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Pensé que todo iba a ser como antes. Cambiaría de destino, a Namibia o a donde fuese. Pero un día Luzdivina se me presentó con un espanto en los ojos. Traía su propia foto, rota en pedacitos y envuelta en un billete de francos malagays. Por lo visto, me había estado arreglando un pantalón y al descoser la bastilla se encontró con aquellos restos. Yo tenía el pecado escrito en la cara. ¿Qué iba a decir?

A los pocos días, se le descubrió la enfermedad, concluyó O'Mero. Mientras contaba su historia, había ido arrancando hojas del camelio.

La enfermedad no tiene nada que ver, le dije yo con firmeza para consolarlo. Nada. No es nada psíquico. No tiene relación en absoluto. Puede estar seguro.

¿Y yo qué hago si me pide un granizado de limón?, preguntó él de repente.

Dárselo. Déle todo lo que le pida.

Gracias, doctor.

He escuchado historias bastante más duras, pero, por alguna razón, el caso de O'Mero y Luzdivina me dejó muy afectado. Me encontraba destemplado y entré en un bar próximo para tomar algo caliente. Desde la ventana podía ver y oír el vals del mar. Me fijé en los pesqueros de vivos colores y pensé que no hay arquitectura humana más hermosa que la de los barcos. No sé por qué, pero se me ocurrió preguntarle al tabernero si había mucha gente de aquel lugar en Ma-dagascar.

Que yo sepa, nadie. Se han ido a muchos sitios, pero no a Madagascar.

Pero O'Mero estuvo allí, dije yo, aparentando familiaridad.

¿O'Mero? ¿Conoce usted a O'Mero? O'Mero se marea sólo con ver el mar. ¡No ha pisado ni un bote!

Lanzó una carcajada y luego dijo enigmático: Aquí es así, amigo. En tierra sólo quedamos los que no servimos para otra cosa.

[1] ¿Dónde has estado, que estás tan triste, hijo mío? / ¿Dónde has estado?

[2] Dos amores me sostienen la vida: / la patria y lo que adoro en mi hogar, / la familia y la tierra donde nací. / Sin estos dos amores no sé

[3] Que el mar también tiene mujeres, que el mar también tiene amores, está casado con la arena, le da cuantos besos quiere.

[4] Despierta y aviva, corazón / que tienes ante ti las flores de Saltón.

[5] «Las hojas secas caen al suelo», verso de una canción popular muy conocida en Galicia y Portugal, similar en el sentido a los versos de Jacques Prévert.

[6] No sé lo que me has dado / que no te puedo olvidar / de día en mi pensamiento / de noche en mi soñar.

[7] Teixeira de Pascoais, escritor portugués considerado como máximo representante del movimiento saudosista.

[8] De todos los amores el vuestro escojo: / mis damas giocondas… / Le temps s'en va! / Le temps s'en va!… (fragmento de un «Rondeau» de Alvaro Cunqueiro).

[9] ¡De lo mejor del país, / blanca camelia y flor de lis!

[10]¡Eh tú, reina de Galicia, / la que me matas, / emigrante gioconda, / vieira peregrina, / rosa del mar, / cuida de mi vida, amor / cuida de mi vida!

[11] En castellano en el original.

[12] En gallego, juego de palabras entre O'Mero («El Mero»), apodo del personaje, y el antropónimo homófono «Homero».

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