el camino que finalmente lo va a conducir a su alma gemela, a la recuperación del Paraíso.

A Azucena definitivamente le convenía que Citlali y Rodrigo se enamoraran, porque a través de la infidelidad Rodrigo iba a regresar a ella. Últimamente uno se pasa catorce mil vidas siendo infiel a su pareja original pero, paradójicamente, la infidelidad es la única manera de regresar a ella. Claro que no se trata de ser infiel nada más porque sí. El amor que hace evolucionar es aquel que es producto de una entrega total entre dos personas. El que surge dentro de un círculo cerrado que contiene en su interior lo masculino y lo femenino, el Yin y el Yang, los dos elementos indispensables para que surja la vida, el placer, el equilibrio. Cuando uno está con una pareja debe estar solamente con esa pareja, y mientras más enamorado y entregado estén uno del otro, más energía circulará entre ambos y más rápido evolucionarán. Pero si alguno de sus integrantes decide romper su círculo de energía para enlazarse con el de una nueva pareja, forzosamente dejará escapar gran parte de la energía que había logrado generar con su entrega amorosa, y en estos casos la infidelidad se convierte en perjudicial. Pero, ojo, esto no quiere decir que si uno ya tiene una pareja establecida deba serle fiel por toda la vida. No, deberá permanecer a su lado únicamente mientras la energía amorosa circule entre ambos. Cuando el amor se termine deberá buscar un nuevo compañero. En síntesis, la solución es la infidelidad, pero una infidelidad comprometida. El objetivo es mantenerse siempre lleno de energía amorosa tal y como Teo y Azucena se encontraban.

Teo, después de haber consolado a Azucena toda la noche, estaba muerto de cansancio y se había quedado dormido. Azucena, por el contrario, se encontraba llena de energía. Se levantó de un salto y se fue a buscar al compadre Julito. Juntos estaban desarrollando un plan para quitar a Isabel del poder. Azucena pensaba que nunca podría colocar la cúspide de la Pirámide del Amor en su lugar mientras Isabel estuviera de por medio. ¿Por qué? Simplemente porque Isabel era una verdadera hija de la chingada y sólo haciéndola a un lado podría actuar con libertad.

Encontró al compadre Julito en un rincón de la nave empinando una botella de tequila. Azucena se sentó a su lado. La ubicación del compadre era perfecta: era la más alejada de donde se encontraba toda la gente. Cuanto más lejos estuvieran de todos los demás, tanto mejor. Así podrían elaborar su plan sin que nadie los escuchara. Bueno, no sólo por eso. La verdad es que Azucena nunca se había sentido a gusto entre las multitudes. Prefería los espacios íntimos.

Todo lo contrario de Cuquita, que se manejaba como pez en el agua entre la gente. Mientras más gente la rodeara más a gusto se sentía. Azucena estaba convencida de que era porque la gran masa de no evolucionados era igual en todos los planetas. No importaba qué tan diferentes fueran en su aspecto físico, se comportaban de manera idéntica en todos lados. Hablaban el mismo idioma, pues. Azucena se admiraba de la absoluta familiaridad con que Cuquita se relacionaba con todo el mundo. En el poco tiempo que llevaban viajando en la nave peregrina, ya todos sabían su vida entera. Era sorprendente la forma en que había superado la muerte de su abuelita. Azucena pensó que tal vez influía el hecho de que no había dejado de verla. No había tenido tiempo de sentir su ausencia porque realmente no había habido tal. De alguna manera, seguía viva. Con el alma de Azucena, pero viva al fin. Fuera por la causa que fuera, era bueno que después de todo lo que había pasado Cuquita aún conservara el sentido del humor. Iba y venía de grupo en grupo, interviniendo en todas las conversaciones. Uno de los grupos discutía sobre si alguien había disparado antes o después que el otro hubiera metido la cabeza. Cuquita pensó que estaban hablando de la muerte del señor Bush y corrió a enterarse del chisme, pero con desencanto descubrió que discutían de la final del campeonato interplanetario de fútbol entre la Tierra y Júpiter, donde la Tierra había quedado como perdedora. Cuquita opinó que el culpable del fracaso era el entrenador por no haber metido a jugar a Hugo Sánchez. Que deberían haberle hecho caso a su esposa, que nunca había dejado de gritar desde la tribuna: «¡Que lo metan, que lo metan!» En ésas estaba cuando alguien le preguntó si sabía algo de los asesinos del señor Bush, y Cuquita se puso un poco nerviosa. Pero para no despertar sospechas respiró hondo y se dispuso a dar la respuesta. Como era su costumbre, echó su discurso con toda propiedad. En voz alta les dijo a todos que no se dejaran impresionar por las noticias, pues las personas a las que habían acusado no eran más que «chivos expiratorios » del sistema. Todo el mundo quedó muy tranquilo con la explicación y nadie pareció darse cuenta de que Cuquita había utilizado una palabra por otra, o si lo notaron no les había importado un comino.

Azucena pensó: «No cabe duda. Dios los hace y ellos se juntan.»

Viendo lo bien informada que estaba Cuquita, le preguntaron su opinión sobre el rumbo que estaban tomando los acontecimientos en México. Era preocupante que la violencia se hubiera desatado de esa manera. Cuquita coincidió con ellos y dijo que ojalá pronto se descubriera qué mente maquilabélica estaba planeando todos los horribles asesinatos.

– ¿Asesinatos? Creíamos que sólo había sido el del señor Bush. ¿Qué, han habido más?

Azucena se inquietó mucho. Tenía que silenciar a Cu-quita o de otra manera iba a terminar soltando toda la información y metiéndolos en un problema del que nunca podrían salir. Así que le pidió al compadre Julito que la condujera hasta donde se encontraba Cuquita para jalarla de los pelos, pero al llegar descubrió que no era necesario, porque Cuquita, hábilmente, ya había cambiado de tema y estaba entreteniendo a sus oyentes con toda una teoría sobre por qué el Popocatepetl había «gomitado». Les dijo que, por si no sabían, el volcán captaba la energía y los pensamientos de los habitantes de la Tierra, y que últimamente se había estado nutriendo de puros sobresaltos y colerones, motivo por el cual se había indigestado y había echado una serie de «eruptos» de azufre acompañados del consabido temblor de tierra. Todos se maravillaron con la explicación y se angustiaron más que nunca de que las cosas en México empeoraran. A nadie le convenía que siguieran así. Si el Popocatepetl se activaba se podría desatar una reacción en cadena entre todos los volcanes que estaban conectados internamente con él y provocar una catástrofe mundial que no sólo afectaría a los habitantes de la Tierra, sino a todos los del Sistema Solar.

* * *

Tal vez si Rodrigo no se hubiera ido con Citlali, Azucena estaría menos sensible al dolor que le causaban las piedrecitas que se le enterraban en las rodillas. Llevaba un buen rato hincada, avanzando de rodillas entre los miles de peregrinos que trataban de entrar en la Basílica de Guadalupe. Seguía aparentando ser una más del grupo. Habían decidido esperar hasta después de la misa para separarse de los creyentes. No querían despertar sospechas. Los únicos que habían tomado el riesgo de irse fueron Rodrigo y Citlali. Citlali porque tenía urgencia de regresar a su casa, y Rodrigo por seguirla. Por otro lado, Citlali no encontraba justificación alguna para permanecer al lado de un grupo tan riesgoso, ya que ni Rodrigo en el cuerpo del ex marido de Cuquita, ni ella eran buscados por la policía. Se fueron en cuanto la nave aterrizó. Azucena se había despedido de ellos brevemente, aparentando indiferencia, pero Teo sabía a la perfección que por dentro estaba deshecha. Solidario como siempre, no se había separado de su lado proporcionándole un gran soporte físico y espiritual. De no ser por él, quién sabe cómo se habría sobrepuesto Azucena a la pérdida. Podía soportar muy bien la infidelidad de Rodrigo mientras lo tuviera a la vista. Pero no toleraba el saberlo lejano.


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