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La que no le hacía mucho caso que digamos era la computadora. A Isabel ya hasta le había salido un callo en el dedo, pues estaba tratando de romper su récord de velocidad para ingresar en el libro de Guinness, y la pinche computadora que no la ayudaba. Era una pachorruda de primera. No podía seguirle el ritmo. Isabel estaba furiosa. Elevaba varios juegos tratando de ganar y no había podido. En el corazón sentía una gran angustia e inconformidad. Si no ganaba le iba a dar un infarto. ¡Si al menos tuviera un tres rojo de corazones! Podría subir el cuatro y descubrir la columna cerrada.

En ese preciso momento Ex Azucena cayó al piso en medio de un escándalo tremendo. Isabel brincó en su silla y se tiró al piso. Temblaba de miedo. Creyó que alguien había abierto la puerta de una patada con la intención de asesinarla. Al no escuchar ninguna detonación, levantó la cabeza, y se dio cuenta de lo que había pasado. Agapito estaba al lado de Ex Azucena tratando de reanimarla. Isabel, furiosa, se levantó y se sacudió la ropa.

– ¿Qué le pasa a este pendejo? Es la segunda vez que se desmaya el día de hoy. -Le preguntó a Agapito.

– No sé, jefa.

– Pues sácalo de aquí. Elévalo a que lo vea el doctor y regresas de inmediato a cuidarme… ¡Ah!, y por ahí checa que el impostor siga dormido.

Agapito tomó entre sus brazos a Ex Azucena y la sacó de la sala de juntas.

Isabel se quedó mentando madres. Había estado a punto de romper su récord de velocidad y la interrupción de su guarura había jodido todo. Ahora, aunque terminara el juego que había dejado a medias, ya no iba a poder entrar en el libro de Guinness. Últimamente todo se le echaba a perder. Todo se le descomponía. Todo olía a podrido. Todo, todo… hasta ella misma. ¿Ella? Y sí, ahí fue cuando se dio cuenta de que con el susto se la había escapado un pedo. Uno de los más olorosos que se había echado en su vida. La culpa la tenía la colitis ulcerativa. Y la culpa de la colitis la tenía Azucena. Y la culpa de Azucena… no importaba. Lo urgente era deshacerse del olor nauseabundo o Agapito al regresar se iba a encontrar a otra desmayada. Sacó de su bolsa un spray aromatizante que siempre llevaba consigo para casos de emergencia como ése, y empezó a rociar con él toda la sala.

En ésas estaba cuando Agapito regresó con cara de compungido. Al entrar se le arrugó más el ceño, pues el olor a pedo aromatizo era insoportable. Como buen guarura que era, hizo un esfuerzo sobrehumano y puso cara de «yo no huelo nada». Isabel se lo agradeció y de inmediato inició su interrogatorio.

– ¿Qué pasó? ¿Qué tenía?

– Éste… traía una microcomputadora instalada en la cabeza.

– Ya lo decía yo. Esa Azucena es de temer. ¿Qué planearía hacer con esa microcomputadora? De seguro un negocio sucio. Bueno, pero ahora ¿qué va a hacer el doctor?, ¿se la va a sacar?

– No, no puede.

– ¿Por qué?

– Pues porque… le podría afectar… porque… está embarazado.

– ¿Que qué? Pinche puto, ahora resulta que también me salió puta. Tráemelo, quiero hablar con él.

– Está aquí afuera, jefa.

– Pues qué espera para entrar. Ábrele la puerta.

Agapito abrió la puerta y Ex Azucena entró con el rabo entre las piernas. Ya sabía lo que se le esperaba. Había escuchado perfectamente los gritos de Isabel. Cuando ella estaba enojada no había puerta capaz de aislar su voz. Era una verdadera guacalona.

– ¿Qué pasó, Rosalío? ¿Cómo está eso de que estás embarazado?

– Pues no sé, jefa.

– ¡Cómo que no sé! ¡Cómo que no sé! No creo que seas tan pendejo como para no saber que si te ponías a coger como loca podías quedar embarazado. ¿Que no podías haberte esperado unos meses a que terminara mi campaña? ¡Carajo!

– Le juro que yo ni tiempo he tenido para esas cosas, el único que…

Ex Azucena hizo una pausa y miró con miedo a Agapito. Le daba pena confesar que su compadre Agapito era el único que le había metido mano en la nave. Agapito, hábilmente, lo interrumpió antes de que lo hiciera.

– Bueno, doña Isabel, permítame que me meta en lo que no me importa, pero creo que el embarazo no interfiere para nada, pues tenemos nueve meses antes de que nazca el niño.

– Sí, claro que sí. Pero ¿cuánto dura mi campaña?

– Seis meses.

– Mjum, ¿y de qué crees que me va a servir este pinche puto con una panza de seis meses? ¿Qué guarura lo va a respetar y a temer si desde ahorita ya anda con desmayos y vomitadas?

Ex Azucena se sintió muy lastimado por las palabras y el tono de voz que Isabel estaba utilizando para regañarlo. Después de todo no eran modos de tratar a una embarazada. Sin poder contenerse más, empezó a llorar.

– ¡Nomás esto me faltaba! ¡Que te pusieras a chillar! ¡Lárgate de aquí! Quedas despedido desde este momento y no te quiero volver a ver cerca de mí, ¿entendiste?

Ex Azucena asintió con la cabeza y salió de la sala de juntas.

En la puerta se topó con uno de los analistas mentales que viajaban en la nave. El analista se le quedó viendo con ojos de lástima. No se quería ni imaginar siquiera cuál iba a ser el destino de ese guarura al momento en que Isabel viera las fotomentales que le acababan de tomar. Ex Azucena, durante el tiempo que duró su regaño, había estado deseando que Isabel se convirtiera en una rata leprosa. Las fotografías mostraban en detalle la cara de Isabel dentro del cuerpo de una rata hinchada y agusanada que tomaba agua de un excusado. Otra de las imágenes la mostraba caminando entre la basura cuando de improviso le caía encima una nave espacial y la reventaba en mil pedazos dejando escapar un gas nauseabundo. El analista quedó atónito al entrar en la sala de juntas, pues creyó que el guarura tenía poderes sobrenaturales y que con la misma fuerza con que proyectaba sus imágenes en la pantalla podía reproducir los mismos fenómenos físicos que su mente elaboraba. La sala realmente olía a rata muerta.

Tres

Qué pena me da no poder tranquilizar la mente de Isabel. Necesita urgentemente descanso. Ha trabajado como loca las últimas horas. No ha dejado de lanzar pensamientos negativos sin ton ni son. Ha estado tan ocupada sospechando, intrigando y planeando venganzas que por primera vez ha quedado incapacitada para seguir mis consejos. Tanto pensamiento le tiene obnubilada la mente. Ya me vino a regañar Nergal, el jefe de la policía secreta del Infierno. Tengo que silenciar y tranquilizar a Isabel a como dé lugar. Sus acciones alocadas pueden echar todo a perder. Le sugerí que tomara un baño de tina para que se relajara, pero no puede. Lleva rato sentada, desnuda, sobre la tapa del w.c., sin atreverse a entrar en el agua. Sin ropa siempre se ha sentido insegura. Su afición por el cine le ha acentuado este temor, pues ha visto que en las películas siempre que el protagonista se mete en la regadera le sobreviene una calamidad, así que ahora, que realmente tiene motivos para recibir un atentado, ni de chiste quiere meterse en la ducha. ¡Y le haría tanto bien! Digo, para relajarse. Yo la necesito muy tranquila.

Antes de la destrucción hay un período de calma en que se aclara la mente y se toman las decisiones exactas. Si ella no deja a un lado su actividad, no va a permitir que llegue la paz y no vamos a poder entrar en acción. ¡Y con la cantidad de cosas que hay que violentar y destruir! Es increíble que Isabel haya olvidado que su misión en la Tierra es propiciar el caos como parte del orden en el Universo. El Universo no puede permitir que el orden se instale en forma definitiva. Hacerlo significaría su muerte. La vida surgió como una necesidad de equilibrar el caos. Si el caos termina, la vida también.

Si el alma de todos los seres humanos estuviera llena de Amor y todos se encontraran ocupando el lugar que les corresponde, sería el fin del Universo.

Por eso es necesario crear todo tipo de guerras y conflictos sociales que distraigan al hombre de su búsqueda del orden, de la paz y de la armonía. Por eso es necesario llenarles el corazón de odio, confundirlos, atormentarlos, explotarlos, mantenerlos continuamente ocupados. Por eso hay que instalarlos dentro de una estructura de poder piramidal, de modo que no puedan pensar por sí mismos y siempre tengan una orden que ejecutar, un superior arriba de ellos diciéndoles lo que tienen que hacer.

Porque el día en que las células de su cuerpo se liberaran de la energía negativa entrarían en sintonía con la positiva y estarían en condiciones de recibir la Luz Divina, lo cual sería desastroso. De ninguna manera lo puedo permitir. Y es por su propio bien. El alma humana es impura. No está capacitada para recibir el reflejo luminoso de Dios. Si lo hiciera en el estado en que se encuentra, quedaría ciega. Y nadie desea eso, ¿verdad? Entonces estarán de acuerdo conmigo en que hay que evitarlo. La mejor forma de conseguirlo es poniendo la cortina de humo negro del ego frente a sus ojos para que el hombre no vea más allá de sí mismo y no pueda percibir otro reflejo que el de su propio ego proyectado en la niña de sus ojos. Y si acaso llega a adivinar una luz externa, la verá como un simple reflector que fue puesto para darle más brillo y presencia a su persona, nunca como la Luz Verdadera. Así es prácticamente imposible que el hombre recuerde de dónde viene y qué tiene que hacer en la Tierra. En ese estado de oscuridad será muy fácil alinearlo dentro de una estructura de poder terrenal. Dejará su voluntad al servicio de su superior y no opondrá la menor resistencia para ejecutar las órdenes que éste le dé.

Las órdenes se transmiten verticalmente. ¿Y quién está hasta arriba de la pirámide? Los gobernantes. ¿Y a ellos quién les dice lo que tienen que hacer? Nosotros los Demonios. ¿Y a nosotros quién nos da la línea? El Príncipe de las Tinieblas, el encargado de que el odio permanezca en el Universo. Sin odio no habría deseo de destrucción. Y sin destrucción -lo repetiré una y mil veces, hasta que se lo aprendan- ¡no hay vida! La destrucción forma parte de un plan realmente perfecto de funcionamiento del Universo. El mismo que Isabel está a punto de echar a perder.

Nunca me lo esperé. En varias vidas ha sido elegida para ocupar el puesto más alto dentro de la pirámide de poder y nunca nos había fallado. Se hace respetar y obedecer a la fuerza. Con lujo de crueldad impone sus reglas. Se sabe mantener en el trono a base de intrigas. Sabe mentir, traicionar, torturar, transar, traficar, transgredir. Sus virtudes son innumerables, pero la más importante tal vez sea que sabe mantener a la gente ocupada física e intelectualmente, sin tiempo para entrar en armonía con su ser superior y recordar su verdadera misión en la Tierra. ¡Y ahora resulta que se nos ha enamorado! Y en el peor momento, cuando tenemos que dar la batalla final y las acciones de Azucena nos tienen todo el tiempo con el Jesús en la boca. Realmente estoy preocupado.


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