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GUACAMAYO. ¡Haz caso porque te vas a volver local ¡Pon esos espejos que te servirán de mucho bajo la neblina de amanecer que hay en tus pulmones!

RALABAL. (Invisible.) ¡Yo, Ralabal, manejador de vientos, me boto hacia la costa sin mover las nubes que amanecen amontonadas sobre los lagos! Yo, Ralabal, yo, yooo… yoooo… la tierra se volvería loca si no pudiera cubrir los espejos de sus manos con los plumones de su aliento!

YAÍ. ¿Qué soy sino la mueca de la que ríe, de la que llora, de la que piensa? ¡Ya no seré más que mis muecas! ¡Muecas en el espejo de mis manos! ¡Muecas de una mujer que fue dichosa antes de aprender las muecas de engañarse y engañar! ¡Tu hilera de colores perforó mis orejas para engusanarme por dentro igual que el moco de donde salen mariposas!

GUACAMAYO. ¡Una noche no dura más que una noche, debes cubrir los espejos de tus manos con la piel de tu aliento y saber, antes que pase más tiempo, lo que tienes que hacer para salvarte; pero si no oyes explicación, si estás en esa locura…

YAÍ. ¡Háblame en jerigonza de ausencia, ya sólo soy un espejismo!

HUVARAVIX. (Invisible.) ¡Yo, Huvaravix, Maestro de los Cantos de Vigilia, aligero mi paso para no mover las nubes de póm que amanecen amontonadas sobre las lágrimas en la casa de la piedra! ¡Las tribus se volverían locas si no pudieran cubrir los espejos de su llanto en lagos con el humo del brasero de póm!

YAÍ. ¡Háblame en jerigonza de Saliva, el llanto de las tribus espejea en mis manos!

GUACAMAYO. ¡Tierra de espejos, sopla tus lagos para empañarlos de neblina!

YAÍ. Soplo así como lamiéndolas… (Al instante de soplar sus manos quedan como paralizadas.) …¡Ha sido mi aliento!… Oh, prodigio… el prodigio de mi aliento… se me han borrado los malditos espejos… una nube convertida en tela de cebolla…

GUACAMAYO. ¡La finísima piel del engaño ha salido de tu boca de mujer!

YAÍ. Después de todo, eres bueno…

GUACAMAYO. Y ahora que acultas bajo tu aliento de mujer, mi saliva y mi palabra…

YAÍ. Ya puedes irte…

GUACAMAYO. No, Flor Amarilla, sin decirte antes lo que tienes que hacer para salvar al mundo de esta ficticia cadena de días noches que a nada conduce…

YAÍ. ¿Tú crees?

GUACAMAYO. ¡A nada conducen los días y las noches, los días y las noches, los días y las noches! Tropelía de dioses indigestos de sangre hedionda de pájaros, dioses sin habla que se cortan las uñas para botar a los brujos medias lunas con filo, instrumentos de arañar, de tatuar, para envolver a los hombres en raíces inarrancables, viejas heridas cicatrizadas…

YAÍ. Y ahora recuerdo que lo oí pasar por mi suelo. Decía: «… yo te conocí, cuando no eras mujer, en el Lugar de la Abundancia, cuando eras agua y contigo mitigué mi sed, cuando eras sombra de pinal y yo el dormido, cuando eras barro de comal para cocer tortillas titilantes…»

GUACAMAYO. (Estornuda.) ¡Moquillo de tiniebla!

YAÍ. Y ahora recuerdo que lo oí pasar por mi sueño. «… Mi madre era ciega, decía, pero ella te veía pasar por mi júbilo y yo te vela pasar por los ojos de ella que no te veía…»

GUACAMAYO. Recuerdas al Guerrero Amarillo…

YAÍ. A Cuculcán, seré su esposa hasta la aurora…

GUACAMAYO. No. (Estornuda otra vez.) Se interpone el Guerrero Amarillo, el que te ama más allá de esta cadena de días y de, noches, que a nada conducen, el que te adora sin saber cómo eres, porque te conoció cuando eras flor en el Lugar de la Abundancia.

YAÍ. Las mujeres somos de día flores y elle noche mujeres, por eso el Guerrero Amarillo me debe haber visto como una flor amarilla

GUACAMAYO. Y todo lo que está pasando…

YAÍ. ¡Hasta tu moquillo!

GUACAMAYO. ¡Mi moquillo, todo es bastimento del destino, para que esta noche escalpes a Cuculcán y sigas al Guerrero Amarillo que te lleva en el corazón! El te vio pasar cuando su madre que era ciega te vio pasar par su júbilo. ¿Por quién sino por ti se llama él mismo el Guerrero Amarillo?

YAÍ. ¿Es fuerte?

GUACAMAYO. Una vez puso su espalda en el río para que cien mujeres en cien días distintos lavaran su ropa, y no tembló un solo día, salvo, el día en que llegaste tú a lavar tu huipil de flores de trueno.

YAÍ. Habría jurado, y ahora me explico, que ese día sentí que las piernas se me iban en el río alargando en carne de burbujas, y que de la cintura para abajo me habían acariciado dos manos grandes de piedra, agua, aire y hierbas de quemado perfume.

GUACAMAYO, ¡El Guerrero Amarillo te lleva en el tarazón!

YAÍ. Tuve que dejar el trapo que lavaba, no recuerdo bien si era el huipil de flores de trueno, y sentarme a la orilla del río temblando de una angustia placentera que nunca sentí antes en los senos duros, en las piernas flojas, en los cabellos sudorosos, en los labios… ¿Quién sabe cuál es el verdadero amor?…

GUACAMAYO, ¡Acucuác, el tiempo acorta!

YAÍ. ¿El Guerrero Amarillo me lleva en el corazón?

GUACAMAYO. Si, Flor Amarilla, el Guerrero Amarillo te lleva en el corazón.

YAÍ. Ahora dime lo que tengo que hacer. ¿Cómo dices que se llama?

GUACAMAYO. Chinchibirín…

YAÍ. Bajo la piel de mi aliento, se disimula en las palmas de mis manes, el espejo de tu voz.

GUACAMAYO. Y así debes mantener mis espejos, bajo la piel caliente y perfumada de tu aliento de mujer…

YAÍ. La piel del engaño, acucuác…

GUACAMAYO. Eres mujer, palabra envuelta en palabras, engaño envuelto en engaño y como mujer quieres salvar tu ilusión.

YAÍ. Piensa tú por mí que yo ya no pienso más que en lo que debo hacer con el Poderoso del Cielo y de la Tierra, cuyo amor sólo dura una noche, el que se hará el dormido cuando vengan a arrancarme de su lecho, para ser arrojada al Baúl de los Gigantes.

GUACAMAYO. Conseguí comunicarte mi odio pata ese Gran Señor, tirano y egoísta, dueño del Palacio de los Tres Colores, en el que pasamos de la mañana a la tarde, de la tarde a la noche, de la noche a la mañana, por pasar el tiempo.

YAÍ. ¡Dime ya lo que debo hacer! El Guerrero Amarillo me lleva en el corazón.

GUACAMAYO. Al venir Cuculcán, que ya no tarda, a oler a Flor Amarilla graciosamente inclinada para que la huela bien, el olor de la mujer emborracha al hombre, tomarla por el tallo para llevarla al lecho nupcial y decirle palabra de amor, Flor Amarilla frotará sus manos acariciantes en los cabellos del Poderoso Cuculcán, hasta que le brille la cabeza como un espejo.

Se oye lejana melodía de flautas de caña y ocarinas. Yaí y el Guacamayo empiezan a retirarse La música se acerca, cortada por gritos de fiesta.

YAÍ. Debo embadurnarle tu saliva de espejo en los cabellos.

GUACAMAYO. (Ya saliendo.) Y al mismo tiempo irle diciendo estas palabras de encantamiento…

Salen Yaí y el Guacamayo. Cuculcán aparece desvistiéndose. Deja caer la máscara, el carcaj, las calzas y los atavíos rojos. Se repiten escenas rituales de la primera cortina negra: mujeres que le visten y atavían y las ancianas que le ofrecen bebidas, hacen las quemas del póm, y las que traen danzando los barandales floridos. Después de estas ceremonias, al quedar solo Cuculcán, entra Yaí y se arrodilla.

YAÍ. ¡Señor, mi Señor, mi Gran Señor! (Cuculcán se acerca, la levanta, la aproxima a su pecho, y la huele.) …¡Siento la aguja de dos ojos en mi pelo, parece buscar con su tripa quisquillosa mis pensamientos!

CUCULCÁN. ¡Hueles a los encajes que el agua de la dicha riega en las orillas de mis dientes! ¡De la punta de mis pies a mi cabeza tengo una escalera de latidos para que subas conmigo a las ramas en que se reparten los frutos, las flores, las semillas, las cinco semillas de los cinco sentidos!

YAÍ. ¡Tu palabra y tus dientes de pedernal son de anciano! ¡Ay de la mujer que al que quiere no lo encuentre mil años anterior a ella, como un roble hermoso! ¡No nacían mis antepasados y ya. tú dabas sombra! ¡Debes quererme como el agua quedamente, profundamente, claramente, en doble concepto de sentirme fuera y dentro de ti!

CUCULCÁN. ¡Eres mía en persona y en imagen!

YAÍ. (Al tomarla de la cintura y llevarla hacia el lecho.) ¡Señor que pasas de la mañana a la tarde, de la tarde a la noche, de la noche a la mañana!

CUCULCÁN. ¡Eres mía en persona y en imagen y yo soy tuyo en imagen y en persona!

YAÍ La imagen de mi Señor con mi persona, eso me entristece, el verdadero amor no es así (se sientan al borde del lecho), y de sólo pensar que estoy con la imagen de mi Señor y no con su persona, sudo espinas.

CUCULCÁN Pero Sudor de Espinas Amarillas, no sabe que su luz me llega de tan suave lejos, que me recuerda el comal del cielo que se quebró en pedazos.

YAÍ. Mi Señor está contento entonces de mi suave lejos de punta de espina, y cuando vuelva la Luna…

CUCULCÁN. Sus pedazos cayeron en el corazón orgulloso de un Guerrero.

YAÍ. ¿Aparecerá redonda, con su misma forma?

CUCULCÁN. Hasta donde el Guerrero sea hábil redondeador de escudos. Tendrá que esforzarse por hacer casar los pedazos de la Luna uno con otro, para que le quede lo más redonda posible. Es una fábula…

YAÍ. ¿No es cierto entonces que el Guerrero Amarillo…?

CUCULCÁN. ¡Yaí corazón visible de tan bueno!

YAÍ. ¿No es cierto entonces que el Guerrero Amarillo tiene la Luna en su corazón?

CUCULCÁN. Es una fábula…

YAÍ. (Vivamente.) ¡Cómo todo lo que existe en el Palacio Redondo de los Tres Colores! ¡En el Palacio del Sol, todo es mentira, fábula, nada es verdad, nada, sólo el Señorón que nos lleva de la mañana a la tarde, de la tarde a la noche de la noche a la mañana… (Cuculcán bota la cabeza en el regazo de Yaí como agobiado por lo que dice, y ella empieza a acariciarle los cabellos leonados.) ¿A qué conduce, dime Señor del Cielo y de la Tierra, esta sucesión de días y de noches, de días y de noches, de días y de noches? A nada conduce. A dar una sensación de movimiento que no existe, porque el que se ¡nueve; eres tú; de vida que no es real sino ficticia y aún así, patrimonio que no nos pertenece, porque somos de los que nos están soñando, sueños corporales, ¡esos somos!… (El cabello de Cuculcán, acariciado por las manos de Yaí, empieza a brillar con luz de luciérnaga.). Mi suave lejos de- punta de espina, quiere saber quién me está soñando…

CUCULCÁN. ¡Amor que hablas en mis brazos, yo te estoy soñando a

YAÍ. ¡Quién sea que me esté soñando que despierte, yo me quiero borrar en seguida de la existencia, del engaño de los sentidos!

CUCULCÁN. ¡Amor que hablas en mis brazos, si yo no te estoy soñando, que no despierte el que te está soñando, que dure’ su, sueño mientras estés conmigo!

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