Con el corazón palpitando, se volvió para sacudir a Aidan.
– ¡Aidan! -lo zarandeó ella.
Él no se movió.
Deimos hizo una mueca.
– ¿Cuánto le distes?
– Al parecer más de lo que debería. Quise asegurarme de que ninguno se retiraría al principio del sueño. -Leta negó con la cabeza mientras clavaba los ojos en Aidan yaciendo allí en perfecto reposo. A pesar de la agitación y la lucha en el sueño, sus bellos rasgos estaban tan tranquilos, y su cuerpo aún relajado. Sin embargo, el tiempo para soñar se había acabado para ellos. Ahora tenían un enemigo al que enfrentar en este reino-. Por favor, despiértate -susurró, pero lo sabía. Estaba demasiado lejos. No se despertaría. Al menos no durante algún tiempo.
Alguien golpeaba contra la puerta de la cabaña, tratando de romperla.^
Pasó la mano contra la mejilla barbuda de Aidan antes de levantarse de la cama.
– Tenemos que derrotarlos.
– Estoy de tu lado.
Ella besó impulsivamente a Deimos en la mejilla.
– Gracias.
Él asintió antes de fluctuar a la sala de estar. Leta fue tras él, a sabiendas de que ellos eran lo único que se interponía entre Aidan y la muerte.
Ella miró de nuevo el dormitorio donde él dormía antes de susurrar una solemne promesa.
– No te decepcionaré, Aidan. Lo juro.
Aidan se tambaleó por la sorpresa cuando oyó la voz de Leta en su estado de ensueño. Revoloteó por el cuarto, incapaz de despertarse. Era como si él estuviera atrapado entre el sueño y la realidad. Ese extraño reino inferior donde los sueños se hacían realidad. Podía verla a ella y a Deimos, vio a Dolor y a Donnie cuando entraron a través de la puerta y se diseminaron por la sala de estar.
– Tengo que despertarme. -Pero no importaba lo que intentase, no podía hacerlo. Era la cosa más frustrante que podía imaginar.
Miró a su hermano, cuyo pelo rubio llevaba casi rasurado. Donnie había ganado músculo en prisión y los ojos verdes se veían enloquecidos mientras miraba alrededor. Aidan no estaba seguro de cómo había sacado Dolor a su hermano de la cárcel, pero probablemente no sería difícil para un dios hacer lo que quería.
– ¿Dónde esta él? -gruñó Donnie-. ¡Aidan!
Leta se fortaleció a si misma en medio del cuarto.
– No lo tendrás.
Donnie se volvió contra ella con una mirada de acero.
– Como el infierno, zorra. Él es mío, y si no te mueves, entonces voy a pasar sobre ti para llegar a él.
Ella cerró los ojos un instante antes de que apareciese una vara en sus manos.
– Entonces bailemos porque la única forma de que llegues a él es a través de mí.
Dolor, quien estaba en el cuerpo de Ronald, clavó los ojos en Deimos.
– No debes estar en esta pelea, Demon. ¿Estás seguro de que deseas estar por aquí?
– No hay lugar en que prefiera estar.
Ronald/Dolor lanzó una descarga a sus pies. Deimos lo esquivó antes de devolverle uno propio.
Leta pateó con un tijeretazo a Donnie y lo tiró de espaldas hacia el cuarto de Aidan.
Aidan observaba la pelea con ansiedad. Era inconcebible para él que aquellos dos estuvieran dispuestos a ser golpeados para protegerlo. Antes nadie había hecho algo así por él.
Donnie barrió a Leta haciéndola caer. Cuando fue a patearla, ella empezó a escabullirse y retorció el cuerpo para derribarle. Maldición, la mujer era mejor luchador que Jackie Chan. Pero Donnie no era menos y obviamente la cárcel le había enseñado unas cuantas cosas.
Deimos y Dolor estaban enzarzados en una gran batalla mientras se lanzaban golpeando la pared, el suelo y otra vez la pared. Estaban igualados, y vencer en esa pelea no sería fácil.
Y justo cuando estaba seguro de que Leta tendría a Donnie, Donnie la atrapó desde atrás con una tensa cuerda.
El corazón de Aidan se detuvo mientras observaba la pelea.
– No puedo desvanecerme -gritó en busca de Deimos.
Dolor se rió.
– Es uno de los juguetes de Artemis. Estás atrapada.
– No -Donnie se rió en un tono siniestro-. Estás muerta
Aidan sentía su rabia edificarse a un nivel increíble. No había forma en el infierno en que fuera a dejarla morir por su culpa. Echó la cabeza hacia atrás y rugió con la ferocidad de todo lo que sentía.
La adrenalina bombeando, se ordenó a sí mismo despertarse.
Donnie aún apretaba la cuerda.
– ¡Leta! -gritó Aidan.
La cara se le estaba poniendo azul mientras luchaba por respirar. Él extendió la mano para tocarla, pero ya era demasiado tarde.
Leta se desplomó en los brazos de Donnie.
CAPITULO 8
Aidan se despertó con el sabor de la amarga rabia en la lengua. Cuando oyó la lucha fuera del dormitorio, su ira creció a un nivel estelar.
– Leta -gruñó, tirándose hacia la puerta. La abrió con fuerza para verla en el suelo a los pies de Donnie.
Sin detenerse, se zambulló hacia su hermano, agarrándolo por los hombros antes de caer al suelo. Su mirada se volvió roja, Aidan le pegó con toda su alma, una y otra vez. Donnie trató de quitárselo de encima, pero no lo conseguía. Estaba harto de la mierda de su hermano.
– Te odio -gritó Donnie.
– El sentimiento es mutuo -dijo Aidan un instante antes de golpear la cabeza de Donnie contra el piso de pizarra tan duramente como pudo. La sangre estalló sobre el piso de madera. La sangre de su hermano debería haberlo apaciguado. Pero no.
Y cuando miró a los ojos dilatados de su hermano que eran exactamente iguales a la sombra de los suyos, Aidan quiso llorar.
¿Cómo habían llegado a esto? ¿Cómo?
Ese momento de debilidad le costó mientras Donnie le pateó. Su hermano le asió por los hombros y rodó hasta que Aidan estuvo sujeto en el suelo. No había compasión en los ojos de Donnie mientras llovían golpes sobre Aidan.
– ¿Cómo puedes? -demandó Aidan furiosamente mientras bloqueaba la mayor parte de los golpes.
– Porque te odio, pedazo de mierda. Conseguiste todo lo que debería haber sido mío. ¡Todo! Las miradas, el dinero, la amiga caliente. No es justo que tú tengas tanto y para mí tan poco.
Eso no era verdad. Donnie había sido más guapo que Aidan cuando habían sido jóvenes. Donde Aidan había sido flaco y tuvo que trabajar para ganar tono muscular, Donnie siempre había sido naturalmente musculado. Donnie había sido el único en casarse y tener una familia. Tracy sólo le había abandonado porque la había engañado. En cuanto al dinero, Donnie podría haber tenido eso también, pero más que empezar un negocio por si mismo, había estado contento con el salario constante de un instalador de cable. Buen dinero que había gastado en drogas, alcohol y strippers, las cuales habían causado la ruptura de su matrimonio.
– Estás loco.
– Sí y tú eres un idiota. ¿Tienes alguna idea de lo es mirar la lujuria de tu esposa por tu hermano pequeño? ¿Escucharla cantar sus elogios por tu hermano y que no llegas a su altura?
¿De qué estaba hablando? Tracy nunca lo había visto como nada más que un hermanito. La esposa de Donnie apenas había hablado con él el puñado de veces que había estado a su alrededor
– Tú me robaste a Heather.
– No -dijo Donnie amargamente-. La ramera todavía te quería después de que enrolláramos. Todo de lo que podía hablar era acerca de ti y cuan guapo eras. Cuanto dinero habías hecho y todos los grandes lugares donde la habías llevado cuando os citabais. Como no podías salir sin ser asaltado por la gente que te quería. Estaba obsesionada contigo al igual que Tracy. Es por lo que le ofrecí su alma a Dolor primero.
Aidan estaba tan aturdido por las palabras que permitió que Donnie le diera un puñetazo sólido en la mandíbula. El probó sangre antes de patearlo.
– ¿Qué?
Donnie se agarró. Se paró ante Aidan con los labios torcidos, apretando y aflojando los puños.
– Jodida puta quejica. La única razón por la se vino conmigo fue para herirte. Yo no le importaba. Solo quería que creyeras que había alguien aquí que no te encontraba irresistible. Ella pensaba que irías arrastrándote detrás de ella, rogándole que volviera contigo. Así que entré en la cárcel, le corté la garganta y usé su sangre para despertar a Dolor.