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YAÍ. ¡Me desesperas! ¡Me comes en la cabeza, no por fuera, por dentro, como come la memoria! ¡No puedo olvidar nada de lo que has dicho, porque, como la memoria come, me pica la cabeza por dentro! ¡Los piojos una se los arranca, se los bota, se los rasca, se los masca; pero la memoria… piojería que negrea hasta el corazón repite que repite -malvado- otra, otra, otra!

GUACAMAYO. (Retira una de sus patas; Yaí trata de pisoteársela.) ¡Cuác, cuác, cuarác, cuác! ¡Cuác, cuác, cuarác, cuác!

YAÍ. ¡Cuarác, cuác te voy a hacer! Y no sólo por esa otra, que no es una sino todas, porque después de mí todas serán atrás sino por el embeleco de que Cuculcán, mi prometido, es apenas una imagen en el espejo de la noche y será una sombra inexistente en el momento del amor. (Se le oye sollozar.)

GUACAMAYO. (Después de un fingido y profundo suspiro.) ¡Saber que aquello que hueles y hueles, para cosértelo en el alma con la aguja de dos ojos y el hilo del aliento grueso como pábilo, no pasa de ser una imagen copiada en un espejote negro!

YAÍ. ¡Calla, masticador de alacranes!

GUACAMAYO. ¡Saber que vas a sacrificarte por lo que no es y estará, creado por tus sentidos, una noche en tus brazos, esta noche y no más que esta noche, acucuác, porque mañana en pintando el alba, la realidad lo arrebatará todo!

YAÍ. ¿De qué cuero están hechos los hilos de ni lengua de chayes?

GUACAMAYO. ¡De cuero de lagarto curtido en los altos cepos de la tempestad y el llanto, de lagartos de lomo de diamantes! Y saber que está en tus manas, Yaí, cambiar el amor fingido…

YAÍ. ¡El amor es eterno!

GUACAMAYO. ¡Es eterno, pero no en el Palacio del Sol, en el Palacio de los Sentidos, donde, como todas las cosas, pasa, cambia!

YAÍ. ¡No tienes dientes, pero me has abierto las orejas con tu pico de pedernal, y no para poner piedras preciosas, sino palabras que ya no son palabras si es ilusorio el amor!…

GUACAMAYO. ¡Ay, mi acucuác, amarás esta noche lo que no es más que un engaño, producto de un juego de espejos, un juego de palabras, humores íntimos que se derramarán en realidad, en verdad, pero en un plano inferior al de la imagen adorada!

YAÍ. ¡Me tienes en el buche de colores! ¡Me has encerrado en un cántaro agujereado en forma de corazón, la luz entra por estrellas y no se oye el latido, pero se ve titilar distante… hay que juntar la imagen de la persona amada, el latido distante, con su cuerpo!

GUACAMAYO. Y para eso tienes que escapar a la muerte que te espera en el lecho del Poderoso Cuculcán.

YAÍ. Tú dirás cómo…

GUACAMAYO. En tus manos está…

YAÍ. (Viéndose las manos.) ¿En mis manos?…

GUACAMAYO. En tus manos…

YAÍ. ¿Tendré que estrangularlo? (Casi hace el ademán con las manos de apretar la garganta de Cuculcán.) ¿Tendré que luchar con una serpiente negra?

GUACAMAYO. Vas a luchar contra una imagen…

YAÍ. ¿Y cómo podrán mis manos luchar contra una imagen que está en un espejo?…

GUACAMAYO. ¡Ábrelas! (Yaí abre las manos.) Pónlas bajo mi aliento, bajo mi saliva, bajo mi palabra…

YAÍ. (Apenas expuestas las palmas de sus manos bajo,el pico de Guacamayo, las retira.) ¡Me has quemado con tu aliento, pájaro de fuego! ¡La misma quemadura que produce el chichicaste! (Con las manos cerradas, temblando de frío.) ¡Ay, qué me has hecho… es un ardor horrible… ni (a punto de soltar el llanto) so… so… soplan (abre las manos para soplárselas) … ¡Uuy, uyuy, uyuy… (grita) … ¡Son dos espejos!… (Se las sacude: le ha pasado el ardor de la quemada, pero quiere botarse los espejos que le han quedado en las palmas, como guantes.) ¡Son dos espejos! ¡Me veo en éste y me veo en éste (cambiándose las manos ante la cara) , y en éste de aquí, y y en éste de aquí… y en este otro… y me veo aquí y aquí… y aquí también… (Corre de un lado a otro, ríe con las mandíbulas casi trabadas, y se sacude, víctima de un ataque nervioso, sin dejar de verse las manos, una y otra, riéndose, riéndose, riéndose…)

Segunda Cortina Negra

Cortina negra, color de la noche, magia de color negro de la noche: Al píe de la cortina negra, el techo de Cuculcán vacío, tendido sobre pieles de pumas y jaguares que parecen dormir amenazantes,

TORTUGA BARBADA, ¡Savia que pulsas en Io hondo la reja de raíces en que vela el amor! ¡Lentitud de ave que pasea en hermoso vuelo! ¡No me déis la sabiduría, sino el hechizo! ¡No las alas, sino lo que resulta de su movimiento!

TORTUGAS. ¡No me deis el amor, sino el hechizo! ¡No la savia, sino lo que resulta de su movimiento!

TORTUGA CON FLECOS. ¡Detrás de sus heridas vela el amor y los dioses velan detrás de la reja de las estrellas! ¡No me deis la sabiduría, sino el hechizo! ¡No la sangre, sino lo que resulta de su movimiento!

TORTUGAS. ¡No me deis el amor sino el hechizo! ¡No la sangre, sino lo que resulta de su movimiento!

TORTUGA BARBADA: ¡Detrás de las rejas de sus pestañas vela el amor! ¡Humo de cola de estrellas! ¡Langosta con saeta que ilumina el cielo! ¡No me deis la sabiduría sino el hechizo! ¡No el sueño, sino lo que resulta de su movimiento!

Se oye la risa de Yaí, f estiva, incontenible, y la voz de Guacamayo que no puede ocultar su enojo. Las tortugas desaparecen, se escabullen antes que aquéllos entren. Yaí aparece vestida de tiniebla detrás de Guacamayo que trae el plumaje destilando agua.

YAÍ. ¡Já, já, já, já!… ¡Já, já, já, já!…

GUACAMAYO. (Medio renco y sacudiendo las alas, ) ¡Cuarác, cuác, cuarác cuác cuác, cuarác cuác cuác!

YAÍ. ¡Já, já, já, já! ¡Já, já, já, já!… ¡Já, já, já, já!

GUACAMAYO. ¡Has hecho mal en echarme agua!

YAÍ, ¡Vi un fogarón de plumas rojas. já, já, já, já… una bola de fuego que me perseguía… já, já, já, já!…

GUACAMAYO, A veces parece que me quemo, pero nunununnunca me quemo. Ya hasta tartajo estoy…

YAÍ. Yo qué sabía. Pasó por mi cabeza la idea de que al apagar el principal incendio apagaba los espejos de mis manos y… (hace el ademán de cuando le lanzó el agua) , já, já, já, já.

GUACAMAYO. Creí recibir en la cara las palmas de tus manos fragmentadas en pequeñas luces…

YAÍ. ¡Já, já, já, já!…

GUACAMAYO. Pero al oír rasgaduras de chayes en el aire, algo que no podía ser reflejo…

YAÍ. Era el agua, já, já, já.

GUACAMAYO. Ya estaba bañado…

YAÍ. Perdona, pero no vi más que lo que vi: un incendio, llamas, llamas… llamas amarillas, llamas rojas… otras azules y en medio tú, como en la humazón de un respiradero volcánico…

GUACAMAYO. (Después de una pausa, con la voz triste.) . Si me da moquillo, ¿quién me sanará?

YAÍ. ¡Já, já, já… yo, desde que te salga el primer gusano de la nariz!

GUACAMAYO. Acucuác quiere adornar su vestido con alas de mariposas. Adornar es adorar. Las narices de los Guacamayos con moquillo dan gusanos que pasado un tiempo se convierten en mariposas.

YAÍ. Y la ceguera relampagueante de las luciérnagas, también nace de los mocos de los Guacamayos.

GUACAMAYO. También. Pero los espejos de tus manos no son engrudo, de luciérnaga, sino aliento de fuego y servirán para salvar tu ilusión, tu mundo, tu pradera, tu sudor de planta nerviosa.

Yaí se contempla las manos largamente. El Guacamayo sigue destilando agua. Por detrás asoman las tortugas.

TORTUGA BARBADA. ¡Espinas y temores acompañan a los que se dejan arrancar de su destino! ¡Embarrados de tuétano de huesos, dormilones, dispersos, sus oídos se mojan de llanto al oír el chi, chi, chí de esos pequeños borrachos de inmensidad negra, llamados pájaros del guiso de los ojos que se pasó de sal!

YAÍ. ¿Dónde, pero dónde pondré mis manos que me arden como quemadas de chichicaste? ¡Me veo en ésta y me veo en ésta, aquí me veo, y aquí, y aquí en esta otra, y aquí también me veo! Y sólo cuando me veo en ellas siento alivio.

TORTUGA CON FLECOS. ¡Agüeros y piedras tiradas con honda acompañan a los que se dejan arrancar de su destino! ¡Yo, padre, yo, madre, dejé que me arrancaran a mi hijo! ¡Dejé que me arrancaran de mi tierra! ¡El cocodrilo, vegetal del agua, se agarró del lodo para que no lo despegaran de su casa de esmeraldas! ¡Y no cerró los ojos para recibir el golpe de la sombra!

YAÍ: ¡Haré tortillas de maíz negro con mis manos de espejo que son llanto de mi llamo, pata alimentar a los que como yo se prestan al juego del engaño en los espejos!

TORTUGAS., ¡Yo, padre, yo, madre, dejé que me arrancaran a mi hijo! ¡Dejé que me arrancaran de mi tierra! ¡De mi sangre fui separado! ¡De mi raíz fui separado porque presté oídos al engaño! ¡Me emborraché para contar los pies del cientopié de oro y acabé sin poder contar mis lágrimas!

TORTUGA BARBADA. ¡Mi oído se riega como el calor en la arena, el gozo de la espuma con orejas de caracoles espumantes, y donde lo pongo está su seno de negra punta cortada, y donde está su seno está tu pecho moreno naranja y donde está tu pecho está tu corazón, y donde está tu corazón, la casa de mi hijo! ¡Y así te habló mi hijo: yo soy tu gorgojo, por mí se doblará tu cintura de árbol y tus senos colgarán como frutos de leche, por mi reirás dormida, llorarás despierta, se te irán los pensamientos a las nubes, y tu vida será liviana, rodadita necesidad de estar conmigo siempre será ni vida!

GUACAMAYO, Desesperas con ese juego de manos, ponlas bajo la neblina caliente de tu aliento.

YAÍ. Sólo se me alivian cuando me veo en ellas…

GUACAMAYO, Son como tu ausencia…

YAÍ. ¡Es la única verdad que has dicho, loro despenicado!

GUACAMAYO. Son como tu ausencia…

YAÍ. ¡Es la única verdad que has dicho, loro despenicado!

GUACAMAYO. ¡No me digas loro!

YAÍ. ¡Te he querido comparar al pino que se riega en las fiestas, verde y despenicado!

GUACAMAYO. ¡Fiesta estamos volviendo el tiempo y una noche no dura más que una, noche!

YAÍ. Mis manos son como mi ausencia. Por ellas me voy de mí, escapo de mi, de lo que son, de lo que pienso, de lo que siento, de lo que hago, para multiplicarme en vanas otras yo misma, que son igual a mí y que no son sino una imagen de mí misma que no soy yo… ¡Muchas otras! ¡Tantas otras! (viéndose en los espejos de sus manos.) ¡Esta de cara sonriente! ¡Esta de cara muy seria! ¡Esta que va a romper a llorar! ¡Esta que parece pensativa y ésta que asoma indiferente como si nada le importara!

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