– ¿Te gustan las mujeres, Sisinio?
– Mucho, sí, señora, me gustan mucho, Jaime Vilaseiro me regala páginas del Playboy, tengo ya lo menos cinco, usted dispense.
A la Orensana, doscientas y la cama, la encontraron una noche en el Relleno cosida a puñaladas, no estaba todavía muerta, se murió en la ambulancia camino del hospital, don Alfonso le pagó un nicho para que no fuese a la fosa común.
– ¿Usted cree que Javier Perillo terminará algún día sus estudios?
– Ya me lo preguntó usted otra vez. ¡Yo qué sé!
Isidoro Méndez Gil, cuando lo hicieron presidente de Aginpol, cambió la moto Vespa primero por un 600 y después por un 850.
– ¡Qué manía tiene la gente con esto de los respetos humanos y con aquello otro de vestir el cargo!
La boda de Betty Boop fue disparatada y grotesca, pero la de Matty quedó triste y aburrida, que es peor. Matty era una mujer exquisita y muy segura de sí misma, bueno, eso era lo que ella se creía aunque quizá no fuera cierto del todo, ninguna mujer suele conocerse bien por dentro, ningún hombre tampoco, y ella seguía la regla general, Matty lo cuidaba todo hasta el último detalle y procuraba aparecer siempre bellísima y resplandeciente y más aún, claro, en las ocasiones especiales, en los trances señalados, un baile en la Hípica o una fiesta de gala o la boda de alguna amiga, por ejemplo, entonces se preparaba durante una semana entera, hacía dieta vegetariana, iba a la sauna, tomaba rayos ultravioleta para tener buen color y se sometía a toda clase de tratamientos faciales, corporales y capilares. Al demonio Lucifer Taboadela le gustan el lujo y los ropajes solemnes, en Escornabois cría gusanos de seda en cajas de botas y de puros, más de dos mil, lo tiene todo limpio y ordenado, con las hojas de morera al fresco y los rimeros en perfecto orden y bien alineados.
– ¿Usted
cree que el demonio influye en la buena o mala marcha de las cosas?
– Sí, sin duda, el demonio está siempre dispuesto a comprar el alma de quien quiera venderla, el demonio paga puntualmente en felicidad pero no perdona ni una sola deuda.
La holganza suele ser consecuencia desequilibradora, a veces es mejor trabajar, Baudelaire preconizaba trabajar, aunque fuera por desesperación, porque es menos aburrido que divertirse, esto debería ser explicado un poco mejor pero una se resiste a hacerlo, esto se lo oí decir una mañana en el Náutico a Lucas Muñoz, después contaré el mal fin que tuvo el pobre, no se sabe nunca lo que le puede esperar a nadie a la vuelta de la esquina.
– ¿No sería mejor que lo dijese ahora, que viene rodado?
– No, ahora no, eso de que venga o deje de venir rodado es lo de menos, cada crónica tiene un ritmo que debe respetarse, la señora Pilar Seixón había previsto ponerlo en el capítulo IV, el reservado para el nudo, y yo no soy quien para desobedecerle.
– Ya.
Matty, el día de su boda, estaba más fea que nunca, a Betty Boop le había pasado lo mismo, se conoce que las bodas les desbarataba las conciencias, ¡cualquiera sabe!, les desnivelaba las tres potencias del alma, la memoria para masturbarse en las más sórdidas cocinas, el entendimiento para ni intentar siquiera explicar nada a nadie y la voluntad para salir huyendo sin volver la cabeza; Matty empezó por no vestirse de novia, no quería parecer una novia, a lo mejor lo que no quería era casarse, pero no tuvo el valor de confesárselo, eso es frecuente en las mujeres muy jóvenes que se casan por recurso o a resultas de un berrinche, de una decepción o de lo que fuera, el afán de aventura, el aburrimiento de vivir con los padres, un embarazo imprevisto, lo que fuera, Jaime Vilaseiro era un mierda, perdone que lo diga tan claro, pero de eso él no tenía la culpa, Matty lo despreciaba por mediocre y simple, la verdad es que era poquita cosa, era medio lerdo, además contaba chistes muy malos, que no tenían ninguna gracia y que ya conocía todo el mundo, y para colmo era nervioso y hortera y le salían gallos al hablar, todo eso a ella la desquiciaba.
– La verdad es que lo único que le hubiera faltado al pobre Jaime Vilaseiro era tener los huevos de color azul turquesa, como los babuinos.
– Pues sí.
Matty se casó con un traje largo de fiesta rosa pálido, llevaba el pelo suelto y las puntas ligeramente onduladas, con florecitas también color de rosa salpicando cada bucle, a mí me parece que hasta quedaba cursi y Matty no lo era, no es que fuera la mujer más elegante de La Coruña, no, eso tampoco, pero no se puede decir que estuviera catalogada entre las cursis ni mucho menos.
– ¿Y entonces?
– ¡Yo qué sé!
El demonio Astarot Concheiro, que es medio maricón, con su trotecillo lobero es capaz de andarse muchas leguas en una sola noche. Matty era rubia, siempre había llevado el pelo rubio, suave y liso, y ese día se lo puso castaño, con mucha laca y algo rizado, hay que añadir que su gesto era más bien como una mueca crispada, ¡qué horror!, y que sus mejillas estaban tensas y rojas, era como si se le hubiera subido a la cabeza toda la sangre del cuerpo, me duele decir lo que vengo diciendo, también me da un poco de asco, pero tampoco tenía por qué callarlo ni disimularlo, yo me debo a la verdad y tengo que respetar las órdenes de quien me paga, yo creo que Matty quería escapar de sí misma, quizá quisiera escapar de sí misma, a lo mejor esto que explico no son más que figuraciones, Matty quería escapar pero sin darse cuenta de que lo hacía ni ser empujada por nadie, Matty quería escaparse ella sola y aun a sus propias espaldas, el primer paso fue teñirse el pelo, para una mujer su pelo es lo más importante que hay, renunciar a él es como ahorcarse, o tomar un tubo entero de pastillas, o hacerse el harakiri, su hermana Betty Boop hizo algo parecido, su hermana Betty Boop se cortó el pelo al poco tiempo de casarse, quienes la conocíamos de tantos años nos quedamos helados al verla, esto es muy triste, parece el Evangelio de san Mateo cuando dice que su alma está triste hasta la muerte, a las almas de Matty y de Betty Boop les sucedía lo mismo. Matty despreciaba a Jaime Vilaseiro, esto ya lo sabías, pero te lo vuelvo a repetir, y también empezó a odiarse a sí misma, es probable que por dentro empezara a darse cuenta del error que estaba cometiendo, que estaba empezando a cometer, hubiera bastado con que lo sospechase o incluso sólo con que lo intuyese, los pálpitos pueden ser tan evidentes como la geometría, cuando algo empieza a arder con llamas violentas a lo mejor es que lleva ya quemándose sin saberlo durante días y días, las cosas no nacen nunca de golpe y las cosas del sentir menos aún, a mí me parece que los presentimientos son tan reales como los animales, las plantas y las piedras.
– ¿Tú sabes bien sabida la historia de España?
– No te podría decir que sí, la sé sólo a medias.
La paloma torcaz del demonio Belcebú Seteventos seguía criando peluconas de oro en el vientre, una cada mes, el primer lunes, en Seixosmil siempre pasaron cosas muy raras.
La boda de Matty fue también en la iglesia de Santiago, pero con menos gente que en la de Betty Boop, unas cincuenta personas, no más, la familia tampoco estaba en uno de sus momentos más prósperos, después levantó otra vez un poco la cabeza, y la celebramos en el hotel Riazor, Shell vino ex profeso de Madrid y se dedicó a flirtear todo el tiempo con Bob, el marido de Betty Boop, que estaba más mandón y desabrido que nunca, Shell tenía que estar siempre coqueteando con alguien y siendo halagada por alguien y sabía muy bien cómo hacerlo, también estaba en la boda María Carlota, una chica que trabajaba en la oficina de información del ayuntamiento, a lo mejor era en la de turismo o eny la de relaciones públicas, no lo sé, allí había un ordenanza que se llamaba Alejo o Braulio, no recuerdo bien, era un hombre delgado, bajito y sordomudo que se había quedado así de una explosión en la guerra pero que con alaridos y gestos se entendía perfectamente con todo el mundo; Alejo tenía un solo diente, los demás se los había ido quitando con un alambre a medida que se le picaban. María Carlota era alta, morena, muy mona, alegre, sonriente y andaba siempre de punta en blanco, andaba siempre impecable, en la oficina era muy difícil encontrarla porque iba a diario a la peluquería y eso, claro es, le robaba mucho tiempo, el mudo Alejo cubría con muy cumplida eficacia todas sus ausencias, Alejo era listo como un rayo y además ponía buena voluntad, María Carlota le regalaba una cajetilla de celtas todas las semanas, a Alejo le duraba dos días y después fumaba lo que le diesen, la gente suele regalar tabaco con largueza, pitillos y hasta puros, eso es algo que se agradece mucho, es una costumbre que da pena que esté desapareciendo, es probable que Alejo también fumase colillas, pero eso no importa y tampoco hay por qué traerlo aquí, nunca hay razón para humillar a nadie, María Carlota tenía un novio de toda la vida, Esteban Rosende, delineante del arquitecto don Eduardo, el tío del jugador de chapó Cándido Julián, que había estado en la Legión, bailaba el tango y navegaba en piragua como pocos, si sigo por ahí me meto en otra historia y esto es peligroso porque después no hay modo de salir, María Carlota y Esteban Rosende acabaron riñendo, la verdad es que nunca supe la causa, y entonces ella empezó a salir con amigas y a rodar por la cuesta abajo, no tuvo suerte con los hombres, en eso influye mucho la casualidad, Cándido Julián se sabía el Martín Fierro casi entero, donde no hay casualidad suele estar la Providencia, vo esto no me lo acabo de creer del todo, la casualidad es como un jilguero metido en una jaula, que a lo mejor canta y a lo mejor se muere, la muerte de los pájaros es siempre caprichosa, y pudiera ser que no brotase sino en los espíritus que aciertan a buscarla, María Carlota no tuvo suerte con los hombres y también acabó bailando al son de la música de jazz de los derrumbamientos.